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Marruecos 'connection'

Fernando Ripollés Barros

Son las 18 horas de una tarde cualquiera. Atravieso el Estrecho navegando bajo pabellón marroquí. Mar en calma, visibilidad de más de 15 kilómetros y la siempre hipnotizante compañía de grupos de delfines.

 

Entro en Marruecos por el puerto de Tánger Med, en Oued Rmel, a 40 kilómetros al Este de Tánger y a 20 kilómetros al Oeste de Ceuta. En la ladera del pequeño monte que precede al puerto, puede leerse, en letras gigantes y blancas “Alá, rey, patria”, por ese preciso orden. Mi llegada coincide con una sucesión de noticias que no deberían de pasar desapercibidas o ser analizadas como simple política doméstica de un país soberano.

A escasamente dos millas náuticas, ya empiezan a surgir innumerables interrogantes.

Tánger Med está catalogado como el primer puerto de África en volumen de mercancías, un serio y directo competidor para los puertos españoles, concretamente para el de Algeciras (pero aquí seguimos distraídos con el fútbol).

Centenares, miles de contenedores se acumulan en el mega puerto marroquí.

Hasta allí se han deslocalizado numerosas empresas como Renault, Inditex, Delphi (ésta última de infausto recuerdo para la Junta de Andalucía que todavía paga las consecuencias económicas de su marcha), etc. Ya se empieza a hablar de Tánger Med como de un paraíso fiscal y laboral. Fiscal, porque las empresas que allí se instalan tienen unas ventajosas condiciones fiscales. Laboral, porque el salario medio de un trabajador es de 400 €/mes y una jornada de 60 horas semanales. Ambos beneficios son imbatibles e incompatibles con nuestra legislación fiscal y laboral vigente.

A pesar de los millares de contenedores, llama la atención no ver ni un solo buque descargando o cargando. Ninguna grúa en funcionamiento. Ningún camión que transporte contenedor alguno. Es cierto que acaba de celebrarse la sagrada fiesta del cordero, pero no deja de resultar llamativo.

Tras el atraque en el puerto, los 4 pasajeros que vamos a pie (el resto fue en su vehículo), somos conducidos en un bus hasta una fabulosa terminal-intercambiador que, fuera de lo habitual, está a unos 2 kilómetros del muelle. La terminal también se encuentra, sorprendentemente, prácticamente vacía.

Durante el trayecto, y a pesar de no haber ningún movimiento de mercancías, ni actividad alguna, salvo nuestro traslado, las instalaciones del megapuerto se encuentran fuertemente vigiladas. Policías cada pocos metros, furgonetas blindadas portando, adosadas, vallas con concertinas para, en caso de necesidad, alinearse los vehículos formando un muro inexpugnable, patrullas con perros adiestrados. Un exceso de protección policial para un puerto aparentemente paralizado.

Llego a Tetuán, mi destino, dos horas después de la hora prevista, tras un tortuoso recorrido por una carretera aceptable pero colapsada. Desde allí me moveré por distintas zonas de la región de Yebala. Como siempre, soy bienvenido por los lugareños, que derrochan hospitalidad y amabilidad.

Como ya relaté alguna vez, llama la atención la cantidad de hombres, sobre todo jóvenes, que aparentan estar en actitud ociosa durante todo el día. Sentados en cafés o apoyados en paredes.

La primera noticia de calado que salta coincidiendo con mi llegada es la reinstauración, por expreso deseo regio, del servicio militar obligatorio para hombres y mujeres de entre 19 y 25 años. Su aprobación parlamentaria es un mero trámite. La versión oficial: “meter en vereda” a los jóvenes ociosos, susceptibles de caer en turbios negocios que no suelen acabar bien. Además, y esto no se dice, probablemente para paliar las elevadas tasas de paro juvenil.

Pero no se nos debería escapar que las fronteras del Tarajal (Ceuta) y la de Argelia, son vasos comunicantes. Prácticamente todo el que supera la frontera argelina acaba intentando atravesar el Tarajal, legal o ilegalmente, escondido o en salto multitudinario.

Incorporar tropa de reemplazo sirve para reforzar a un ejército profesional, lo que le permitirá, según Europa se comprometa más o menos con el reino alauita, ejercer más control en la frontera con Argelia, o más presión en las inmediaciones del Tarajal o en las estribaciones de los montes Beliones y de Sidi Ibrahim. Abrir la llave de paso migratoria es fácil, pero, si hay que cerrar porque Europa “apoya” generosamente, se requiere entonces un ejército más numeroso y preparado.

Marruecos, aunque más limitado en recursos frente a Europa, sabe jugar muy bien sus cartas. Además de las fronteras, que tantos quebraderos de cabeza trae a Europa y al Gobierno español, también sabe jugar, en la medida de sus posibilidades, con sus decisiones político-económicas. Con días de retraso, por el silencio sepulcral de las autoridades españolas, se hace público que el Gobierno marroquí ha dado cerrojazo a la aduana de Melilla, lo que de facto supone un mazazo para la economía doméstica de la ciudad autónoma. Tras 60 años en funcionamiento, precisamente a instancias de Marruecos para dar salida a las explotaciones de minerales del Rif, Marruecos da un golpe de autoridad frente a la galería internacional, sin preaviso y sin que concurran causas que pudieran justificarlo, dejando en previsible inestabilidad económica a Melilla, donde cerca del 90% de las transacciones aduaneras se hacen en metálico dada la peculiar naturaleza de ambas regiones.

Si hace un año escribí “El Tarajal. La frontera olvidada”, prácticamente nada ha cambiado desde entonces. Nuestros Guardias Civiles y Policías Nacionales siguen realizando en esta frontera, tristemente famosa, un trabajo encomiable en condiciones muy deficientes, sin recursos humanos suficientes y sin recursos materiales modernos propios de un país europeo del siglo XXI. Los repuntes de avalanchas de migrantes que buscan una vida mejor y, sobre todo más segura, se siguen produciendo.

Nuestros políticos, de todo pelaje, salvo las pertinentes fotos en clave electoral, no han hecho nada que ayude a mejorar el paso fronterizo de Ceuta; no han hecho nada frente el cerrojazo aduanero en Melilla, no han hecho nada por mejorar la competitividad del puerto de Algeciras frente al gigante Tánger Med. Y, desgraciadamente, ningún acercamiento diplomático eficaz ha intentado con nuestro “vecino”.

Marruecos, un país al que me unen lazos de sangre y al que añoro cuando no lo respiro, merecería que España, que tanto le debe desde su nefasta gestión del Protectorado y del Sáhara Occidental, desplegara una política exterior y una diplomacia verdaderamente eficaces y que sea nexo de unión entre dos continentes que se miran. _______________

Fernando Ripollés Barros es abogado y periodista.

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