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Justo cuando más necesitas correr, llegar a todo, multiplicarte para poder atender todos los compromisos; justo entonces, la vida o tu cuerpo te dicen “espera, que yo tengo otros planes”.

Más o menos es lo que me ha ocurrido. El domingo, de repente, mi lado izquierdo se durmió, de cintura para abajo. Pensé que era un pinzamiento, una más de las que me suele jugar mi espalda. Mi plan era el de siempre: estirar, un poco de descanso, calor local, relajante muscular y el lunes como nueva. No fue así.

El lunes, a primera hora, vine al hospital. Pensando que me darían algo más potente para el pinzamiento, que la pierna despertaría y que tenía que pedir cita cuanto antes para mi fisio, con Álvaro. Pero ya no salí. Los discos lumbares no eran los que me estaban paralizando esa parte del cuerpo. La parálisis subía de hecho hacia arriba y empezaba a afectar a la otra pierna.

Y ahí es cuando dices “espera, ¿qué está pasando?”. Los médicos saben cómo decirte las cosas y cuándo decirlas. En la primera consulta tras la primera resonancia el traumatólogo me miró y me dijo “¿Qué me quieres preguntar?”. Fueron segundos de silencio. Tenía muchas preguntas pero no quería verbalizarlas. Se lo dije así, “prefiero no preguntar”. “Y yo prefiero no responderte porque todo lo que diga son suposiciones”, dijo él.

Ahí empezó una interminable ronda de pruebas, de todo tipo, de entrar y salir en esos tubos angustiosos. De verme todo lo que pasaba en esa columna, en la cabeza. Y de pasar miedo. Lo admito. En esos ratos interminables en el tubo de la resonancia me he recordado que había olvidado que lo que más valía, mi salud, la había dejado de lado. Que toda la angustia que tenía porque los compromisos de la semana se empezaban a tambalear, no importaba. No podría hacer nada si no estaba bien.

Lo mío ha sido un susto, se ha quedado en eso. Y seguramente sea un aviso, un recordatorio, de que tengo que tomarme las cosas con más calma, que no soy 'superwoman', que no tengo por qué llegar a todo. Y que, si no llego, no pasa nada

Las pruebas han continuado, algunas más agradables que otras. Y sigo sin respuesta, sin diagnóstico. Seguramente lo más desesperante para los médicos que no han dejado de buscar respuestas. Pero, al menos, encontrando el camino de la recuperación. La pierna ahí sigue, sin querer despertar. Ya le he dicho que nos quedan muchos bailes que disfrutar, muchas caminatas que hacer. Y que o se pone las pilas o se las pongo yo. Y ahí estamos negociando. Con el rehabilitador, la pierna y yo. A testaruda no me gana.

Nunca sabes hasta dónde debes contar lo que te pasa. En este caso, he tenido que hacerlo por razones ajenas a mí. Había compromisos profesionales que iban más allá de mi responsabilidad y que afectaban a más gente. Así que decidí colgar esa foto en IG que ha desatado el aluvión de noticias.

Tengo el móvil lleno de mensajes. Y agradezco infinito todo el cariño. Lo mío ha sido un susto, se ha quedado en eso. Y seguramente sea un aviso, un recordatorio, de que tengo que tomarme las cosas con más calma, que no soy 'superwoman', que no tengo por qué llegar a todo. Y que, si no llego, no pasa nada.

Disfruto con lo que hago, disfruto con los cursos que imparto, con las charlas, conociendo a gente de todo tipo... Y pienso seguir haciéndolo. Con mi pierna completamente recuperada en cuanto este episodio pase.

Sólo quiero daros las gracias a todos, por los mensajes de cariño. Gracias inmensas a los médicos y sanitarios, por el mimo con el que me han tratado, por su esfuerzo por lograr dar con el tratamiento más rápido. Gracias a todos los que habéis estado pendientes. Espero volver enseguida. 

Y cuidaros mucho. Sin salud no hay nada. Por mucho que nos empeñemos.

Justo cuando más necesitas correr, llegar a todo, multiplicarte para poder atender todos los compromisos; justo entonces, la vida o tu cuerpo te dicen “espera, que yo tengo otros planes”.

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