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Verso Libre

Da lo mismo carne que pescado

Luis García Montero nueva.

La metonimia es un recurso poético que permite designar algo con el nombre de otra cosa gracias a sus cercanías espaciales o a la relación de causas y efectos. Al hablar de canas introducimos el asunto de la vejez, y cuando un amigo nos pregunta si hemos leído a Antonio Muñoz Molina entendemos que, en realidad, nos está preguntando si hemos leído los libros o el artículo de Muñoz Molina.

Los recursos poéticos son una herencia en movimiento de los usos y las disposiciones humanas. Al estudiar los mecanismos del inconsciente, Freud señaló la importancia de los desplazamientos. Interpretar un sueño lleva a veces a comprender la aparición de una persona no tanto por ella misma, sino por aquello que tenía al lado y que la conciencia quiso silenciar.

La dinámica de los desplazamientos y la metonimia adquieren un papel importante en la mala poesía de una realidad ligera que necesita quitarse autoridad a sí misma para relativizarlo todo. La cultura neoliberal, aquella que justifica la pérdida de autoridad del Estado para establecer marcos de convivencia que equilibren los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad, ha glorificado un modo imperativo de pensar sin pensamiento y un estado de ánimo en el que imperan el corto plazo y la negación de las responsabilidades sobre el futuro. Es decir, ha convertido el mundo en un conjunto de frases hechas: todo da igual, todos son iguales, nada tiene arreglo, la verdad no existe, da lo mismo carne que pescado…

Por eso cuando participamos en discusiones conviene saber sobre lo que en el fondo y a la larga se está discutiendo. Y la primera precaución es no caer en el fanatismo y evitar que los orgullos olviden los valores democráticos colectivos para exasperar las identidades particulares.

Las operaciones metonímicas sirven para que una corrupción política imponga la idea de que toda la política es corrupta. Sirven también para que una sentencia determinada o un comportamiento judicial mezquino e irresponsable generalicen la idea de que la justicia es un estercolero. Por metonimia suelen imponerse las sensaciones de que una servidumbre a los poderes económicos o un hábito mafioso definen toda la esencia del periodismo y del derecho a la información. El contexto es una red en la que todo se dice sin pudor y todo el mundo opina de todo.

Así se conforma una realidad contagiosa: las falsas noticias están vinculadas con la idea deconstructiva de que la verdad no existe y el descrédito de la política se basa en la lógica de que da lo mismo carne que pescado. Podemos seguir en el mundo de las frases hechas: tú a lo tuyo, el cliente siempre tiene razón, los deseos son derechos, esto veo y esto quiero, tengo derecho a falsificar lo que veo para conseguir lo que quiero.

El populismo le ha perdido el respeto al pueblo y al cuerpo para crear una realidad virtual en la que se borra la historia. La cultura neoliberal triunfa. Por poner un ejemplo de actualidad: el protagonismo metonímico de un cambio de Gobierno no lo tienen ni el presidente ni las políticas del partido en el Gobierno, sino una oposición que se dedica a opinar de forma inmediata con insultos desmedidos y a decir disparates sobre los nombramientos y los cambios. Más que la buena o mala cara del ministro que se despide, el síntoma de la realidad que vivimos es el insulto lanzado contra un presidente mala persona.

Hay quien piensa que esto tiene que ver con una rebeldía de poner en duda todo poder. Pero poner en duda todo poder, deslegitimar al Estado y al poder democrático, sólo sirve para crear un vacío en el que resulte posible confundir la palabra libertad con la ley del más fuerte. Que los derechos individuales sean incompatibles con los marcos organizados de convivencia, aquellos que nos permiten cuidarnos y trabajar en común, es el mayor triunfo del capitalismo compulsivo en el que dentro de poco no va a hacer falta ni estar juntos en las jornadas laborales ni en las colas del paro.

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Acabo siempre hablando de trabajo, de empleos, oficios y vocaciones, porque la conciencia cívica es inseparable de la dignidad laboral. Es muy importante que la dignidad laboral se enfrente a la metonimia y al desplazamiento de los descréditos. Supone el mejor argumento contra las generalizaciones antidemocráticas.

Nada es más importante que el hecho de que sea una asociación de jueces la que critique una situación encallada y manipulada de los poderes judiciales. Nada es más importante que el hecho de que sean periodistas de prestigio los que se preocupen por la situación del periodismo, reivindiquen la decencia de la información y defiendan la idea de que la verdad de los hechos existe. Nada es más importante que el hecho de que los partidos políticos se conviertan, antes que nada, en organizaciones defensoras de la dignidad de la política y de la verdad de las razones democráticas.

No podemos dejar que la metonimia de lo fluido lo corrompa todo. Sin decencia política, periodística, judicial e intelectual es inviable la democracia.

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