Seis mil cuatrocientos veintidós partidos de izquierda gritan al unísono vivas a la unidad. «Todos los sinsabores de las divisiones internas merecen la pena: qué gustirrinín da un pacto», declara a este periódico un sensatísimo militante.

Es viernes y estoy en León, rodeado de vacas que tosen. Hace una hora, Ione Belarra ha informado a la nación de que la confluencia está asegurada, aunque todavía no se sabe. Ayer tarde se les ocurrió consultar a la militancia: a buenas horas, mangas verdes. Lo que sirvió para refrendar la compra de un chalé vale para frenar al fascismo. La disciplinada militancia se ha pronunciado, a catorce horas del acabose, en favor de Pablo Iglesias. ¿Quién quiere un partido político pudiendo tener un club de fans?

Ahora la comisión negociadora tendrá que reunirse con la entente interdisciplinar del politburó para refrendar lo que diga el consejo ciudadano. ¡Casi lo tienen!

¿Quién quiere un partido político pudiendo tener un club de fans?

Del otro lado, Yolanda Díaz está pletórica: los amiguitos de su rival son ahora sus aliados. Gran victoria, lástima que no sepamos qué carajos es Sumar. No soy uno de esos astutos politólogos de la gran ciudad, pero cualquiera diría que es un Podemos sin la gente de Podemos. Sin Irene Montero, especialmente. Lo del sí es sí, el antipunitivismo y jamás pasará lo que, efectivamente, está pasando. Todo vale en esa picadora de carne a la que llamamos cariñosamente izquierda: puesto el ojo, toma la bala.

Estaba el señor don Pedro, sentadito en su tejado miaramiamiau. ¿El hostión de las municipales? No sé de qué me habla. La economía va como una moto y poco se debate para lo bien que se me da. Ideas de bombero para regocijo de Feijóo. A los que les parecía fatal que una ministra hubiese currado de cajera aplauden que el presidenciable no entienda el gur mornin. Los candidatos de la derecha nadan con manguitos: así cualquiera.

No ha empezado la campaña y ya quiero que se despeñen todos. «Estamos en un momento histórico», dicen; «de suma importancia», añaden. «Capital, trascendental, importantíiiisimo, así que nos comportaremos como niñatos». Forofos de todas las facciones amenazan con la abstención: habrá que contener el avance de los hunos, pero cumpliendo esta prolija lista de requisitos de chichinabo.

La mierda de la ilusión y la churriguería ciudadana: el buen rojo no se afilia al partido como un medio, sino como un fin. Viva er Beti manque pierda, etcétera, etcétera. Miríadas de entusiastas con la banderita republicana en el nickname de Twitter emprenden la contraofensiva. Monedero, cizaña de todas las discordias, ha llamado a la unidad: raro será que de aquí a medianoche no salte todo por los aires. Servidor tiene que enviar la columna: qué desasosiego, ¡qué intriga! Yo convocaría, por si las moscas, otra consulta a los inscritos.

La vaca tose cada vez más fuerte. Disculpen, pero les tengo que dejar: la tisis, por lo visto, es el precio de la libertad.

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