Unión Europea

¿Puede un 'Brexit' con amplias concesiones europeas avivar el euroescepticismo en la UE?

La primera ministra británica, Theresa May.

A menos de cinco meses de que se consume la salida definitiva de Reino Unido de la Unión Europea, Londres y Bruselas siguen sin ser capaces de cerrar el acuerdo de divorcio. Los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete se reunieron a comienzos de octubre en Luxemburgo para analizar el estado de las negociaciones sobre el Brexit, pero la cumbre terminó cerrándose sin ningún avance significativo. La primera ministra británica, Theresa May, que maniobra día sí y día también para sofocar los constantes conatos de incendio provocados por los euroescépticos del Partido Conservador y de su propio Gobierno, no movió ficha y se presentó ante los líderes de la Unión Europea sin ninguna propuesta bajo el brazo que permitiese desbloquear definitivamente la negociación. A la vista de la parálisis en plena recta final del divorcio, Bruselas ha intensificado los preparativos ante el riesgo de que las conversaciones terminen desembocando en un Brexit sin acuerdo.

A pesar de barajar este escenario, que pondría a la economía británica al borde del abismo y que supondría también un duro golpe para el bloque comunitario, la Unión Europea todavía confía en poder desencallar la negociación. “El 90% del acuerdo sobre la mesa ha sido acordado con los británicos”, explicó el negociador jefe de la UE, Michel Barnier, que ha añadido que cerrar un pacto entre Londres y Bruselas “es difícil pero posible”. En este sentido, el líder de los negociadores europeos ha repetido desde la fallida cumbre que será necesario “mucho más tiempo” para sellar un acuerdo de retirada, afirmando que “continuará el trabajo” de las negociaciones en las próximas semanas “con calma y paciencia”. El nudo gordiano que paraliza las negociaciones sigue siendo el caso de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte. Tanto Bruselas como Londres quieren evitar a toda costa el restablecimiento de una frontera dura tras la ruptura.

Ninguno de los dos bloques ha encontrado todavía la fórmula perfecta para desencallar el bloqueo. O, al menos, eso es lo que ha trascendido oficialmente. El diario británico The Times llegó a asegurar recientemente que la primera ministra británica habría llegado a un acuerdo secreto por el que Bruselas aceptaría que todo el Reino Unido continúe en la unión aduanera durante un periodo transitorio, que no sería indefinido, mientras se intenta resolver el asunto de la frontera irlandesa. Este supuesto plan reforzaría las palabras del ministro británico para el Brexit, Dominic Raab, que a finales de octubre remitió una carta a la comisión parlamentaria que sigue el proceso de ruptura en la que aseveraba que a finales de noviembre habrá un acuerdo definitivo con la UE. Sin embargo, ni Downing Street ni Bruselas han confirmado la existencia de este acuerdo.

Con el reloj corriendo, Theresa May, que hace un par de semanas logró domar por enésima vez a los leones del Brexit en el denominado Comité 1922, tendría previsto poner dicho documento de 50 páginas sobre la mesa de los críticos dentro del Partido Conservador avisándoles de que si lo rechazan ellos serán los responsables de una ruptura “por las malas”. Sobre los riesgos de un divorcio “a ciegas”, en el que Reino Unido salga de la UE en marzo sin concretar las condiciones que marcarán la futura relación bilateral, se pronunciaron a mediados de mes el ex primer ministro británico Tony Blair y los ex viceprimeros ministros británicos Nick Clegg y Michael Heseltine. En una columna publicada en el diario El País, pidieron al Consejo Europeo que se resista a aceptar esta salida a ciegas porque “eso enviaría un mensaje muy peligroso” a todos aquellos que “desean acabar con Europa, incluidos los destructivos populistas en su interior” y “sentaría el precedente de que es posible salir de la Unión Europea sin llegar a acuerdos claros sobre el futuro”.

Un euroescepticismo en auge

Con estas palabras, Blair, Clegg y Heseltine ponían el foco en el auge de fuerzas euroescépticas en diferentes países de la UE. Es el caso del Frente Nacional –ahora llamado Agrupación Nacional– de Marine Le Pen en Francia; del Partido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders en Países Bajos; de Alternativa para Alemania en suelo germano o del Partido Popular Danés en Dinamarca, cuyos mensajes ultranacionalistas les han brindado un respaldo social destacable. En otros Estados, estos partidos euroescépticos forman parte del Gobierno. En Italia, por ejemplo, el Ejecutivo se lo reparten entre el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte del ultra Matteo Salvini. Y en Austria, el ultranacionalista Partido de la Libertad (FPÖ) se ha quedado con las carteras de Defensa, Interior y Exteriores a cambio de respaldar al Partido Popular austriaco (ÖVP) de Sebastian Kurz tras las elecciones generales de octubre de 2017.

