Las guerras de Feijóo (y de sus antepasados) Jesús Maraña

A todos nos gusta el confort que supone tenerlo todo controlado, planificar las cosas, hacernos esquemas y listas de tareas a cumplir. Es tranquilizador saber qué va a pasar con nuestros negocios, con nuestros hijos, con nuestro trabajo. Y a todos nos crea una ansiedad máxima que, de repente, todo eso que teníamos en teoría "atadito", que creíamos haber protegido de lo inesperado, salte por los aires. Pues atentos al mensaje de Christine Lagarde, del Banco Central Europeo: quien mejor se mueva y sepa reaccionar a una "incertidumbre en niveles extraordinarios" será quien mejor pueda superar los tiempos que se nos vienen encima. Éste va a ser nuestro ecosistema en los próximos meses, años. Y cuanto antes lo asumamos, nos dicen los expertos, mejor surfearemos los contratiempos.
Suena inquietante porque realmente lo es. Estamos en un periodo en el que lo que hoy es una certeza, mañana se convierte en una duda. Y todo por el capricho de un puñado de señores que han decidido mover los hilos de la política, la economía y puede que también de la historia, a su conveniencia.
Con Trump en la Casa Blanca todo puede pasar. Los aranceles que hoy nos están asfixiando pueden desaparecer en el mejor de los casos en unas semanas o peor, pueden incrementarse y frenar el consumo y la economía en un momento delicado. Con Trump en la Casa Blanca estamos hablando ya más de una economía de guerra que de una economía de crecimiento y bienestar.
Lagarde ha avisado. Esto va a ser una tónica en los próximos meses y en los próximos años, al menos, mientras dure el mandato de Trump en la Casa Blanca. Avisaba sobre alianzas que hace unos meses serían impensables y que ahora marcan el camino. No mencionó nombres, no hacía falta.
Estamos en un periodo en el que lo que hoy es una certeza, mañana se convierte en una duda. Y todo por el capricho de un puñado de señores que han decidido mover los hilos de la política, la economía y puede que también de la historia, a su conveniencia
Todo esto, además de una amenaza a la seguridad de un continente, se traduce en una amenaza a la economía. Es obvio. Y si aterrizamos todo esto en el día a día de quienes están leyendo esto, seguramente lo habrán notado. Han aplazado decisiones empresariales, decisiones familiares, han activado la precaución en gastos previstos o en inversiones porque nadie sabe lo que puede pasar. Y ya no hablo de una guerra como algunos manejan con mucha alegría, hablo de la economía de los hogares, la que manejamos las familias, las personitas de a pie.
Dicen que el consumo de tranquilizantes y antidepresivos se ha disparado en los últimos años, desde la pandemia, y que España es uno de los países donde más se consumen, especialmente entre los jóvenes. Bueno. Me temo que, con los tiempos que vienen, va a ser difícil rebajar estas estadísticas. Vamos a tener que echar mano más a menudo de lo que pensamos de todas esas fórmulas que nos ayuden a rebajar la ansiedad. A mí me funciona, de momento, el hacer deporte, la meditación, el yoga. Voy a tener que incrementar la frecuencia, me temo. Espero que usted encuentre también la forma de controlar esa "incertidumbre máxima".
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