Togados y revueltos

Gran expectación: se abre el año judicial. ¡Lo nunca visto! En la sección de Internacional, Xi Jinping y el amigable Putin amenazan con renovarse los órganos que sea menester para ofrecernos otro siglito de autocracia; las de Nacional, encandiladas con la plúmbea liturgia de un montón de funcionarios de puñeta en bocamanga.

La culpa del revuelo la tiene el fiscal general, señor García Ortiz, que dice que no dimite por mucho que lo manden al banquillo por revelación de secretos. ¿La fórmula de la Coca-Cola? ¿El inventario del Área 51? Mucho más aburrido: aquel email en el que el ciudadano particular de la presidentriz de los megagargantuescos reconocía (mea culpa, mea maxima culpa) un par de delitos contra Hacienda con la esperanza de esquivar el talego.

Algo habrán encontrado sus señorías en la cera para que arda, aunque todos los periodistas citados ante el tribunal hayan asegurado que tuvieron acceso al correíto de marras antes de la supuesta filtración fiscalística. Por mucho que la maniobra pueda parecer burda, entiendo a los que les parece inquietante que el fiscal general del Estado siga en el cargo (y con la superioridad jerárquica intacta sobre tanto leguleyo) en semejantes circunstancias. Pero en mitad de este edificante debate (¿resistir ante las acometidas de la derecha judicial o preservar el buen nombre de la institución?) la esposa del reverendo Lovejoy se ha levantado en el patio de butacas y ha vociferado con espanto: ¿Es que nadie va a pensar en el rey?

No le hemos fallado al jefe del Estado y nunca le fallaremos”, ha asegurado Feijóo, ufano y sabedor del verdadero cometido de un diputado constitucional, ¡el de cortesano! “La presencia del fiscal general del Estado en el inicio del curso judicial es una provocación que tengo que denunciar”, tuitearon desde la cuenta del Partido Popular. En el vídeo adjunto, don Alberto Núñez arenga a los españoles desde el interior de una guardería (véanlo, no les miento). En fin, que los populares contraprogramaron la dicharachera función judicial con un mitin en la capital del reino con los sospechosos habituales. Lo que sea para frenar este “choque institucional”. El escrúpulo me hace gracia: finjamos todos que a don Felipe le dan urticaria los procesados, como si no viniese escarmentado de casa.

El fiscal de la discordia ha asegurado que cree en la justicia y en el Estado de derecho. “Creer”, chiquito verbo. Muy mal han de andar las cosas para que tengan que recurrir a la fe los que conocen las tripas del sistema

Para que no escasee el bochorno, de la trinchera contraria han salido un par de ministros de tallaje superior a decir que qué feo lo que el pe pé le ha hecho a su católica majestad, que qué falta de altura institucional y otras gansadas semejantes. Me pregunto, en general, qué importancia debe tener que el jefe del grupo mayoritario del poder legislativo sancione con su presencia esta liturgia tontorrona de la que todos podríamos prescindir sin notar las consecuencias.

En estricto cumplimiento de mis obligaciones profesionales he seguido el evento, que no veas qué trepidante. Ante una sala atiborrada de jueces disfrazados de sí mismos (no ve uno tanta pedrería y escaraperla ni en la ópera), el fiscal de la discordia ha asegurado que cree en la justicia y en el Estado de derecho. “Creer”, chiquito verbo. Muy mal han de andar las cosas para que tengan que recurrir a la fe los que conocen las tripas del sistema. Luego, la presidenta del Supremo ha asegurado que la justicia es cosa importantísima; el rey ha levantado la sesión y se ha tomado una foto tan entogado que, en un despiste, me pregunté si se habría sacado la oposición. Tanta bronca para tan pocas nueces, enhorabuena a los premiados.

Por cierto, en el mitin justiciero, la señora Ayuso ha comparado las protestas contra la participación de un equipo israelí en la Vuelta a España con los sucesos de la olimpiada de Múnich. En el nido del cuco todo va según lo previsto.

Gran expectación: se abre el año judicial. ¡Lo nunca visto! En la sección de Internacional, Xi Jinping y el amigable Putin amenazan con renovarse los órganos que sea menester para ofrecernos otro siglito de autocracia; las de Nacional, encandiladas con la plúmbea liturgia de un montón de funcionarios de puñeta en bocamanga.

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