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El barrio es nuestro

En defensa del espacio público frente a la invasión de las terrazas

Escribo estas palabras a la par que ideo las alegaciones al proyecto de nueva ordenanza de terrazas de la ciudad de Madrid, que fue publicado en pleno agosto, en el mes vacacional por excelencia, limitando así el Ayuntamiento de Madrid la participación ciudadana. Un aspecto positivo de este proyecto respecto al anterior de 2021 es que el Ayuntamiento reconoce los problemas y las quejas vecinales provocadas por la saturación de terrazas, pero lamentablemente esas quejas luego no se ven reflejadas en una mayor dificultad para obtener una autorización de terrazas. Al contrario, este proyecto de ordenanza flexibiliza el espacio público de manera tal que lo raro es que existan trozos de acera que no sean ocupables por una terraza.

Vivo en un barrio repleto de terrazas de hostelería, pero para que no parezca que tengo una obsesión personal con ellas, recuerdo el lema de las manifestaciones vecinales: “Terrazas sí, pero no así”. Yo soy la primera usuaria de las terrazas, aunque nada más sentarme no puedo evitar observar todos los incumplimientos de los hosteleros que perjudican la convivencia, que suelen ser muchos. El problema surge, como en tantas ocasiones, del exceso de terrazas así como de su sobredimensión. No parece razonable que un bar tenga una terraza de 75 m2, que es como hablar de un segundo local. Hemos de pensar que estos 75 m2 que ocupan muchas terrazas son espacios en los que ya no podemos pasear, ni podemos instalar bancos para sentarnos o fuentes para beber agua.

Se pierde así un espacio de convivencia, que pasa a tener un uso mercantilista, que en muchas ocasiones, además, entorpece nuestro tránsito por la ciudad, nuestra rutina, nuestros quehaceres diarios.

Tengo la suerte de vivir en el distrito de Retiro, junto a dos de los últimos bulevares que quedan en la ciudad de Madrid. Bulevares en los que los niños y niñas del barrio aprendían a montar en bici y que eran estupendos espacios de convivencia con sus bancos en ambos lados, donde las vecinas y vecinos bajaban a tomar la fresca en verano. Hoy solo hay bancos en un lado porque el otro está tomado por terrazas. Terrazas que no solo están conformadas por mesas, sillas y sombrillas, sino que son verdaderas instalaciones con paredes, iluminación y decoración. ¿Qué pensaría el arquitecto urbanista Carlos María de Castro, que diseñó este ensanche madrileño? En la calle perpendicular hubo dos hileras de arbolado, cosa hoy imposible de nuevo por las terrazas de hostelería.

Cuentan los expertos que cuando se rediseñó la plaza Mayor y la calle Fuencarral se peatonalizó, pusieron muy pocos bancos o ninguno. ¿A qué responde esa realidad? Vecinos y vecinas han expresado en muchas ocasiones y en plenos de distritos sus deseos de tener más bancos para poder descansar en sus quehaceres diarios o donde poder charlar sin tener que pagar una bebida en una terraza. El espacio público, como su nombre indica, es de todas y todos. Ya hemos cedido mucho espacio al coche como para además perder los lugares comunes para un uso privativo.

El espacio público, como su nombre indica, es de todas y todos. Ya hemos cedido mucho espacio al coche como para además perder los lugares comunes para un uso privativo

Esta historia no es única de la ciudad de Madrid, donde está ahora en juego el modelo de espacio público que defienden nuestros gobernantes para la ciudad y sus residentes. Esta historia se extiende a todo el país, y Madrid puede ser el punto de mira para otras ciudades, empezando por las de la región madrileña.

Volviendo al proyecto de nueva ordenanza de terrazas, estamos ante otra oportunidad perdida, ya que no surge del consenso entre las partes interesadas, sino que responde a las necesidades de una de las partes: la hostelería madrileña.

Sobran los demagogos que sostienen que la hostelería es el motor de la economía. El informe económico del proyecto de ordenanza dice que “en 2022, el sector representó el 3,5% del PIB de la ciudad y dio trabajo al 5,3% de los ocupados madrileños”. ¿Son estos números realmente indicativos del motor de la economía? Pero aunque la hostelería tenga un peso importante en la economía española, no podemos convertir nuestras ciudades en parques temáticos que excluyan a sus residentes. El poco y precario empleo que genera el sector no puede hacerse a costa de la calidad de vida de los vecinos y vecinas y de su salud.

Queremos ciudades y barrios vivos, no parques temáticos de ocio, porque lo que hace atractivo a una ciudad somos sus residentes, su flora y fauna urbana: esos niños y niñas jugando por la calle, esos mayores descansando y charlando en sus bancos, esos vecinos y vecinas disfrutando, usando y construyendo con su presencia el espacio público, un espacio que es de todos y todas y por ello debe ser defendido.

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Ángeles Rodríguez de Cara es secretaria de la FRAVM.

Escribo estas palabras a la par que ideo las alegaciones al proyecto de nueva ordenanza de terrazas de la ciudad de Madrid, que fue publicado en pleno agosto, en el mes vacacional por excelencia, limitando así el Ayuntamiento de Madrid la participación ciudadana. Un aspecto positivo de este proyecto respecto al anterior de 2021 es que el Ayuntamiento reconoce los problemas y las quejas vecinales provocadas por la saturación de terrazas, pero lamentablemente esas quejas luego no se ven reflejadas en una mayor dificultad para obtener una autorización de terrazas. Al contrario, este proyecto de ordenanza flexibiliza el espacio público de manera tal que lo raro es que existan trozos de acera que no sean ocupables por una terraza.

Vivo en un barrio repleto de terrazas de hostelería, pero para que no parezca que tengo una obsesión personal con ellas, recuerdo el lema de las manifestaciones vecinales: “Terrazas sí, pero no así”. Yo soy la primera usuaria de las terrazas, aunque nada más sentarme no puedo evitar observar todos los incumplimientos de los hosteleros que perjudican la convivencia, que suelen ser muchos. El problema surge, como en tantas ocasiones, del exceso de terrazas así como de su sobredimensión. No parece razonable que un bar tenga una terraza de 75 m2, que es como hablar de un segundo local. Hemos de pensar que estos 75 m2 que ocupan muchas terrazas son espacios en los que ya no podemos pasear, ni podemos instalar bancos para sentarnos o fuentes para beber agua.

Publicado el
12 de septiembre de 2025 - 06:00 h