PORTADA MAÑANA
Ver
El fundador de una sociedad panameña del novio de Ayuso gestiona los chequeos médicos de la Comunidad

Muros sin Fronteras

Ayuso ya se ha comido a Pablo Casado

Ramón Lobo nueva.

Isabel Díaz Ayuso (IDA para resumir) se va a comer con o sin patatas a Pablo Casado y a su fiel escudero Teodoro García Egea. No en estos comicios autonómicos, a los que no se presenta el líder del PP, sino después, si pierde las generales, sean adelantadas en 2022 o cuando tocan en 2023. Desde el punto de vista mediático ya lo ha hecho. Díaz Ayuso es ahora la voz del PP, y no parece dispuesta a soltar el micro.

IDA ha superado el nivel de tolerancia de Esperanza Aguirre, la rana inmaculada en medio de una charca de ranas con la mierda al cuello retratada en cuatro dibujos épicos de Fontdevila en elDiario.es. IDA es como Donald Trump, puede disparar a quien quiera en la Quinta Avenida (Gran Vía en nuestro caso) sin que le afecte electoralmente. Ha alcanzado el Nirvana. Tiene a su favor los medios con más audiencia.

Johan Cruyff explicaba que el fútbol es una manta; si te cubres la cabeza, descuidas los pies, y viceversa: no se puede atacar y defender bien a la vez. Mientras que Casado se lanza a la ofensiva para atraerse el voto de Ciudadanos (y captar tránsfugas), IDA juega a la defensiva ideológica para asegurarse el voto de Vox, que ha encontrado en ella a la musa soñada.

Casado podría alcanzar La Moncloa en 2022 o 2023 si conquistase la inmensa mayoría de ese voto, en teoría moderado, sin decirles que para gobernar en España deberá incluir a Vox en una coalición, y a gran parte de sus políticas. ¿Cómo conseguir esa cuadratura si Ayuso va de la mano con la extrema derecha? ¿Manta larga o manta corta? ¿Cabeza o pies?

Los vaivenes de Ciudadanos en estos años, desde una derecha moderna y europea a la foto de Colón, han superado a los de las autoridades con la vacuna AstraZeneca. Con tanto cambio de norte terminaron desnortados. Inés Arrimadas ha heredado una empresa imposible. Entre sus votantes están los moderados que escogerán el PP y los exaltados que pasarán a Vox. Solo hay una certeza: la inmensa mayoría no votará a un PSOE en coalición con Unidas Podemos por mucho que su candidato por Madrid, Ángel Gabilondo, repita que no subirá los impuestos.

El PSOE debería estar atento a las nuevas corrientes capitalistas de fondo que favorecen la creación de una tasa mínima global para las grandes empresas transnacionales. Sucede con los alquileres, donde la mudanza ha alcanzado a Holanda. Si el PSOE se ancla en los preceptos neoliberales acabará por desnortar a los suyos, algo que ha sucedido a unos cuantos partidos socialdemócratas en Europa.

Si se quiere financiar la Salud Pública, es decir, las cosas de todos que nos defienden a todos, o el creciente déficit pandémico, tal vez sea una buena idea que paguen impuestos las empresas rentables que los evitan. Si por pagar impuestos dejan de ser rentables es que tienen un problema de viabilidad. Todos seríamos más rentables sin pagar las mordidas de algunas compañías que actúan como un cartel limitando la libre competencia real y la elección del ciudadano.

Los caudillos peperos en Galicia (Feijóo), Andalucía (Moreno) y Castilla y León (Mañueco), que interpretan el papel de una derecha moderada, esperan a la Ayuso con ínfulas de lideresa con los cuchillos entre los dientes. Además existen serias dudas de que el madrileñismo chulesco que interpreta la presidenta IDA funcione fuera de Madrid. España es compleja, un proyecto que está en movimiento y en permanente discusión desde hace 500 años.

Abunda una costumbre por estos lares que consiste en minusvalorar al rival, afirmar que es un idiota, que carece de talento, que sus éxitos son producto de la suerte. Se trata de un error. Al contrario, siempre hay que encumbrarlo para potenciar nuestras habilidades y sublimar las victorias. Siempre es mejor vencer a un genio que un cretino.

Miguel Ángel Rodríguez (MAR) es un genio. Lo digo sin recochineo. No sé si es buena o mala persona porque nunca le he tratado; solo coincidí una vez en una comida en la Asociación de Periodistas Europeos. Sé que hizo del hombrecillo insufrible un líder nacional que puso los pies en la mesa de café de George W. Bush en su rancho de Texas. Ahora trabaja detrás de Ayuso. Es el responsable de que una community manager de un perro simpático se haya convertido en la estrella política del momento.

