Buzón de Voz

Pensar fuera de la caja (de Colón)

Jesús Maraña nueva.

 Pocas horas después de ser proclamado ganador del Premio Princesa de Asturias de las Letras, Emmanuel Carrère mantuvo una interesante conversación con el corresponsal de El País en París, Marc Bassets. A menudo se explica mucho mejor la realidad a través de la literatura que del periodismo, con más motivo cuando quien habla es considerado referente fundamental de la llamada ‘no ficción’ y la ‘autoficción’. Preguntado por la causa de que sus libros tengan tanto éxito entre los lectores en español, el autor de joyas como De vidas ajenas o Limónov responde: “No lo sé. Me gustaría saberlo. Quizás haya una afinidad. Me siento cómodo tanto con los españoles como con los rusos. No son gente del todo razonable. Hay una especie de locura española como la hay rusa” (ver aquí).

Habrá de todo, claro, que nadie se ofenda. Pero es cierto: no somos gente del todo razonable, más allá del ingrediente quijotesco de esa ‘locura española’ que tanto atrae al resto del mundo. Y si alguien lo duda, bastará con que se dé una vuelta por la madrileña plaza de Colón este domingo.

¿Acaso quiero decir que lo único razonable es apoyar los indultos y todo aquel que se opone a ellos lo hace de un modo irracional? No digo eso (no soy tan sectario ni tan soberbio). Quizás se me entienda mejor si atendemos a una segunda reflexión de Emmanuel Carrère en la conversación citada. Se le pregunta por su aportación como escritor, y él dice que espera aportar “una cierta honestidad y una cierta obstinación a la hora de cavar siempre en un mismo surco”. ¿Qué surco?, pregunta Bassets. Y entonces Carrère alude a esa expresión inglesa tan usada (incluso manida), especialmente en el mundo de los negocios desde finales de los años 70: “To think out of the box”, “pensar fuera de la caja”, que no consiste en pensar diferente porque sí, con el único afán de llamar la atención o dar la nota, sino en abordar los problemas con la mente abierta a utilizar recursos y opciones hasta el momento no manejadas. Si las herramientas usadas no han servido, probemos con otras, seamos creativos (que no es lo mismo que frívolos o irresponsables).

La nueva manifestación de Colón es tan legítima como cualquier otra. Reconozco que me importa entre poco y nada quién o quiénes saldrán esta vez en la foto, si destacará más Ayuso que Casado, si Abascal arengará o no una sonora pitada a la “derechita cobarde”, si Arrimadas asomará por una esquina, si la tapará la figura de Cayetana Álvarez de Toledo o si el escenario será suficientemente grande para acoger el ego de Rosa Díez y el nacionalismo antinacionalista de Fernando Savater. Lo más preocupante de la cita de Colón es que no aporta absolutamente nada nuevo para solucionar uno de los problemas más complejos que España tiene por resolver.

El PP, Vox, Ciudadanos, el club de la antigua UPyD y otros ilustres participantes como el lobby ultracatólico Hazte Oír, la Fundación Nacional Francisco Franco o la Asociación de Militares Españoles (integrada principalmente por militares retirados ultraderechistas) siguen alegremente encerrados en su caja de Colóncaja de Colón. A la cita faltarán algunos barones autonómicos del PP, pero no fallará algún Utrera Molina que recuerde de qué hablan cuando hablan de la unidad de España. Si es que se tratara de eso, porque algunos de los promotores llaman directamente a “expulsar” a Pedro Sánchez de la Moncloa (ver aquí).

En realidad ese es el nexo real que une este domingo a nombres tan sorprendentes (compartiendo pancartas) como el filósofo Savater y el exgeneral Chicharro. Un defensor indomable de la Constitución y un defensor implacable del franquismo tienen en común su indisimulado deseo de tumbar al Gobierno “socialcomunista”. Como en su día se trataba de liquidar al gobierno de Zapatero por apostar por el final dialogado del terrorismo de ETA.