Una deriva euroescéptica que se ha instalado también en las llamadas democracias iliberales, es decir, en aquellos países europeos que cuentan con gobiernos cada vez menos respetuosos con el Estado de Derecho. Es el caso de Polonia y Hungría, donde la deriva autoritaria que han ido marcando los Ejecutivos de Jaroslaw Kaczynski (PiS) y Viktor Orban (Fidesz) les ha puesto bajo la lupa de las autoridades comunitarias. Contra el primer país, la Comisión Europea ya ha activado el mecanismo sancionador por violar los valores europeos. Contra el segundo, el Parlamento Europeo pidió el pasado mes de septiembre una resolución para que también se le aplique el proceso punitivo. Esta votación evidenció la fractura dentro del Partido Popular Europeo, el grupo en el que se integra el Fidesz. Parte de los eurodiputados conservadores decidieron respaldar a Orban escudándose en el riesgo de que las sanciones pudieran terminar impulsando un “Brexit” en suelo húngaro.

Con este contexto en el Viejo Continente, y con Steve Bannon –exasesor de Donald Trump en la Casa Blanca– intentando articular un frente a nivel comunitario populista y nacionalista, todas las miradas están ahora puestas en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019. Las últimas encuestas dadas a conocer sobre estos comicios reflejan, como era de esperar, un impulso de los ultras en la Eurocámara. Los últimos sondeos publicados por el italiano Istituto Cattaneo, elaborado a partir de encuestas y proyecciones nacionales en los 27 Estados miembro –dejan fuera a Reino Unido, que prevé salir de la UE antes de los comicios europeos–, y la agencia de noticias Reuters otorgan a los grupos parlamentarios ultras Europa de las Naciones y la Libertad (ENF, por sus siglas en inglés) y Europa de la Libertad y la Democracia Directa (EFDD, por sus siglas en inglés) entre 98 y 122 escaños del futuro Parlamento Europeo.

“Todo el mundo ha entendido dónde tiene el bolsillo”

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Mercedes Guinea, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid, ya dejó claro en su artículo “Las negociaciones del Brexit en la primavera de 2018: avances y perspectivas futuras”, que forma parte del informe El estado de la Unión Europea 2018 de la Fundación Alternativas, que “es precisa una buena gestión” del divorcio con Reino Unido “como imperativo para garantizar la supervivencia del proyecto de integración europea”: “[El Brexit] ha abierto un precedente peligroso, que si no se aborda adecuadamente puede ser el comienzo de la desbandada de otros Estados y el deshilachamiento o dilución de la integración europea”. “Obviamente, esta cuestión ha estado en la mente de los negociadores europeos en todo momento. Desde el principio se ha dicho que se tiene que notar que estar fuera de la Unión Europea es peor que estar dentro de ella”, apunta Ignacio Molina, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) e investigador del Real Instituto Elcano.

Sin embargo, los expertos consultados por infoLibre coinciden, a pocos meses de que finalice la cuenta atrás para la salida de Reino Unido, en que las negociaciones se están llevando por el buen camino. “Si uno mira los mandatos de negociación y luego se presta atención a lo que se ha hecho, la Unión Europea no ha cedido en nada importante”, explica Guinea en conversación telefónica con este diario. Además, destaca la unidad mantenida por los Veintisiete en el tira y afloja. Coinciden con ella Molina y Carlos Carnero, director gerente de la Fundación Alternativas. Ambos señalan que hasta el momento la UE “tiene una posición bastante fuerte” que le permite “estar muy tranquila”. “Además, la voz negociadora de la Comisión no solo está basada en la fortaleza política, sino también en los propios tratados. Cuando hablas de comercio internacional, por ejemplo, hablas de competencias exclusivas de la Unión, no de competencias compartidas con otros Estados”, añade Carnero.

Esta “firmeza europea”, aseveran, ha impedido que se aviven incendios en forma de “brexits nacionales” en otros Estados del club comunitario. “Ningún país se plantea seguirlo”, afirma el director gerente de la Fundación Alternativas, que descarta tajantemente que las negociaciones vayan a cerrarse sin ningún acuerdo de salida. En la misma línea se pronuncia su compañera y profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense de Madrid, que asevera que a pesar de que en algunos Estados, como Hungría o Polonia, se hayan podido escuchar discursos euroescépticos, a la hora de la verdad “todo el mundo ha entendido dónde tiene el bolsillo”. “Aquí nadie se ha salido de la fila”, apostilla Guinea, que cree que Bruselas no va a dejarse torcer el brazo, aunque los negociadores británicos tensen la cuerda al máximo, porque “ceder” supone “destrozar nuestra Unión”.

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