28A | Elecciones generales

El debate se atasca en el fango

El debate de Atresmedia acusó el cambio de formato, mucho más abierto al intercambio de golpes. Y expuso a los candidatos a la presión de tener que responder a las preguntas de sus conductores, los periodistas Vicente Vallés y Ana Pastor.

La última oportunidad de medirse en directo antes de la jornada electoral, apenas 24 horas después del primer debate en RTVE, derivó en una confrontación muy áspera, plagada de interrupciones, salpicada de acusaciones de falsedad, en la que Albert Rivera lideró de nuevo la bronca y acabó arrastrando a ella a Pablo Casado y Pedro Sánchez. Pablo Iglesias fue el único que se negó a entrar en ese juego y se mantuvo durante las dos horas que duró la emisión en el terreno de las propuestas.

El líder de Unidas Podemos aprovechó el debate para subrayar el riesgo de que el PSOE termine aceptando un pacto con Ciudadanos y para destacar la importancia de que su formación obtenga un buen resultado y comparta tareas de gobierno con los socialistas, la única manera, insistió, de que Pedro Sánchez no olvide sus promesas electorales. El presidente del Gobierno respondió que no entraba "en sus planes" gobernar con un partido como Ciudadanos, que ha decretado un "cordón sanitario" contra los socialistas.

Los demás siguieron otro camino. Albert Rivera volvió a convertir el atril en un expositor desde el que atizar a Sánchez. Esta vez con una foto enmarcada de Arnaldo Otegi, el líder de EH Bildu, entregando una copia de su tesis al propio Sánchez o exhibiendo una larguísima lista de supuestos casos de corrupción que afectan al PSOE.

Esta vez Pablo Casado no hizo oídos sordos a los ataques del candidato de Ciudadanos y replicó todas sus alusiones. Y apeló abiertamente al voto útil al PP, y no a Vox y a Rivera, como la única manera de impedir que Sánchez acabe gobernando, dijo, "con Podemos y con los separatistas".

El presidente del Gobierno y candidato del PSOE, Pedro Sánchez, no se movió del discurso del primer día. Dejó claro que no permitirá un referéndum en Cataluña, llamó a votar al PSOE para impedir una gobierno de las tres derechas —PP, Cs y Vox— y replicó a la entrega de la tesis que le hizo Rivera dejando en el atril del líder de Ciudadanos un ejemplar de un libro de conversaciones de Santiago Abascal, presidente de Vox. También, como parte de su denuncia contra la alianza de las tres derechas, exhibió una carta que supuestamente habrían empezado a recibir empleados de la Junta de Andalucía, presidida por el PP, por decisión de una consejería de Ciudadanos como parte de la estrategia inspirada por Vox para confeccionar listas negras de personas que trabajan contra la violencia de género.

El líder socialista, acosado a veces al mismo tiempo por Casado y Rivera, se enredó muy pronto en la estrategia de las interrupciones puesta en marcha por el líder de Ciudadanos, que también las empleó a fondo contra el candidato del PP. Y, a sabiendas de que Iglesias volvería sobre el tema, intentó zanjar desde el principio las dudas que dejó pendientes el día anterior sobre las posibilidades de que el PSOE pacte con Ciudadanos después de las elecciones. “No entra en mis planes”, dijo, “pactar con un partido que le ha puesto un ‘cordón sanitario”. Una afirmación claramente insuficiente, en opinión de Iglesias, que siguió poniendo en duda que el PSOE no vaya a alcanzar un acuerdo con Rivera como ya hizo en la anterior legislatura.

Rivera y Casado calcaron sus argumentarios contra Sánchez, compitiendo por acusarle de haber pactado con los independentistas —se ha convertido en una “muñeca rusa, en una matriosca”, le dijo el líder del PP en referencia a los soberanistas catalanes y a Bildu—. El líder del PSOE se mostró desde el primer minuto indignado con las acusaciones, insistió en que son falsas y recordó que si hay elecciones el domingo es porque los independentistas, con el apoyo del PP y de Cs, votaron en contra del proyecto de Presupuestos Generales impulsado por su Gobierno.

