Plaza Pública

¿Quién debe pagar el nuevo Pacto de Toledo?

Una pareja de ancianos camina este viernes por el paseo de la Zurriola de San Sebastián.

Albino Prada

Vaya por delante mi acuerdo con dos objetivos principales del acuerdo: evitar la pérdida de poder adquisitivo de las pensiones y la no reducción de la pensión inicial, sin que ello empeore el equilibrio de nuestro sistema de pensiones. Porque sin duda revalorizar en base al IPC y evitar que la ampliación de los años utilizados en el cálculo de la pensión inicial perjudiquen a los pensionistas, supone incurrir en un mayor coste que si así no se hiciese. Y ello a pesar de no avanzarse en la corrección de lo que deben ser unas pensiones mínimas, dignas o suficientes que a día de hoy están muy lejos del salario mínimo.

Pero, dicho esto, la cuestión clave es: ¿cómo se pagará esta factura para no desequilibrar aún más el sistema según lo aprobado por la Comisión del Congreso del nuevo Pacto de Toledo?

Por una doble vía fundamentalmente. Por un lado los trabajadores futuros se jubilarán más tarde, ampliando aún más la duración de la vida laboral que ya se venía observando en España. Algo en lo que llueve sobre mojado a mayores de la no reducción de la jornada laboral semanal en las últimas décadas. Así se recaudarán más años y se pagarán menos años.

El acuerdo consolida la ampliación de la edad ordinaria de jubilación de los 65 a los 67 años (aprobada en 2011) e incluso busca la prolongación voluntaria de la vida laboral más allá de esa edad, ahora ordinaria de jubilación. Si pasamos de los 31 a 35 años de vida media laboral entre 2000-2020, ahora lo haremos hacia los 38 años (y con tres años menos de percepción de la pensión). Todo un renuncio para un mundo post moderno que presume de hiper tecnológico y presuntamente muy alejado del de Charles Dickens o Carlos Marx.

Por otro lado, la factura se pagará, en ausencia de una profunda reforma fiscal progresiva, asumiendo con el presupuesto, vía déficit del Estado y deuda, parte de lo que venía siendo déficit del sistema por los llamados gastos impropios o indebidos. Trasladando esta deuda a las generaciones futuras… de trabajadores. Gastos indebidos que el ministro de Seguridad Social estima en 23.000 millones y que en 2023 quedarían ya por cuenta de ingresos tributarios ordinarios (IRPF e IVA sobre todo), o a cuenta de déficit y deuda.

Digo en ausencia de una reforma fiscal pendiente, pues si bien el proyecto de Presupuestos para 2021 camina en la buena dirección de la progresividad fiscal, el incremento previsto de ingresos no supone más que una pequeña parte de la brecha fiscal que arrastramos con la media de la Unión Europea. Brecha que explica nuestro recurrente déficit y endeudamiento público.

Visto así, y mientras esa brecha persista, el nuevo pacto supone una redistribución de la carga intergeneracional sobre los trabajadores futuros, que serán los costaleros, en favor de los actuales trabajadores jubilados.

Aunque ciertamente habría una opción muy diferente: intrageneracional. Que fuese de las rentas no salariales (y del 1% cada vez más rico), que cada vez son mayores en un mundo hipertecnológico y que ahora son auténticos gorrones, hacia los trabajadores jubilados. Aunque bien se sabe que cuando no podemos hacer lo que queremos, acabamos haciendo lo que podemos.

Hacerlo así supondría que en vez de diferir el coste sobre los trabajadores futuros (en una mayor vida laboral o en sus impuestos) podría haberse repercutido el coste sobre la componente no salarial del actual sistema productivo.

También en este caso por una doble vía. Por un lado evitando el déficit público (al pagar gastos actuales del sistema) a través de una insoslayable ruptura fiscal (en España y en la UE) que aumente la aportación de las rentas no salariales.

Y, por otro lado, haciendo que las bases de cotización no sigan estando solo compuestas por la masa salarial en una economía que alardea de ser 5.0 para unas cosas pero se mantiene alegremente en el siglo XX para otras. Algo que llega a sugerirse en la recomendación 19 del Pacto como el reto para encontrar, en esta mutación económica, mecanismos innovadores. Creo que no es difícil encontrarlos.

Solo así los actuales gorrones dejarían de serlo, y los costaleros dejarían de ser siempre los mismos.

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Albino Prada, miembro de ECOBAS y del comité científico de Attac España, es autor de los ensayos “Crítica del hipercapitalismo digital” (2019) y “Caminos de incertidumbre” (2020)Crítica del hipercapitalismo digitalCaminos de incertidumbre

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