Crisis del coronavirus

Ciudadanos en Madrid, en una "posición endiablada" entre su alianza con Ayuso y el giro estratégico que lo acerca a Sánchez

El vicepresidente madrileño, Ignacio Aguado, junto a la líder del Ejecutivo regional, Isabel Díaz Ayuso.

Madrid, 2 de junio de 2019. Todos los focos mediáticos se sitúan de forma inamovible sobre Ciudadanos. En sus manos está que la balanza del futuro Ejecutivo regional se incline hacia la izquierda o la derecha. Ellos tienen la llave. Y ellos acaparan todas las miradas. Sin embargo, el candidato del partido en la región, Ignacio Aguado, no tarda en despejar todas las dudas desde la sede naranja en la capital. “Con el PP y sólo con el PP”, dice a los periodistas cuando le preguntan con quién tiene pensado sentarse a negociar. La decisión estaba tomada y no se alejaba ni un milímetro de la línea dura que desde hacía meses estaba empezando a dibujar la dirección nacional de Albert Rivera. Lo que nadie se esperaba por aquel entonces es que, un año después, el contexto iba a ser radicalmente distinto. Primero llegó el descalabro naranja en los comicios del 10N, la salida del jefe y la vuelta a la senda de la moderación. Luego, apareció la pandemia. Y, con ella, el incremento de la polarización política en suelo madrileño y la apuesta de Isabel Díaz Ayuso por una estrategia frentista con el Ejecutivo central, un escenario en el que no se encuentra nada cómodo Ciudadanos, su socio de gobierno.

Durante los primeros meses desde su formación, el Ejecutivo de coalición navegó sin apenas sobresaltos internos. Sin embargo, con la pandemia de coronavirus, las costuras comenzaron a abrirse. Desde entonces, las crisis se han convertido en habituales. La primera guerra abierta llegó con la decisión de Isabel Díaz Ayuso de retirar a la consejería de Políticas Sociales, en manos de Ciudadanos, la competencia en materia de residencias para ponerlas en manos de la Consejería de Sanidad, en manos del PP. De puertas para afuera, este movimiento dejaba el mensaje de que sus socios de gobierno no habían sido capaces de gestionar correctamente esta materia durante la primera ola de la crisis sanitaria. Ciudadanos acató. Y este asunto se convirtió en el primer sapo que tuvo que tragar el partido naranja. Luego llegarían más. El enfrentamiento entre Alberto Reyero, quien fuera consejero de Políticas Sociales, y su homólogo en Sanidad, Enrique Ruiz Escudero; las insinuaciones de la presidenta sobre la sombra naranja tras las filtraciones relativas a la cadena hotelera Room Mate; o las desautorizaciones públicas al número dos, Ignacio Aguado, en las últimas semanas.

Con el aumento exponencial de la tensión entre el Ejecutivo regional y el central, la formación naranja ha decidido mantener perfil propio. Lo ha hecho con un mensaje moderado, de diálogo, de consenso. En vez de dinamitar puentes, Ciudadanos está para levantarlos. Aunque ello le lleve a alejarse de la posición oficial del Gobierno madrileño enfrentándose directamente con el socio mayoritario. Ocurrió con la decisión de recurrir ante la justicia el acuerdo del Consejo Interterritorial de Sanidad a principios de octubre. Y sucede ahora con la instauración del estado de alarma. Los conservadores exigen diariamente su levantamiento. Los naranjas, por su parte, no tienen reparos en señalar en la Asamblea de Madrid que es conveniente mantenerlo. Un rol de verso suelto, en definitiva, que se plantea harto complejo de gestionar teniendo en cuenta que Ciudadanos forma parte de una de las partes en conflicto. Algo que esta semana ha reconocido el propio vicepresidente en una entrevista en Onda Cero: “Soy consciente de que es un papel difícil”.

