¡A la escucha!

'Instante decisivo'

Helena Resano

Ha pasado mucho tiempo, pero viendo esas imágenes te das cuenta de que realmente hace nada la vida de este país giraba en torno a unas siglas: ETA. El documental Instante decisivo, que se emite este domingo en Atresplayer (de Atresmedia), reconstruye los días que transcurrieron entre la liberación de Ortega Lara y el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Habla con los agentes que participaron en aquella operación de la Guardia Civil para liberar al funcionario de prisiones, entrevista a familiares, políticos, el juez Baltasar Garzón y reconstruye con sus testimonios los días que siguieron al ultimátum de ETA, la angustia de un pueblo, Ermua, y la convulsión que el asesinato de Miguel Ángel Blanco provocó, no sólo en la sociedad vasca sino en toda España.

Recuerdo que la noticia del secuestro de Miguel Ángel Blanco me pilló en la redacción de Tele5. Acababa de empezar mis prácticas de verano, hacía sólo unos días que había cerrado mi etapa universitaria, había dejado Pamplona y había llegado a Madrid con más miedo que otra cosa. Contar y vivir lo que pasaba cada día era un sueño que empezaba a hacerse realidad. Pero en mi sueño no había pesadillas, no hasta aquel día. Recuerdo el silencio que se hizo en la redacción tras escuchar el ultimátum de la banda: 48 horas para acercar los presos de ETA o el concejal de Ermua moriría. Todos sabíamos que no había salida, que el gobierno no iba a ceder, que lo que pedía ETA era innegociable y que, por tanto, la vida de aquel chaval, un chico no mucho más mayor que yo, había entrado en una macabra cuenta atrás.

No voy a hacerles mucho spoiler porque creo que merece la pena verlo íntegro. Recordar a través del testimonio de quienes vivieron aquellos días de cerca cómo éramos entonces, cómo vivíamos entonces y cómo el miedo, hasta aquel fatídico día, tenía a todo un pueblo, el vasco y el navarro, amordazado por el miedo. Cuenta la prima de Miguel Ángel Blanco que en las primeras horas no entendían por qué les había tocado a ellos, por qué la banda había señalado a su primo: “Hasta entonces mataban, secuestraban o extorsionaban a figuras relevantes de la política o de la empresa vasca. Pero ¿un concejal de un pueblo? Miguel Ángel, en ese sentido, no era nadie”. No, no lo era, pero su secuestro lo cambió todo.

La gente perdió el miedo, se echó a las calles y dio la cara. Una anécdota que lo refleja de forma evidente. Nueve días antes los periodistas buscan declaraciones, reacciones, de los vecinos de Arrasate. Allí había estado secuestrado 532 días Ortega Lara. Querían pulsar qué se sentía al saber que lo habían tenido tan cerca, que unos vecinos con los que se cruzaban todos los días habían sido sus secuestradores. El periodista no encuentra ni un solo testimonio. Todos piden no decir nada: “Oír, ver y callar”, “prefiero no responder”. Era imposible que en aquel momento alguien de un pueblo pequeño o grande saliera en la tele diciendo lo que pensaba. Doce días después, las calles del País Vasco se llenaron de gente gritando asesinos a ETA, gente a cara descubierta mostraba su rabia ante las cámaras, muchos se fueron a las sedes de HB a lanzar piedras e insultar a los simpatizantes abertzales. Sólo doce días después la vida cambió para siempre en Euskadi.

Pero hay una frase que, escuchada ahora, con lo que estamos viviendo y viendo cada día en el ámbito político, duele especialmente. “Solos no éramos nadie. Pero movilizándonos todos, sí”. La frase es del entonces alcalde de Ermua, Carlos Totorika. Habla de la respuesta que dieron en el pueblo a esas 48 horas de angustia. Pero la frase bien podría servir para el momento que vivimos. Entonces fuimos capaces de superar el miedo a morir, a ser señalados, el miedo más paralizante que sólo la sinrazón de un terrorismo puede provocar. Ahora, estamos luchando otra batalla, igual de injusta que aquella, pero mucho más fácil de prever. Y ni aun así, somos capaces de superar las diferencias, de sumar esfuerzos, de dejar a un lado las discrepancias y de buscar juntos la salida. Llevamos demasiado tiempo siendo testigos de la degradación de la política. Entonces entendimos que juntos podíamos lograrlo, aunque estuviésemos en las antípodas ideológicas.

Vean el documental. Y quizás volvamos a entender que sí podemos volver a hacerlo.

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