Muros sin Fronteras

Muerto el perro, nunca se acaba la rabia

Ramón Lobo nueva.

La democracia ha estado muy cerca de descarrilar en EEUU. Perdidas las elecciones, Donald Trump intentó un golpe de Estado electoral. Quería anular las papeletas del voto por correo en Pensilvania, Georgia, Arizona, Wisconsin y Michigan, los Estados claves en los que perdió. En los que ganó, como Texas, no había problemas. Las autoridades estatales y locales, muchas de ellas republicanas, resistieron la presión de la Casa Blanca. Honraron su deber constitucional de velar por la limpieza del proceso. El presidente los calificó de traidores y malos americanos. Algunos temen hoy por su vida.

The Guardian explica en este enlace las razones que salvaron las elecciones: descentralización, alta participación, integridad y transparencia, tribunales estatales y federales y medios de comunicación: Funcionaron los cortafuegos y se evitó que el asunto acabara en un Tribunal Supremo compuesto por tres progresistas, tres conservadores y tres trumpistas. El plan era que tuviera la última palabra.

La mayoría de los senadores y altos cargos del Partido Republicano han permanecido callados ante el desvarío autoritario de Trump. Los hay que lo han jaleado con entusiasmo, como Lindsey Graham, que preside el importante comité judicial de la Cámara Alta. Algunos como Mark Rubio, que se juega su escaño en Florida dentro de dos años, intenta no enfadar a Trump, que es capaz de pedir que no se le vote.

El viejo Partido Republicano ha muerto. Está ocupado por un virus maligno, el trumpismo, pese a que no es tan nuevo como parece. La deriva autoritaria siempre ha estado ahí, desde antes de los tiempos del senador Joseph McCarthy, el cazador de comunistas. Fue uno de los precursores de las fake news y los bulos como forma de hacer política. Está por ver si el partido podrá resurgir impulsado por políticos como Mitt Romney u otros, que combinan sin problemas el conservadurismo y la decencia, o se romperá en dos. En el lado de Trump se ha alineado el espectro anti Bill Clinton. Entre ellos el que fuera presidente de la Cámara de Representantes, Newt Gingrich.

Trump inundó los medios de comunicación de patochadas sobre un fraude masivo hasta que los medios, incluida una parte significativa de Fox News, le dieron la espalda. Dejaron de emitir y de dar recorrido a sus mentiras. A Trump solo le quedan las redes sociales y los medios como Newsmax, que se sitúan aún más a la derecha que Fox News, que ya roza la extrema derecha o está en ella, según qué presentador. La guerra entre los trumpistas y su ex canal de cabecera no ha hecho más que empezar.

Los tribunales estatales han tumbado cada querella de sus abogados ante la ausencia de pruebas. Los Estados han certificado la victoria de Joe Biden en el calendario previsto. La próxima fecha clave es el 14 de diciembre, cuando el Colegio Electoral deberá proclamar la victoria de Biden si no lo impiden los tejemanejes de Trump. Si le falla el tamayazo, solo le quedará encadenarse a uno de los muebles del Despacho Oval y esperar que lo saquen con una camisa de fuerza. Sería lo más práctico en este desvarío. Una gran foto digna de El gran dictador de Chaplin.

Quedará la toma de posesión de Biden, el 20 de enero de 2021. ¿Se sabrá comportar Trump? ¿Organizará algún show para ser el centro de la atención?

Si echan una ojeada a la cuenta de Twitter de Trump, ejercicio muy recomendable, verán que no admite la derrota. Sigue con la cantinela de que le han robado las elecciones. Son mensajes peligrosos que calan en una parte de la ciudadanía que se siente indefensa, dispuesta a comprar lo que sea.

¿Por qué lo hace? Si Trump tuviera una capacidad estratégica, un plan político a largo plazo, una ideología más allá de los impulsos de su descomunal ego, se podría decir que prepara su regreso en 2024. Pero la realidad inmediata es más simple: solo es un niño mal criado, un tramposo compulsivo que rechaza perder. Es capaz de inventar una realidad alternativa para convencer, y convencerse, de que no es un perdedor.

Les recomendé la semana pasada el documental de Netflix sobre Trump: Un sueño americano. Es obligatorio si quieren entender el personaje y el mundo que lo alumbró. Ya tuvo un hundimiento empresarial en los años 90 y logró salir a flote (o parecer que salió a flote). Eso le permite presentarse como un tipo que sabe levantarse, pelear y seguir. Es una figura que gusta mucho en la cultura anglosajona, en la que se entiende que el fracaso es una oportunidad de redención.

En la cultura latina, un fracaso te hunde para siempre. No hay perdón social. Solo existe algo que soportamos peor: al tipo que tiene éxito. En nuestras sociedades se aplaude la grisura, el no destacar, la mediocridad rampante. Alguien que fracasa en un empeño en EEUU es una persona que se está tomando más tiempo para tener éxito. Trump intentará regresar en 2024. Está en su ADN. Veremos cuál es la situación política y su fuerza electoral. Sus tuits incendiarios tratan de mantener enfadados a sus seguidores. Los necesita para no desaparecer de la escena. Quiere ser una especie de presidente en la sombra que dirige a los senadores en las guerras de obstrucción.

La presidencia de Biden se juega sus opciones de éxito en las elecciones parciales al Senado en el Estado de Georgia, previstas el 5 de enero. Son dos escaños que pueden dar a los demócratas el control del Senado hasta enero de 2023 y la posibilidad de impulsar una nueva narrativa que desinfle el trumpismo.

Muerto Trump, se acaba la rabia del populismo, sostienen algunos analistas. Es un error por dos motivos: el aún presidente de EEUU sigue vivo políticamente, y el populismo de derechas está más activo que nunca. Más allá del covid 19 y del efecto que genere la vacunación masiva, y de la crisis económica que lleva aparejada, tenemos una sociedad asustada que dejó de interesarse por la verdad. Solo necesitan encontrar un líder más articulado, menos histriónico, para seguir haciendo daño. La democracia está en grave riesgo en EEUU y en Europa, donde la política ha quedado desplazada por el prime time. La verdadera pandemia es la estupidez.

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