Una cloaca es una cloaca es una cloaca

Sin rodeos: ya está tardando demasiado el PSOE en expulsar del partido a Leire Díez, aplicando el artículo 8 de los Estatutos aprobados en su último Congreso (ver aquí), donde se reflejan los compromisos éticos de las y los militantes. No hace falta siquiera esperar a conocer el contenido íntegro de esas grabaciones. Tampoco es necesario esperar a comprobar hasta el último segundo si hablaba en nombre de alguien con poder interno o lanzaba enormes faroles para conseguir información comprometedora con fines aún desconocidos. Eso ya vendrá a través de una investigación interna y muy probablemente a instancias de una instrucción judicial. Pero sólo con lo que le hemos escuchado ya decir a esta señora, hay materia sobrada para que la expulsen de inmediato del partido.

Si alguien en Ferraz sostiene que esa expulsión supondría de alguna forma dar credibilidad a lo que oficialmente se considera un episodio más de la guerra sucia que los gobiernos de Pedro Sánchez vienen sufriendo desde la moción de censura que le llevó al poder en 2018, creo que se equivoca. Lo que se alimenta con la no expulsión (por el momento) es precisamente la impresión de que alguien tiene algo que ocultar.

Estamos hablando de percepciones, más que de hechos probados. Porque esos audios efectivamente huelen a guerra sucia por lo que sale de la boca de Leire Díez, pero también por la identidad de sus interlocutores, de los autores de las grabaciones, de los posibles filtradores y hasta de algunos presuntos periodistas de investigación que siguen ejerciendo como tales pese a llevar en su mochila varios de los bulos que, por ejemplo, mantuvieron durante años instrucciones judiciales forzadas contra dirigentes de Podemos y contra el propio partido, como también distribuyeron falsedades de alto calibre sobre dirigentes independentistas. Si hemos pasado de la ‘policía patriótica’ a la ‘UCO patriótica’ (como la ha bautizado en estas páginas Víctor Guillot), lo comprobaremos más pronto que tarde. El hecho de que algunos medios y supuestos periodistas se dedican a menesteres muy alejados de los mínimos códigos de este oficio está ya más que (desgraciadamente) probado.

No es improvisada ni gratuita la estrategia del PP y Vox alrededor de estos audios. Especialmente Feijóo pretende establecer una similitud entre este capítulo y el de anteriores episodios de guerra sucia protagonizados desde las mismas entrañas de los gobiernos de Rajoy. Lo viene haciendo desde que aterrizó en Madrid y comprobó que la alfombra roja que le llevaría flotando hasta el palacio de La Moncloa no existía, que las urnas no le otorgaban mayoría suficiente. Lo hace, como tantas otras cosas, forzado por la pinza que forman por un lado Abascal y por otro (desde dentro del partido) Ayuso, ambos hiperactivos en el cumplimiento del encargo lanzado públicamente por Aznar: “El que pueda hacer que haga”

En los tiempos que corren –y en esto también tiene responsabilidad la clásica perplejidad melancólica de la izquierda–, resulta desesperante la capacidad de las derechas para imponer su marco de conversación pública

Una vez más las derechas consiguen imponer su lenguaje y su marco de debate público: corrupción es corrupción es corrupción. Importa una higa que en los casos abiertos contra el entorno familiar del presidente del Gobierno no haya indicio –ni siquiera acusación– de robo de dinero público por ningún lado, ni en el llamado caso Begoña Gómez ni en el del hermano de Sánchez ni en el del Fiscal General… Por la actividad en la famosa cátedra de la Complutense, Begoña Gómez no llegaba a cobrar ni el salario mínimo. En la cuenta de David Sánchez no había ni de lejos aquella cantidad millonaria que le adjudicaba un informe de la UCO que tuvo que desmentir el banco y tragarse la propia unidad de la Guardia Civil como “un error de cálculo” (ver aquí). Todo el beneficio obtenido por García Ortiz en la supuesta e improbada filtración de un correo del novio de Ayuso es un disparo en el pie de su credibilidad cuando decidió borrar los mensajes de su cuenta de WhatsApp. ¿Pero tiene que demostrar el fiscal general su inocencia o el juez Hurtado su culpabilidad? Esto es de primero de justicia democrática.

