Aquí me cierro otra puerta

Cómo educar contra la gestación subrogada

Soy radicalmente contrario, sin matices, a la compra de niños, también conocida como gestación subrogada. Me parece un debate tan claro, tan cristalino, tan diáfano, que no voy a perder ni espacio ni tiempo en argumentar una postura que está suficientemente explicada. No hay un solo caso en el que me parezca aceptable.

Lo que me pregunto como padre es cómo puedo educar a mis hijos en esto por una sencilla razón: van a convivir, si no conviven ya, con amigos, compañeros de cole o conocidos que son fruto de la gestación subrogada. Es complicadísimo que yo le explique a mi hijo qué tiene de malo ese niño que está ahí y tiene cara y ojos. Y sentimientos. Y afectos. Porque ese niño o niña no tienen nada de malo, así de simple. Y cuando tengan la edad en la que entiendan lo que ocurre, ¿cómo van a separar lo que yo les cuento de esos afectos que han creado? Sinceramente, como padre no sé cómo gestionarlo. Tampoco sé cuál es la solución.

Sí que tengo claro que trataré de explicarles a mis hijos qué se le hace a una mujer cuando gesta para otros, se lo diré con las palabras claras y los sentimientos necesarios. Tengo dos hijos varones, pero sé que podré. No sé cómo lo asumirán ni qué pensarán, ni siquiera si verán con recelo a niños que no se lo merecen, pero espero que no lo hagan. Me gustaría no tener ese problema, pero me temo que lo voy a pasar.

Creo que en España tenemos un consenso político bastante amplio de rechazo a los vientres de alquiler y, por ese flanco, no veo peligro de una legislación más laxa al respecto. No sé si es suficiente la actual, pero la verdad es que cada vez veo que hay más chiquillos fruto de esta práctica a mi alrededor. También, supongo, porque la exhibición que se hace de ellos en redes sociales es tremenda. Veo cada vez más complicada esta duda que planteo de cómo explicarles a mis hijos lo que pasa a su alrededor.

Así que parece evidente que hay que buscar la manera de que no sea tan sencillo o tan impune esta práctica que está aquí. Eso, al menos, es lo que veo yo como solución al problema presente (esta terrible explotación de las mujeres) y al futuro, a que no haya manera de pararlo por la vía de los hechos, porque estén aquí y no podamos oponer ideas a afectos, sufrimientos lejanos a amores cercanos. Me parece bastante urgente el entendimiento político para que esto se frene. Mis hijos, que fueron un deseo pero no son un derecho, crecerían en un país mejor.

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