Plaza Pública

¡Podemos ha muerto! ¡Viva Podemos!

Clara Ramas

Con unos días de perspectiva tras el anuncio del tándem Carmena-Errejón bajo la plataforma Más Madrid, todo parece apuntar a una primera conclusión: este movimiento puede ser el primer paso para resucitar el impulso que representó el Podemos original cuando vino a cambiar para siempre la política española y, así, recuperar la iniciativa en el bloque progresista.

La forma clásica de partido, y específicamente de partido de izquierdas, está en una cierta crisis. Años de precariedad y recortes se conjugan con un cansancio y desafección manifiestos ante la clase política. La irrupción de Podemos parecía un revulsivo destinado a invertir esa tendencia, pero hoy, cinco años después, el balance dice otra cosa. Según el sondeo de Metroscopia que conocimos esta semana, la izquierda pierde entre 2015 y 2019 dos millones de votos. Un millón se marchó en 2016 y otro se marcharía ahora si hubiera elecciones (datos de enero 2019, antes del anuncio de Errejón). Su resultado más probable sería parecido al de 2011, cuando el PP tenía mayoría absoluta. La última demostración ha sido lo sucedido en Andalucía: las derechas sumaron apenas 53.000 votos más que hace cuatro años, pero PSOE y Adelante Andalucía se dejaron un millón. Estamos ante una cierta parálisis: no hay (al menos no todavía) una subida significativa del apoyo electoral a la derecha, pero sí un agotamiento de las fuerzas progresistas.

En este estancamiento, aparece en varios lugares una fórmula distinta, la única que ha sido capaz de dar buenos resultados en el campo progresista: plataformas abiertas, con ideas agregadoras amplias y líderes bien valorados. Es el caso de Carmena y de Colau. En este sentido, una fórmula de plataforma amplia, articulada en torno a ideas con el mayor potencial transversal (feminismo, ecologismo, condiciones laborales y de vivienda…: una patria cívica que cuida), tiene probablemente mucho más futuro que partidos rígidos que se enrocan en su identidad rígida de izquierda clásica.

Hoy por hoy, el actual Podemos hace gala de esa rigidez. Gestos de enfado continuo, repeticiones mecánicas de eslóganes que ya suenan vacíos (“nos enfrentamos a los privilegios de los bancos y los fondos buitre”), reacciones defensivas que alimentan la polarización con la ultraderecha (”alerta antifascista”)… Ni siquiera logros tan prometedores como la moción de censura o los Presupuestos han servido para revertir la tendencia demostrada en las encuestas. La actual dirección debe reflexionar seriamente sobre el rumbo tomado.

A la espera de resultados tras el anuncio de Errejón, las perspectivas son halagadoras: es el candidato más conocido (91,3%) y el más valorado por sus votantes (7,6%). Por otra parte, los madrileños valoran con un 4,67% la gestión del PP en la Comunidad en esta legislatura (frente a un 5,77% en el Ayuntamiento). Diversas encuestas online realizadas tras el anuncio, si bien no concluyentes pero sí significativas como primer pulso del clima general, apuntaban a una aplastante ventaja de Más Madrid sobre Podemos; con unas nada desdeñables casi 20.000 respuestas, un 82% votaría a Errejón en lugar de a Iglesias. En eldiario.es, con 25.730 votos, un 59% apoya a Errejón.

Todo esto parece apuntar a que Más Madrid puede resultar la mejor plataforma para atraer a la ciudadanía desmovilizada: y ésta, y no el auge de la derecha, es la causa de la actual situación electoral española. Por todo ello, algunos análisis apuntan, ya sin ambages, a que una situación de tres partidos a la izquierda (contra tres a la derecha) puede resultar una mejor fórmula para movilizar: pues de esos dos millones de votos perdidos, la mayoría han ido a la abstención, y casi un tercio de votantes del espacio de la izquierda declara explícitamente que no existe un partido que represente a la ciudadanía. Un tercio de ciudadanos progresistas se sienten huérfanos: el clamor para la formación de Más Madrid es incuestionable. Este martes en la SER se alababa a Errejón por haber sido capaz de prever esta tendencia desde sus tesis de la “competencia virtuosa”: que sí habría hueco para otra fuerza progresista.

Lo que se dirime aquí, de fondo, es una cuestión política de calado que va más allá de lo electoral. Como recuerda Jesús Maraña, Errejón había dicho poco antes de Vistalegre II: “Para ganar dentro, pierdo fuera, y para ganar fuera, tengo que perder dentro”. Errejón acertaba, tal y como se confirmó tras los resultados: había un desfase importante entre la visión de los militantes y los simpatizantes de Podemos o, incluso, posibles votantes en general. Errejón perdió dentro, en Vistalegre; pero, ¿perdió fuera, en el país? Los datos son contundentes: un 42,7% de los españoles habría votado a Errejón, frente al 25,8% que se habría decantado por Iglesias. Errejón, también, era el candidato preferido por los votantes de todos los partidos, menos de Podemos. Esta fractura se reproducía en más y más aspectos: el relevo en la portavocía parlamentaria de Errejón por Irene Montero solo satisfizo al 27,3% de los simpatizantes; y solo el 12,5% de quienes simpatizaban con Unidos Podemos afirmaron sentirse más cercanos a la organización tras este último congreso. Esta brecha entre el adentro y el afuera, que comenzó con la pérdida de más de un millón de votos en junio de 2016, no ha hecho sino crecer en estos últimos dos años. No saber leer esta quiebra es la marca del mal político. Errejón, en cambio, lleva años leyendo correctamente esta brecha entre el alineamiento partidista y la producción de consenso amplio: y su paso con Más Madrid es tan sólo la consecuencia lógica de quien antepone la posibilidad de incidencia política y transformación de la realidad a la acumulación autorreferencial de poder interno.

Lo que se juega aquí es lo siguiente. Cada vez se dibuja con más nitidez que Errejón no sólo fundó un partido, no sólo diseñó las únicas estrategias que le llevaron a un éxito fulgurante, no sólo su apartamiento ha conducido a la creciente irrelevancia del mismo; sino que, además, puede dirigirlo. Y eso, por supuesto, está levantando más de una ampolla. Su último gesto con Más Madrid ha demostrado que es un dirigente capaz de tomar el pulso real de la sociedad, algo que desborda el interior del aparato de partido. Pero, por esto mismo, este conflicto no es personal, ni una batalla de egos. Las ideas tienen su propia lógica, e imponen la más dura de las disciplinas. Esa disciplina no se elige: sí se elige respetarla o no. Él ha elegido respetarla, pagando un precio personal. Tanto con la elección de Más Madrid como con el abandono de su escaño en el Congreso de los Diputados ha demostrado una única cosa: que, para él, las ideas están por delante de los cargos y la política por delante de los aparatos. Los dados ahora vuelan alto.

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“¡La revolución ha muerto! ¡Viva la revolución!”. Así concluía Marx su escrito sobre la lucha de clases en Francia de 1848 a 1850: fue la derrota obrera en junio, sostiene Marx, la que creó las condiciones para que Francia tomara la iniciativa de la revolución europea. Quizás, muy probablemente, pueda decirse lo mismo de Podemos, que sin duda tendrá que estar presente y trabajar por su encaje en la nueva situación. Los partidos, dijo siempre Errejón, son el medio, no el fin. A veces, la cáscara tiene que mutar para preservar el espíritu.

  ___________Clara Ramas

Clara Ramas es doctora Europea en Filosofía (UCM) e investigadora post-doctoral en UCM y UCV. Autora de Fetiche y mistificación capitalistas. La crítica de la economía política de Marx (Siglo XXI)

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