Izquierdas reunidas

El Frente Popular de Judea ataca de nuevo. Aprovechando la última convocatoria electoral, unos partidos de izquierda se han apresurado a iniciar un ritual antiguo y misterioso. Reunidos alrededor de una mesa, las diversas facciones han jurado entenderse y conformar una candidatura única. Acto seguido, se han lanzado unos contra otros y han procedido a sacarse los higadillos con los meñiques.

Distintas fuentes han hecho llegar a este columnista la crónica de lo sucedido. A primera hora de la mañana, unos entusiastas defendieron la colectivización de los medios de producción, opinión que causó gran disgusto en el partido mayoritario que, como es sabido, lucha por su socialización. Tres diecisiete horas de intenso debate, se firmó un acuerdo que obliga a colectivizarlos los meses pares y socializarlos los nones. Cuando parecía superado este pequeño escollo, una facción integrista declaró que esa entente era la cosa más burguesa que había visto nunca y que abandonaban la reunión por razones idealistas.

Para calmar los ánimos, el secretario general del Partido Comunista dedicó la jornada siguiente a declamar, durante ocho horas y media, los grandes hits de Estado y Revolución. Lamentablemente, aquello degeneró en una discusión sobre la obra completa de Lenin. Al terminar el día, se propuso cantar La Internacional para calmar los ánimos. Alguien alertó de un peligro insospechado: habría que convocar a las bases para decidir si se cantaba en ruso, castellano o en alguna de las lenguas cooficiales del Estado.

Pasado el fin de semana, el secretario de la organización hizo saber que apenas quedaban días para formalizar la candidatura. Un cargo intermedio intentó demostrar que el tiempo es un invento capitalista, cosa que enardeció el espíritu contestatario de alguno de los presentes. Los prebostes del Comité Central aceptaron renunciar a la definición del marco programático en favor de la razón de Estado (signifique lo que signifique eso). Se propusieron agilizar el orden del día, cosa que exigía dos jornadas de votaciones a mano alzada y alguna arenga de entrehoras. Resuelto este nimio contratiempo, se convocó a la Comisión de Listas para el Consenso, que repartió navajas y cuchillos entre los asistentes y cerró la puerta.

La tarde siguiente, un líder latente de una de las formaciones implicadas aseveró en una radio nacional que no tenía intención de hablar mal de ningún camarada ni, mucho menos, dar munición al enemigo. Dicho esto, maldijo a los propios y pataleó durante veinte minutos. He pedido al departamento de traducción y semiótica del periódico que me aclare el contenido de su intervención y, a la luz de los peritos, parece que el subtexto es: hacedme caso o me enfado.

Lógicamente, en los instantes posteriores hubo veintitrés escisiones que decidieron probar suerte por separado. Confían en que esta vez salga bien. Los tres negociadores restantes decidieron meter sus nombres en una gorra y escoger así la composición de la lista. "La fortuna favorece a los audaces", dijo uno.

Este periódico ha conseguido entrevistar a ciento cuarenta y seis de los candidatos. Todos se muestran confiados en la victoria. Lo contrario será culpa de los otros, por boicotear el frente amplio

En este momento se han censado doscientos veintisiete candidaturas de izquierda ante la junta electoral correspondiente. Ciento sesenta de ellas llevan por nombre permutaciones de las palabras "cambio", "pueblo" y "unidos". Preguntados sobre el galimatías de siglas, todos han asegurado confiar en la retentiva de sus electores a la hora de elegir papeleta. Algunos recomiendan a sus simpatizantes que se anoten el nombre del partido en un post-it.

Este periódico ha conseguido entrevistar a ciento cuarenta y seis de los candidatos. Todos se muestran confiados en la victoria. Lo contrario será culpa de los otros, por boicotear el frente amplio.

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