Salvando a la ciudad

Caminante, sí hay camino: la peatonalización masiva que convirtió a Pontevedra en la ciudad de los viandantes

Plaza de la Ferrería, en la ciudad de Pontevedra.

Pontevedra es parada obligatoria en la primera entrega de Salvando a la ciudad, la sección de veranoLibre que se propone hacerse eco de las iniciativas urbanas que han conseguido ciudades más limpias, saludables, habitables y, en definitiva, vivibles. Tras la llegada de César Mosquera al Ayuntamiento como concejal de urbanismo, en 1999, la ciudad gallega inició un proyecto de peatonalización masivo que ha conseguido el reconocimiento internacional y el aplauso casi unánime de los vecinos gracias a una reducción del tráfico en el centro urbano del 85%. Los accidentes de tráfico han caído en picado, la urbe se ha hecho más disfrutable a pie y la mayoría de los vecinos reconocen la mejora en la calidad de vida.

Mosquera, político local del Bloque Nacionalista Galego (BNG) y padre ideológico de la iniciativa, lo tiene claro: “Las personas son la preferencia a la hora de realizar cualquier actividad”. Con esta peatonalización del casco histórico de la ciudad –que en los sucesivos años fue ampliada a otras zonas– en apenas un mes las calles más transitadas de Pontevedra se destinaron definitivamente a los viandantes. Ni rastro de coches. Los únicos vehículos con ruedas ahora son las bicicletas, los patinetes de los niños y los carritos de bebé. Los lerenses pasean por sus calles más tranquilos y respiran mejor. La ciudad redujo los accidentes de tráfico a 0 entre 2011 y 2018, y las emisiones de CO2 disminuyeron un 67%

La transformación de las calles de Pontevedra tuvo resultados innegables, pero no fue un proceso fácil. El ayuntamiento, regido por de Miguel Anxo Fernández Lores (BNG), dio los primeros pasos junto a Mosquera eliminando el tráfico rodado en la zona que rodea a la Basílica de Santa María y en la calle Ancha. La iniciativa produjo primero desconcierto, luego temor. Muchos residentes locales pensaron que aquello sería un caos. Los dueños de comercios tradicionales presagiaron la quiebra de sus negocios si los coches dejaban de acceder a sus puertas. Al descontento vecinal se sumó la negativa política: el PP recurrió la peatonalización, y la mantuvo durante siete años en los juzgados. A día de hoy el caso está archivado. Pese a todo, la alcaldía siguió adelante con el proyecto y con su carrera en la ciudad. Actualmente, tanto Lores como Mosquera siguen al mando de Pontevedra. El primero, tras más de veinte años, continúa ejerciendo como alcalde. El segundo es el vicepresidente de la Diputación.

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Los pontevedreses se preguntaban: ¿A dónde irán a parar todos los coches que aparcan en la acera de sus casas? ¿Qué será de los que acostumbran a conducir y, bajo ningún concepto, caminan?

Al dictar una ordenanza que obligaba a desplazar los coches del centro histórico y a la vez, peatonalizar un total de trescientos mil metros cuadrados, la respuesta a todas las preguntas apareció de forma inmediata: las alternativas habían estado ahí todo el tiempo. Solo tenían que planteárselas, aunque fuese de forma obligada. Los residentes de Pontevedra empezaron a caminar, a utilizar la bicicleta y a buscar lugares donde aparcar un poco más alejados del centro. En el casco histórico, los aparcamientos se convirtieron en terrazas, jardines y aceras más amplias. El paisaje quedó transformado. 

Aquel cambio radical que comenzó hace 22 años ha seguido evolucionando. Desde 2011, el máximo de velocidad permitida para la circulación es de 30 kilómetros por hora. Ese mismo año, la ciudad registró la última muerte por atropello, que a día de hoy se mantiene en 0. El 80% de los niños entre y 6 y 12 años van caminando solos a la escuela sin necesidad de adultos, ni señales de tráfico que alerten: PELIGRO, NIÑOS. 

Prescindir del coche para recorrer las calles a pie resultó sencillo. Entre todas las iniciativas se crea Metrominuto, un mapa impulsado por el ayuntamiento de Pontevedra con el que los transeúntes pueden calcular el tiempo necesario para llegar caminando a diferentes puntos de la ciudad. El modelo fue un éxito rotundo, demostró que pasear no conlleva ni mucho tiempo, ni tanto esfuerzo. Cientos de ciudades, imitando el plano gallego, han creado su propio mapa peatonal. Madrid, Jerez, Logroño, Melilla, Palma o Florencia son algunas de ellas.

Metrominuto, un mapa impulsado por el ayuntamiento de Pontevedra para fomentar el hábito de caminar.

En 2020 entró en vigor la denominada “conducción amable”. La idea pionera de Mosquera reaparece con la reducción de la velocidad a 10 kilómetros por hora en las zonas de plataforma única, espacios donde conviven los vehículos y los viandantes. Esta forma de circulación es aplicable a todo tipo de transporte (sea un coche, una bicicleta o un patinete eléctrico) para que el que sea el conductor quien se adapte al ritmo del peatón.

Pontevedra es una ciudad española reconocida en todo el mundo por la concienciación de su alcaldía. Y con el compromiso de sus ciudadanos, la adaptación del espacio urbano trajo consigo el cambio en la mente de sus residentes.

Con todos estos cambios, actualmente la reducción de las emisiones de dióxido de carbono en el aire que respiran es de un 60% en todo el municipio y de un 90% en muchos puntos del casco urbano. The Guardian calificó la ciudad como “un paraíso”. La cumbre mundial del clima celebrada en París, en 2015, contó con la asistencia del alcalde pontevedrés. Además, la ONU reconoció sus prácticas para mejorar las condiciones de vida concediéndole el Premio Internacional de Dubai en 2014. La localidad gallega ha demostrado que la crisis climática y la contaminación atmosférica no son problemas por encima de nuestras posibilidades.

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Una ciudad cada vez más limpia

La última iniciativa del Ayuntamiento se anunciaba el 29 de julio de este año. El Concello de Pontevedra planea la creación de una plaza peatonal entre las calles Alemania y Grecia, en el barrio de Monte Porreiro. Como sucedió en el 99, algunos residentes ven con recelo la medida. La asociación O Mirador, que reúne a vecinos, hosteleros y comerciantes, ha mostrado su oposición: temen que el tráfico se desvíe a calles más pequeñas, en las que las casas dan directamente a las aceras. Defienden que la calle Alemania es mucho más amplia, donde los coches aparcados no suponen un problema. La resolución está por verse. Quizás, esta vez la peatonalización vaya demasiado lejos. O tal vez, los vecinos vuelvan a adaptarse reconciliándose con la desaparición de los coches.

Pontevedra es la prueba de que un mundo sin coches ya no es utópico, ni futurista, ni ajeno a nuestro país. La España que mira a ciudades como Ámsterdam con asombro y suspira ha demostrado estar a la altura: es posible una vida en la ciudad comprometida con el medio ambiente. Cuando hace cuatro años, la localidad fue invitada a una nueva Cumbre del Clima , el alcalde afirmó: “No hay excusas. Es posible hacer cosas ya, no esperar a 2030 ni a 2050 para mejorar la calidad de vida”. Ahora solo queda preguntarse: ¿a qué estamos esperando?

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