Los muertos hablan. La otra tarde (pasando con el dedito basurillas de Instagram) me topé con una muchacha de gafas grandotas y estrictísimo acento saleroso relatando una proeza: "¿Y si te digo que Judeline y Yeray Cortés van a traer a Camarón de vuelta?". "Coño", me dije, "¿la necromancia es para el verano?".
Cruzcampo, conocida cervecera sevillana, lleva unos años aprovechando al auge del folclorismo modernete, y claro, como los sones de Rodrigo Cuevas o las Tanxugueiras pillan un poco retirados del templete de la Cruz del Campo (el humilladero hispalense que da nombre al brebaje), algún "creativo" se habrá dicho: tira por los ayes y el gracejo, que aquí hay negocio. En un mercado cervecero cada vez más diversificado, los genios del Gambrinus han apostado por identificar la bebida con el terruño donde ejercen el monopolio. Hace unos años, resucitaron a Lola Flores para que –mediante los ingenios de la inteligencia artificial– nos contara lo importante que son la autenticidad y las raíces. Cágate, lorito: viva la pureza y la jondura del ChatGPT. Al año siguiente, viendo que la cantinela del "asento" había funcionado, la compañía nos mortificó con otro spot de traca: en una taberna sacada de la Carmen de Bizet, la voz positrónica de la Faraona vivificaba a la muñeca con traje de lunares que cogía polvo junto al televisor de tubo. En la sala, un señor disfrazado de El Pali miraba asombrado tras sus gafas de culo de botella. En el anuncio, llamado "Gitana" y subtitulado "Una fábula con mucho acento", la muñeca diabólica se encarna en el cuerpo de una bailaora paya, que deambula por paisajes típicamente andaluces (sea lo que sea eso) salpimentados con virutas de contemporaneidad (un bailecito urbano por aquí, una pantalla por allá) hasta encontrarse con un remedo de Camarón, puesto de perfil, que canta una letrilla sobre lo rica que está la cerveza fría.
Hace unos años, resucitaron a Lola Flores para que –mediante los ingenios de la inteligencia artificial– nos contara lo importante que son la autenticidad y las raíces. Cágate, lorito: viva la pureza y la jondura del ChatGPT
El cantecillo no llega ni a descarte: fue una de esas tonterías que sucedieron durante la grabación de Soy gitano. Para engrandecer "archivo sonoro inédito" (por algo sería), Tomatito ha salido a darle empaque: "A Camarón le encantaba reírse y Cruzcampo era la cerveza que nos acompañaba siempre, la que nos gustaba. Algo que surgió como una broma, él era capaz de convertirlo en arte. Por eso era un genio". Algo me dice que en 1989 y de Despeñaperros para abajo, una ardilla podría saltar de grifo de Cruzcampo en grifo de Cruzcampo hasta Gibraltar sin encontrarse alternativa. También, y me disculparán la maldad, que si empezamos a rescatar piropos del cantaor a sustancias de su apetencia nos íbamos a sorprender todos.
En fin, que Sandri –la influencer (andaluza profesional) que me alertó sobre el amanecer de los muertos vivientes– seguía glosando las maravillas de esta última entrega del comercial: «es respeto, es conexión y es tributo». Tanta palabra gruesa para albardar un popurrí de sonidillos en la cadencia andaluza interpretados por la tal Judeline, que aúna el flamenquito lacio de Rosalía con el quejío pequeñoburgués de Silvia Pérez Cruz. Al tiempo, Cortés toca apoyando la pierna en una silla de acero en la que, si no entiendo mal, está apoltronado el fantasma de Camarón. Pisando al muerto, vamos: qué mal fario.
Que "lo andaluz" es un invento para que lo compren los guiris y los señoritos no lo discute nadie. Washington Irvin, Prosper Mérimée y los señores trajeados del Concurso de Cante Jondo de Granda-1922 aplauden entusiasmados el homenaje: flamenco limpito, en la Puerta del Sol, exportable y sin nadie que rompa el ambiente mentando alguna fatiga. No espero más que maldades de las grandes corporaciones capitalistas, pero convendría llevar la listita de los colaboracionistas que un día te dan la matraca con las esencias intangibles y la razón incorpórea (viva Mairena) y al día siguiente venden los despojos del muerto por unos chavos y popularidad.
Los muertos hablan. La otra tarde (pasando con el dedito basurillas de Instagram) me topé con una muchacha de gafas grandotas y estrictísimo acento saleroso relatando una proeza: "¿Y si te digo que Judeline y Yeray Cortés van a traer a Camarón de vuelta?". "Coño", me dije, "¿la necromancia es para el verano?".