Plaza Pública

Madrid será todo norte con el sur más lejos

Concha Denche y Víctor Renes

A propósito de la Operación Chamartín, el jubiloso anuncio del “alargamiento” de Madrid hacia el norte, induce a pensar que si crece el norte encogerá el sur, siquiera, por desdibujamiento y disfuncionalidad espacial. Este proyecto que predica mantener la idea de ciudad proyecta un cambio determinante para el futuro, porque si Madrid se extiende 2,6 Km al norte del norte, la ciudad se modificará irreversiblemente. Una réplica de la ciudad desurbanizada.

Esta operación inmobiliario-financiera confirma la irremediable desigualdad socio-territorial ahondando la brecha norte/sur madrileño o si se prefiere, certifica la segregación como forma de hacer ciudad: la ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres. Necesariamente un crecimiento de tal dimensión y vocación de exclusividad ha de impactar en el conjunto urbano madrileño: desplaza el centro al norte y presenta una especial agresividad para el sur, disputando expectativas y recursos al sur de la diagonal, el sur social.

Madrid Nuevo Norte, mira lejos, al norte de Europa (París, Londres, Ámsterdam) buscando orbitar entre las ciudades globales de primer orden. Norte busca norte, pero evita mirar a su entorno inmediato, la ciudad de Madrid, a la que trasladará las externalidades y efectos indeseables que conlleva una operación de este calibre. Tampoco ha hecho al caso valorar el incremento del desequilibrio territorial que supone revalidar a la periferia sur como territorio sobrante para mano de obra excedente. La diagonal de la desigualdad, el eje sur-este-oeste madrileño, concentra todos los gradientes de la pobreza y la exclusión. En esos 8 distritos los niveles de renta per cápita por debajo y por encima del percentil del 20%, se encuadran en una media del 17,5% (más alto) y el 30,1% (más bajo) de la renta de la ciudad, afectando a un 31,6% del territorio donde reside un 41,3% de la población (1.331.714 habitantes). En ese territorio hay especificidades locales dramáticas: Usera tiene un 46,2% de su población con rentas más bajas, Villaverde un 47,6% o Puente de Vallecas un 41,5%. El contrapunto es Chamartín (78,7% de su población con rentas más altas y 1,9% de rentas más bajas), o Salamanca (84,4% más alto y 0,7% más bajo) ¿Por qué, entonces, concentrar en lugar de redistribuir las ventajas y oportunidades que supone el hecho urbano? ¿Por qué no repartir y articular la actividad económica en la ciudad de Madrid?

Una concentración frente a otra: al sur más paro, menos renta, más inmigración, más precariedad, menor cualificación, menos esperanza de vida, mayor riesgo social y menos futuro, con pocas o nulas inversiones, si acaso remediales; nunca una estrategia de reequilibrio territorial para la ciudad sumidero. Y al norte, como siempre, la geografía del privilegio que concentra el interés de las grandes corporaciones, DCN (el BBVA, acaparando suelo, la constructora San José) y arrastra a las administraciones, rediseñando el futuro mapa de la fragmentación social y su localización sobre Madrid. El urbanismo madrileño está facilitando (por acción u omisión) una focalización de la acumulación de riqueza fija en vez de ser un elemento proactivo contra la eterna cuestión urbana: la desigualdad.

Esta operación financiero-especulativa proyecta la hiperconcentración, al norte, de millones de m de oficinas prime, un Centro de Negocios o Distrito Financiero, (24/7) con miles de apartamentos de lujo ad hoc, más zonas de ocio. Un despilfarro de suelo, un bien escaso y no renovable. Muchas cifras y más incertidumbres. Chamartín no se justifica por las necesidades sociales del entorno y de Madrid. Tampoco por la demanda del mercado: ¿cuál es la demanda de oficinas prime y cual la tasa de desocupación del parque de oficinas? Su clave es la oferta: ofertar suelo para nodos exclusivos a los flujos especulativos del capital global financiarizado. Se invierte porque hay dinero para invertir. Estas masas de capital se dirigen a acaparar productos inmobiliarios prime y ello supone riesgos económicos (depreciación) y sociales: subidas de precios, especulación, expulsión, nuevas ocupaciones.

Chamartín, como un señuelo para captar activos de capital, implica privatizar suelo público del Estado (que el nuevo ministro de Fomento, Ábalos, se ha precipitado a ratificar). Adif obtendrá 1.200 millones de euros. ¿Ventajas sociales? Un difícilmente imaginable pulmón verde, un bosque (sin tocar tierra) sobre una losa de hormigón de 20 hectáreas a cota 9 metros (muy accesible). Y si el paro y la precariedad se acumulan al sur, como no hay norte para todos, al ejército de reserva se le da la oportunidad de sumarse a la ola migratoria diaria de 4.800.000 viajeros con destino al Manhattan mesetario, todavía un poco más lejos. Una movilidad forzosa poco sostenible que aleja residencia y trabajo. 200.000 empleos, propaganda sobre el fin del paro, con limpieza, restauración o servicios, reservados a los hijos de la desarticulación económica y social del sureste. En cuanto a viviendas, no parece que MNN esté interesado en un parque público en alquiler, ni a disputar con el sur la absorción de realojos de poblados marginales en los que se ha venido especializando a los distritos del sureste, la solidaridad impuesta a los espacios más vulnerables receptores de todas aquellas actividades molestas, que la ciudad necesita resolver, pero no quiere tener cerca.

Argumentos discriminadores, además de inconsistentes, que pretenden deslumbrar a los ciudadanos madrileños para que no recelen del pelotazo. Aquí no se reparten ni la riqueza ni la pobreza. Se apalancan los inversores y se apropian de la demanda local y la economía productiva real. Las expectativas de mayor justicia social y espacial para todos los madrileños quedan en un standbye eterno.

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J.M Calvo, concejal de Desarrollo Urbano Sostenible, ha publicado que la segregación del sur es demagogia. Demagogia es favorecer la apropiación de la ciudad por los inversores, revalidar la posición hegemónica de las grandes corporaciones implicadas, y conformarse con lo único posible, mientras se exige a los más abandonados de la ciudad que se resignen. Arrogancia es confundir el interés general (de todos) con los beneficios (de los de siempre) al margen de otras consideraciones sociales, alegando que algo se mueve después de 25 años; pero ¿quién quiere un terremoto?

Desde el profundo y desmantelado sur, que lo es hoy, y con estas previsiones parece que lo seguirá siendo sin remisión, la city financiera es una amenaza: el espejo ciego del descompromiso con el Reequilibrio Territorial y la reducción de la desigualdad en la ciudad fragmento. La sombra del Plan Bidagor, de norte próspero y sur desaguadero de la ciudad, se pasea entre tan altas torres, como un fatum. Lo nuevo nace ya viejo en este nuevo norte. ________________________

Concha Denche (socióloga) y Víctor Renes (sociólogo) son miembros de la Asamblea de los Barrios del Sur.

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