Ideas propias

Aferrarse al escaño

Aferrarse al cargo es uno de los grandes males que existen en la política. Es una frase que, por desgracia, oímos con cierta frecuencia. La frecuencia con la que salta un caso que le pone nombre y apellidos a la decena larga de palabras con la que empieza esta columna.

El PSOE dio 24 horas a José Luis Ábalos para que dejara su acta de diputado. Un día después y ante la expectación de los periodistas –a los que, por cierto, no dejó hacer preguntas–, el exministro de Transportes anunciaba que, desafiando a su partido y al mismísimo Pedro Sánchez, mantenía su escaño pasándose al Grupo Mixto.

“No voy a acabar mi trayectoria política como un corrupto cuando soy inocente”. “Si renuncio ahora se interpretaría como un signo de culpabilidad”. “Sé lo que es ser un apestado político”. Son algunos de los argumentos que dio. Y lo cierto, es que, a día de hoy, sobre él no pesa ninguna imputación. Pero que no tenga responsabilidad penal no significa que no tenga responsabilidad política siendo el máximo responsable del ministerio que la investigación coloca ahora bajo su lupa. 

Breve recopilatorio de lo ocurrido: mientras Ábalos era ministro, Koldo García, su asesor y más estrecho colaborador, supuestamente se enriqueció facilitando la venta de mascarillas de forma fraudulenta con la que habría obtenido ganancias millonarias que ocultó en cuentas de Brasil y Luxemburgo. No es extraño que le diera para comprarse tres pisos, uno de ellos sin hipoteca. Si ya de por sí es grave, resulta completamente indignante que lo hiciera en los peores momentos de la pandemia, cuando cada día morían 900 personas en los hospitales y residencias.

Recordaba Óscar Puente poco después de la comparecencia de Ábalos que Josep Borrell renunció a ser candidato a la presidencia del Gobierno en 1999. Lo hizo cuando, después de haber ganado las primarias, se supo que sobre dos miembros de su equipo pesaba una investigación por fraude fiscal en la Secretaría de Estado de Hacienda. Él estaba limpio, no había reproche penal que adjudicarle, pero su cercanía con los dos colaboradores, de su máxima confianza, no le dejaba otra opción. ¿Se convirtió en un apestado Borrell, como hoy ha dicho Ábalos? Solo hay que ver su trayectoria para encontrar la respuesta. 

Renunciar a la militancia pero no hacerlo al escaño, y por tanto al aforamiento en el Supremo, es propio del que antepone sus intereses particulares a los de su partido, al que prima lo individual frente a lo común. Y es gasolina para las derechas

Porque renunciar a la militancia pero no hacerlo al escaño –y por tanto, al aforamiento en el Supremo– es una actitud propia del que antepone sus intereses particulares a los de su partido, al que prima lo individual frente a lo común. Del que piensa que los votos de la ciudadanía son carta blanca que usar a su antojo. Y es, además, una actitud que se convierte en gasolina para las derechas. 

La dimisión de Ábalos habría sido un buen espejo frente al que colocar al alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, o la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso. Ninguno de los dos dirigentes está inculpado por la justicia, pero sobre sus administraciones recae la sombra de que, gracias precisamente a su cercanía con ellos, hubo quien se enriqueció –en el caso de Ayuso, su propio hermano, y en el del alcalde, un empresario y otro conocido aristócrata– con la venta de mascarillas en aquella primavera maldita de 2020.

De momento, los populares han convertido el caso Koldo en un arma arrojadiza para atacar al Gobierno. A Sánchez ya lo han llamado líder de organización criminal y presidente extorsionado. En paralelo, han rechazado la comisión de investigación propuesta por los socialistas para investigar la compra de mascarillas y material sanitario en todas las comunidades autónomas durante la pandemia. Y proponen una específica sobre la supuestas comisiones fraudulentas del asesor de Ábalos en el Senado, donde tienen mayoría absoluta. ¿A qué se debe esta repentina falta de interés en llegar a la verdad en todos y cada uno de los casos?

Decía Jesús Maraña aquí que no hay que ser equidistantes en esto, recordando que la izquierda responde de forma más contundente ante la corrupción. Lo demuestra la hemeroteca y la reacción rápida y quirúrgica de un gobierno que, desde que llegó a La Moncloa tras una moción de censura impulsada por la Gürtel del PP, ha enarbolado esa bandera. La respuesta ha sido, en este caso además, especialmente dolorosa por la militancia y trayectoria del implicado. Lástima que él haya decidido llevar el pulso hasta el final y aferrarse al escaño en vez de salvaguardar al propio partido.

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