Hacia el mundo sin límites Cristina García Casado

Escribo esto sin saber si, realmente, la tregua anunciada el miércoles se va a quedar en un nuevo gran fiasco. Netanyahu ha pospuesto la votación del acuerdo en su gobierno. Dice que Hamás ha impuesto una nueva condición que no estaba pactada. Está claro que la paz en Gaza no va a ser fácil. Y que el camino hasta lograr el final de un sufrimiento extremo, de un genocidio, va a estar plagado de obstáculos.
Cuando el miércoles se anunció el acuerdo, en lo que queda de las calles de Gaza, entre los escombros, los palestinos, los que quedan vivos, salieron a celebrarlo con una euforia y con una felicidad que, desde nuestras casas, con la calefacción encendida, con un plato sobre la mesa para cenar, daba cierto pudor. De las muchas imágenes que vi, mis ojos se detuvieron en un padre que llevaba a su hijo de no más de 5 años sobre los hombros. Los dos brincaban junto a un grupo de hombres y de niños que señalaban al cielo y daban gracias por el fin de una pesadilla. Pensaba en ese padre, en ese niño. Cuántas veces habrán esquivado las bombas, cuántas veces habrán tenido miedo, cuántas noches no habrán podido conciliar el sueño, aterrados, con el pánico de no saber qué pasará. Habrán pensado que, quizás, ésa podría ser su última noche con vida…No tengo ni idea de qué quedará en pie de su mundo, de todo lo que conocían hasta ese 7 de octubre: su casa, su familia, sus amigos… La imagen era la del alivio de un padre por haber conseguido, año y pico después, mantener con vida a su hijo.
Pensaba en ese padre, en ese niño. Cuántas veces habrán esquivado las bombas, cuántas veces habrán tenido miedo, cuántas noches no habrán podido conciliar el sueño, aterrados, con el pánico de no saber qué pasará
Supongo que ellos, como nosotros, sabían, saben, que ese acuerdo es sumamente frágil, que de las promesas del ejército israelí poco o nada se pueden fiar. Durante meses les dijeron “iros a ese sitio porque es seguro” y, días después, lo bombardeaban sin piedad, sabiendo que ahí había miles de familias, civiles… De hecho, Israel no ha dejado de bombardear Gaza desde el miércoles a las 7 de la tarde cuando se anunció el acuerdo de tregua. No lo va a hacer hasta que entre en vigor, en principio, el domingo y si nada se vuelve a torcer.
Hay imágenes de esta guerra que se quedarán para siempre como recuerdo de la vergüenza. Cifras que son insoportables. 47 mil muertos. Miles de desplazados, toda la franja ha quedado destruida, no hay casas ni negocios ni estructura económica en pie…
Pero en su pesadilla, que nosotros ni siquiera podemos imaginar, la noche del miércoles era una noche de felicidad. Al menos, de creer que podían ser felices. Sin preguntarse si lo prometido se cumplirá.
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Carmen Alonso¡Hola, !
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