Han conseguido que no se hable del ancianicidio de las residencias de mayores en la Comunidad de Madrid, ni de la gestión pandémica. Tampoco de una presidenta que ha dedicado más tiempo a firmar contratos extraordinarios por la vía de urgencia con empresas afines que a dotar de medios a la Sanidad Pública, diezmada desde el aguirrismo. Firmar contratos sin control democrático en el territorio de la Púnica y la Gürtel debería ser motivo de alarma periodística y ciudadana.

MAR trabaja en un territorio sin memoria. Centra todo en la confrontación con el Gobierno de Pedro Sánchez. Ha creado un discurso en el que Ayuso es inocente de todo y responsable de nada. La hostelería celebra su política de bares abiertos y terrazas petadas, sin distancia ni mascarillas, pero no se preocupa de que Madrid es la única comunidad española que no ha otorgado ayudas directas al sector. Todos mirando al dedo gusiluz de IDA en vez de atender a la realidad. No entro en bares y restaurantes que no distinguen una gamba de un cordero.

Lo que está sucediendo en Madrid, la fusión entre un partido de derecha democrática con otro negacionista de extrema derecha, es una excepción en Europa occidental. Es una corriente que está en horas bajas en Alemania, Holanda, Grecia e Italia, entre otros países. El discurso anti inmigratorio de tintes xenófobos funciona, ayuda a abrirse hueco político, pero no es suficiente para alcanzar el poder. En Hungría y Polonia se nutren de un ecosistema propio; el del ultra-catolicismo en el caso polaco y el del oportunismo de Viktor Orban que le ha llevado a abrazar tesis antieuropeas, en la línea de Putin. El líder ruso no es de izquierda, es otro oportunista, pero en este caso muy listo.

La pandemia no ha supuesto un impulso. La mayoría se debate entre atacar a los gobiernos y aprovechar el miedo de la ciudadanía ante el virus, los errores de gestión y el empleo, o seguir con el mantra migratorio. La ofensiva contra las restricciones y la obligatoriedad de las mascarillas han encontrado su público en EEUU, no tanto en Europa. Sucede lo mismo con las vacunas. ¿Se aceptan y se critica el caos en su reparto o se rechazan por Bill Gates, Soros, el 5G y por todas esas cosas que tanto inquietan a Miguel Bosé?

Los presidentes más negacionistas, Donald Trump y Jair Bolsonaro, arrastran la gestión más catastrófica, inepta y con mayores infecciones de covid y muertos. En la América del Norte blanca cristiana fanatizada que tiene miedo a los cambios económicos funcionan mejor las teorías de la conspiración. Es un problema autóctono, como el de las armas. En España, el negacionismo está en el discurso de Vox, pero no tanto en el del PP, aunque Ayuso lo bordea con su rechazo a las medidas de confinamiento y cautela.

Por desgracia no somos Portugal

Por desgracia no somos Portugal

Las últimas encuestas indican que Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, podría ganar la primera vuelta de las próximas elecciones presidenciales francesas. Ya pasó en las anteriores. No es una novedad. Entonces, todo el espectro político desde la derecha a las izquierdas apoyó a Macron para cerrar el paso a Le Pen. El voto que recogen las encuestas no es el de un apoyo a Le Pen, sino de un rechazo a un Macron que ha desilusionado a todos.

La socialdemocracia se quedó sin discurso propio tras la contra-revolución conservadora de la Escuela de Chicago, de los Reagan y Thatcher. Se hizo liberal dejando a su espalda un terreno enorme para los poscomunistas. Podemos y Syriza han sido sus ejemplos más exitosos, pero ambos han frenado su crecimiento, presos de sus contradicciones. Han resurgido los Verdes en Alemania y Austria para ocupar ese espacio. No son los mismos verdes de los años ochenta, los de ahora son menos ideológicos. Defienden un ecologismo social. Tal vez se convierta en el motor dominante de cambio cuando pase la emergencia médica causada por la pandemia, como sugiere Thomas Piketty.

El paso del covid ha dejado la sensación de que algo no funciona. La UE ha fracasado en la distribución de las vacunas. Los cambios de criterios y las franjas de edad han dejado una sensación de improvisación. Es la grieta por la que se pueden colar unas extremas derechas 2.0, que viven, como dice el periodista Bru Rovira, del desmoronamiento, como pasó en los años 20 del siglo pasado. Las fuerzas democráticas de derecha e izquierda no saben gestionar los nuevos problemas, como el teletrabajo y la robótica, para adaptar los impuestos a la realidad de la producción pospandémica. Desde la desaparición de los centros políticos, donde confluían liberales y socialdemócratas, solo queda el espacio para los discursos simplistas. Y en este campo Isabel Díaz Ayuso es la reina.

Más sobre este tema
stats