En la caja de Colón saben perfectamente que los indultos son legales, que no rompen España como en su día tampoco se “vendió” Navarra y que, en la disparatada hipótesis de que alguien acordara algo incompatible con la legalidad o con la Constitución en sus términos actuales, los tribunales impedirían su ejecución, quizás con penas tan desproporcionadas como las que el Supremo decidió contra los protagonistas del procés. Unas condenas que, aunque en Colón no quieran enterarse, no se entienden en el resto de Europa, como están demostrando los apoyos a los indultos expresados desde instituciones clave (ver aquí) y las cabeceras de prensa más influyentes de los distintos Estados. A la espera además de lo que el Tribunal de Estrasburgo dictamine sobre una sentencia por la que políticos independentistas llevan ya cumplidos tres años y medio de cárcel.

Pensar fuera de la caja de Colón es dar una oportunidad a la palabra, sustituir el “a por ellos” y los porrazos por el diálogo, pensar en el futuro en lugar de seguir buscando quién tuvo más culpa en “la conjura de los irresponsables” (ver aquí) que nos llevó al octubre negro de 2017. Se trata de explorar opciones hasta ahora no contempladas. Si alguien piensa que se ha llegado hasta aquí por esporas o improvisadamente, sin un cultivo de la confianza mutua entre el sector más pragmático de ERC y el Gobierno, se equivoca, como se equivoca quien piense que la carta de Oriol Junqueras descartando como prioritaria la vía unilateral o admitiendo (una vez más) que el independentismo no tiene mayoría suficiente en Cataluña, es un paso no previsto ni consensuado por ambas partes.

Los indultos no son el final sino el principio de una estrategia cuyos frutos tardaremos años en poder valorar. Una vez se conozcan los detalles individualizados de ese perdón y las condiciones para que no haya marcha atrás, tanto el Gobierno (y muy especialmente el PSOE) como ERC tienen que afrontar la enorme tarea de convencer a sus propias filas de que no son traidores sino valientes (ver aquí). De que el riesgo que corren asumiendo que todos los demás en sus entornos clamarán un “a por ellos” por motivos contrarios (a unos por “vender España”, a los otros por “traicionar a Cataluña”) será recompensado.

No hay tertulia en la que no aparezca un tertuliano asiduo de la caja de Colón que advierta: “mucho diálogo, mucho buenismo, pero ¿de qué hay que hablar? ¿Qué se puede acordar?”. Parece mentira que a menudo sean los mismos que consideran intachable una Transición que no habría llegado a ninguna parte si Suárez, Carrillo, González, Fraga o Marcelino Camacho hubieran partido de esa misma actitud. La fractura en la sociedad catalana y el encaje o desencaje de Cataluña en España no se resuelve en dos semanas ni en dos años. Quienes más implicados están en el proceso apuntan que en los próximos meses escucharemos hablar mucho de más autogobierno y mejor financiación, por el lado del Gobierno, y de referéndum pactado, por el lado del Govern. Aunque todos los focos se centren en Sánchez y Aragonès (con Junqueras en la sombra) es tan importante o más la relación que se consolide entre el PSC y ERC en el Parlament catalán, donde el ganador de las elecciones (Illa) puede aportar al ganador del independentismo (Aragonès) la estabilidad que ni Junts ni la CUP le garantizan.

Este domingo escucharemos gritos muy sonoros desde la caja de Colón, cuyo eco se multiplicará gracias a un ecosistema mediático siempre dispuesto a ayudar en la labor. Los mismos altavoces que desde hace años critican (a menudo con motivo) que la política se ha acostumbrado a ofrecer eslóganes que dan la razón a lo que en cada momento los respectivos electorados desean. En este asunto la cosa no va así. Al contrario. Por primera vez en mucho tiempo, líderes políticos democráticos apuestan por un proyecto y un discurso que rechazan mayoritariamente en sus propias filas. Vale la pena explorar ese camino, y comprobar si Sánchez, Junqueras y todo aquel que esté dispuesto a “pensar fuera de la caja” logran la credibilidad suficiente para hacer cambiar de opinión a un número suficiente de catalanes y españoles.

P.D. Este lunes 14 de junio, por la tarde, infoLibre y elDiario.es organizan en Taller de Ideas un debate titulado ‘Cataluña: diálogo y soluciones’. Falta hace compartir reflexiones, dudas y propuestas en medio de tanto ruido.

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