Blanquear el terrorismo

Casado llegó a acusar al presidente de “blanquear el terrorismo” y el separatismo por “un puñado de escaños”. Si gana Sánchez, añadió, España dejará de ser lo que ha sido hasta ahora las últimas cuatro décadas. "Votar es gratis pero puede salir carísimo”, advirtió en tono sombrío. En la misma línea, Rivera llegó a decir que el líder socialista "es el candidato del terrorista Otegi”.

Las acusaciones mutuas de mentir fueron una constante en algunos momentos, sobre todo en materia económica, en relación con Cataluña y a la hora de discutir el motivo por el que España todavía no cuenta con una ley reguladora de la eutanasia: Rivera propuso un pacto para sacarla adelante, Casado la ignoró, Sánchez acusó a PP y Ciudadanos de bloquear su aprobación en el Congreso e Iglesias se quejó de que nadie hubiese ayudado a Unidas Podemos a sacar adelante la propuesta que su grupo tramitó en la legislatura que acaba de terminar.

La bronca fue de tal calibre que Pablo Iglesias llegó a afear a sus rivales en varias ocasiones el tono y la constantes interrupciones que sobre todo Rivera, pero también Sánchez y Casado, utilizaron para entorpecer a sus interlocutores.

La pugna por los indecisos, los electores que según las encuestas van a votar el domingo pero dudan entre dos formaciones, se hizo evidente en el último debate. Sánchez centró sus invectivas en Rivera en busca del espacio de centro, donde los socialistas esperan aumentar la ventaja que le otorgan los sondeos. Y Rivera peleó con Casado por el liderazgo de la derecha, clave para conseguir la Presidencia —si PP, Cs y Vox suman mayoría absoluta— pero también para hacerse con la jefatura de la oposición si Sánchez consigue mantenerse en la Moncloa.

En el minuto final que los organizadores del debate reservaron a cada uno de los candidatos para dirigirse a los votantes, Sánchez y Casado llamaron expresamente al voto útil a sus respectivas formaciones. El aspirante socialista recordó que ante las urnas sólo hay dos certezas: “Si las dos derechas presentes junto a la ultraderecha ausente suman, harán lo que en Andalucía” y “el único partido que puede ganar a estas tres derechas es el PSOE”. Por eso llamó a los votantes a que el 28 de abril hagan “una moción de censura enorme y social a la corrupción, a la desigualdad y a la confrontación política”.

El segundo debate, bronco, confuso, visualmente plano y muy visto

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Casado aseguró haber llegado hace nueve meses para “renovar el PP” y “recuperar la confianza de una mayoría de españoles“. Los votantes, subrayó, si quieren que manden Torra y Otegi pueden votar al PSOE, si quieren otra recesión como la de Zapatero, puede votar a Podemos y si no le importa que se fragmente el voto constitucionalista, y que “eso beneficie a Sánchez”, pueden votar a Cs y a Vox.

Rivera evitó esta vez las metáforas, como la del silencio que empleó en el primer debate en RTVE. Y buscó una conexión emocional haciendo referencia a su familia y explicando que es hijo y nieto de autónomos que le enseñaron que las cosas “se cambian trabajando y mirando para adelante”. “Los españoles sois mi gran familia” y “cuando estamos juntos somos imparables, somos más fuertes”, remató.

El último en hablar fue Iglesias y no desaprovechó la ocasión. Recordó que hay dueños de medios de comunicación que “mandan más que los diputados”, que hay energéticas que “compran políticos” y que las cloacas del Estado “seguirán trabajando” para que Podemos no llegue a gobernar. Si dan los números, insistió, los poderes económicos presionarán a Sánchez y Rivera “para que acuerden un Gobierno”. Pero si “la gente se mueve, cambian cosas”, añadió. “Lo demostraron las mujeres el 8 de marzo, los pensionistas y los jóvenes que salieron a la calle a decir que no tenemos dos planetas. La historia no está escrita y el próximo domingo, la historia la escribes tú”.

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