Con unas encuestas que le sitúan en caída libre en la región –los últimos sondeos le dan un 12,3% de las papeletas y 16 escaños, frente a los 26 que tiene en estos momentos–, los politólogos no dudan en señalar que la formación naranja se encuentra en “una posición endiablada”. Ninguno de los expertos consultados ve viable que pueda mantener en el tiempo la “posición” en la que está intentando jugar ahora el partido. Aguado, sostienen, no puede continuar aceptando de forma indefinida que sus socios de gobierno le desautoricen, le tumben propuestas o retiren competencias a sus departamentos. Pero tampoco creen que el PP vaya a aceptar que los naranjas se conviertan en un escollo a salvar de forma permanente. “Si no son ellos, será Ayuso la que decida entonces dar por terminada la legislatura”, sostiene en conversación con este diario el politólogo Eduardo Bayón. Un adelanto electoral, sobre el que se ha especulado en los últimos días, que a priori no pasaría factura a los conservadores. A costa de Ciudadanos, los sondeos dan al PP una mejora de más de diez puntos y una quincena de escaños respecto a los resultados del 26-M.

¿Salir del Gobierno o mantenerse?

“Cuanto más tarde en moverse Ciudadanos, más va a sufrir”, coincide Víctor Lapuente, catedrático de Ciencia Política en la Universidad de Gotemburgo. El problema, señala tanto él como el politólogo Universidad Oberta De Catalunya Ernesto Pascual, es que se encuentra en una encrucijada y las dos posibles salidas le van a pasar factura a corto plazo. Una de las opciones que ponen sobre la mesa sería la de abandonar el Gobierno regional cuando la crisis sanitaria estuviera más calmada y dar respaldo desde fuera a todas aquellas medidas que considerasen acertadas. El problema es que si tomasen ese camino se quedarían sin el escaparate de gestión que actualmente supone para ellos la Comunidad de Madridescaparate, su joya de la corona. “Esta sería quizá la opción más óptima. Explicas que no te has ido en el punto álgido de la pandemia para no abrir otra crisis pero que ahora, una vez superada, decides salir del Gobierno porque no estás de acuerdo con tus socios”, sostiene Pascual. Una vez hecho esto, continúa, es el momento de empezar a construir un relato propio sin estar lastrado por la participación en el Ejecutivo regional.

La otra opción, si no se quisiera perder el escaparate madrileño, sería llevar a cabo una ruptura total. Es decir, salir directamente de la Puerta del Sol e intentar una moción de censura que lleve al partido naranja directo a la Presidencia. Sobre este escenario también se lleva especulando semanas. De hecho, a comienzos de septiembre el secretario general del PSOE madrileño, José Manuel Franco, deslizó que podrían estar dispuestos, llegado el caso, a dejar paso a los naranjas para sacar a Díaz Ayuso del Gobierno regional. Públicamente, este escenario se encuentra en stand by.stand by No hay de momento ningún movimiento claro en esa dirección. Desde las filas socialistas se traslada la idea de que no es el momento. Desde Ciudadanos, que no se plantean abandonar el equipo ni tampoco sumarse a una posible moción de censura. Sin embargo, hay un sector dentro del Ejecutivo regional que desconfía de su socio de gobierno y no esconde su temor de que al final lo que se plantea ahora como una posibilidad termine cristalizando en una realidad.

Los expertos consultados consideran que este movimiento es “muy arriesgado” para Ciudadanos. “De dar ese paso, lo tenían que haber hecho mucho antes”, explica Pascual. Ven varios problemas. En primer lugar, el impacto que esa estrategia puede tener directamente sobre su electorado por los bandazos dados. Y en segundo lugar, la dificultad para explicar que se apoyen ahora sobre el PSOE y el resto de formaciones de izquierdas presentes en la Cámara. “Hay que recordar que fueron a las urnas asegurando que no habría ningún acuerdo con los socialistas”, apunta Lapuente. De hecho, ese fue el mensaje que el propio Aguado se encargó de colocar con firmeza en los medios de comunicación un mes antes de la cita electoral. “No gobernaremos con el PSOE de Sánchez y Gabilondo en la Comunidad de Madrid”, afirmó con rotundidad a finales de marzo. “No se lo creen ni ellos. Tanto en España como en Madrid, si Ciudadanos puede lo intentará”, les respondió entonces Ayuso. De hecho, a día de hoy, desde las filas naranjas continúan asegurando que no se fían de la formación socialista.

“Están en una encrucijada. Hagan lo que hagan, van a perder votantes. Pero tienen que asumir esos costes porque no pueden llegar a las elecciones en un punto muerto”, sostiene el catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad de Gotemburgo. Bayón cree que la formación naranja está intentando “ganar tiempo” para ver cómo se termina dibujando el escenario “a nivel nacional” con la negociación de los Presupuestos Generales del Estado. Sin embargo, tiene claro que Ciudadanos no puede seguir jugando a competir directamente con el PP. En su opinión, tiene que apostar firmemente por su giro al centro. “Deben asumir el espacio que tienen, que es menor del que soñaron, y tratar de consolidarlo”, opina el politólogo. Coinciden en el análisis Lapuente y Pascual. “A priori, quedan tres años para las elecciones, tienen tiempo para continuar centrando el partido poco a poco. Cuando estuvieron en ese espacio, obtuvieron grandes resultados. Lo que pasa es que ahora el escenario es mucho más centrífugo. Y Ciudadanos paga esa polarización. Por eso, de momento el perfil propio que han adoptado no les está rindiendo”, asevera Pascual.

La subida de Almeida a nivel local

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Pero la formación naranja no se encuentra en una posición delicada a nivel regional. También está cayendo en los sondeos a nivel local en la capital castigado por el repunte de los conservadores. La última encuesta centrada en el Ayuntamiento de Madrid, la de Sigma Dos para Telemadrid, da a Ciudadanos una estimación del 8,21% y 4 asientos, frente a los 11 concejales con los que cuenta en la actualidad. El PP, con el que forma gobierno, se sitúa por su parte en el 38,5% y 23 asientos en el consistorio –de las elecciones del 26M salió con 15 escaños–. En la arena local, el ambiente que se respira está mucho menos polarizado que a nivel autonómico. Además, las grietas que puedan existir dentro del Gobierno municipal no son tan visibles. Hay buena sintonía, o al menos eso es lo que se desprende de cara al exterior, entre los dos socios. Sin embargo, es José Luis Martínez Almeida el que está capitalizando este año de legislatura. “En política municipal, es todavía más difícil que los ciudadanos diferencien qué éxitos de gestión son atribuibles a una concejalía concreta y qué partido es el encargado de gestionar ese departamento”, señalan tanto Bayón como Pascual.

En este sentido, el profesor de Ciencia Política en la UOC recuerda que “en los gobiernos de coalición” el partido pequeño, en este caso Ciudadanos, “tiene que saber moverse para tener rendimientos y debe desde el principio diferenciar bien de cara a la ciudadanía qué áreas son las que recaen bajo su gestión”. Y tiene que hacerlo, explica, porque en la política municipal la figura del alcalde es preponderante, algo que también puede ser un problema si se cometen errores en la gestión. En el caso de Madrid, los expertos creen que Almeida ha terminado por eclipsar a Begoña Villacís en este primer año de legislatura. Es cierto que la dirigente naranja sigue estando bien considerada por los madrileños, que le otorgan una puntuación similar a la que ya tenía antes del 26-M –un 5,2 en los sondeos–. Sin embargo, el alcalde sobrepasa el 6,4, cuando antes de los comicios municipales ni siquiera llegaba al aprobado. Lo mismo ocurre con el reconocimiento público. A Almeida le conocen ahora el 96,6% de los ciudadanos –antes de las elecciones lo hacía el 44,1%–, mientras que a Villacís el 91,5%, si bien es cierto que antes de los comicios de 2019 esa cifra se situaba en el 72,9%.

“Esto se explica porque los alcaldes tienen una mayor proyección púbica que el resto de miembros del equipo de gobierno local”, señala Pascual. A esto se le añade, ahora, el papel que Almeida lleva unos meses jugando como portavoz nacional del PP. Esto tiene ventajas. Su cara estará mucho más en los medios. Pero también puede llevar aparejados inconvenientes relativos a dicha sobreexposición. “Existe riesgo de que pueda terminar siendo devorado por su personaje”, dice el politólogo de la UOC. A esto se le añade, ahora, la posición frentista que a nivel nacional ha adoptado la formación conservadora. Si Almeida, como portavoz nacional, tiene que lanzar a diario mensajes duros, al final la imagen de político pausado y de consenso con la que ha jugado durante la crisis sanitaria puede verse dañada.

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