Núñez Feijóo repitió más de diez veces el término “corrupción” en su discurso de este jueves, en el que además calificó de “mafia” al Gobierno, buscando que se siga instalando (por si no hubiera hecho esfuerzos en los últimos tres años) en la percepción ciudadana una oscura sombra que identifica los citados casos con los que anteriormente afectaban (y afectan, algunos pendientes de juicio oral) al Partido Popular. En esto sigue Feijóo –como en tantas otras cosas– la estrategia de su íntima enemiga Isabel Díaz Ayuso: hay que inocular como equiparables en la psique colectiva el caso de su hermano (el que cobró comisiones millonarias por mascarillas en plena pandemia) y el del hermano de Pedro Sánchez (que daba clases de música en Extremadura, en la peor hipótesis ocupando una plaza convocada de forma irregular); el de Begoña Gómez (acusada de cada vez más delitos por el juez Peinado, que aún no ha presentado indicios de ninguno de ellos) y el de Alberto González Amador, esta misma semana procesado por fraude fiscal y falsificación documental (ver aquí); el que instruye el juez Hurtado en el Supremo contra el fiscal general acusándolo desde el primer minuto de filtrar un correo de la pareja de Ayuso que –como han declarado ante el propio magistrado cuatro periodistas este mismo viernes– ya habían recibido antes de que le llegara al propio García Ortiz (ver aquí) .

Si alguien compara la pena que debe recibir un hurto con la que corresponde a un asesinato premeditado, simplemente nos llevaríamos las manos a la cabeza o mandaríamos a freír espárragos a quien ose plantear disparatada equiparación. Pero en los tiempos que corren –y en esto también tiene responsabilidad la clásica perplejidad melancólica de la izquierda–, resulta desesperante la capacidad de las derechas para imponer su marco de conversación pública: una cloaca es una cloaca es una cloaca… De modo que (siguiendo la tesis de teoría literaria de Gertrude Stein, “una rosa es una rosa es una rosa”) basta repetir el concepto para que se asuma como real y definitorio de algo, por mucho que ese algo no exista o sea incomparable. ¿En serio pretende Feijóo equiparar la vomitiva actuación de una exconcejala del PSOE con las órdenes impartidas por el ministro del Interior del PP Jorge Fernández Díaz para obstruir la actuación judicial y ensuciar la imagen de cualquier adversario político?

Uno tiene claro que Leire Díez debe ser expulsada de forma fulminante de las filas socialistas, y que hay que investigar –cueste lo que cueste– sus conexiones con la estructura del PSOE, por si efectivamente las hubiera. Pero asistir a esta nauseabunda cacería en la que el líder de la oposición se permite convocar manifestaciones callejeras contra “la mafia”, “la corrupción” y “las cloacas”… exige contar hasta mil antes de blasfemar ante el repaso de una semana en la que el novio de Ayuso es procesado por cargos que comportan unos cuantos años de cárcel (ver aquí); cuando unos cuantos ex altos cargos de Ayuso son imputados por discriminar en la atención sanitaria a miles de residentes durante la primera fase de la pandemia (ver aquí); cuando el ex número dos de Interior de los gobiernos de Rajoy es enviado a la cárcel por su implicación en una trama de hackeo de instituciones públicas y blanqueo de capitales (ver aquí); y cuando en València se contiene el aliento ante el insistente rumor de que Mazón va a dimitir –sí o sí–, no porque asuma sus obvias responsabilidades en la gestión de la dana, sino porque Feijóo necesita quitárselo de en medio antes del congreso nacional del PP, incluso antes de esa conferencia de presidentes convocada por Sánchez y que Ayuso está decidida a boicotear (ver aquí).

Se trata, fundamentalmente, de instalar que una cloaca es una cloaca es una cloaca. Poco importa si hay que meter en la misma coctelera un estornudo y una gripe asiática. Es la guerra cultural, amigos, y las derechas llevan bastante ventaja. Por sus muy bien financiados think tanks, pero también por la ingenuidad de las fuerzas progresistas, siempre dispuestas a competir en el marco discursivo que imponen las derechas. No, señor Feijóo: usted lleva en su mochila delitos de partido tan sustanciados (algunos ya sentenciados), que haría bien en no envalentonarse calificando de “mafias”, “corrupciones” y “cloacas” lo que son síntomas preocupantes en comparación con las pruebas documentadas del funcionamiento y consecuencias de verdaderas “mafias”, “corrupciones” y “cloacas”.

P.D. Una semana más, la velocidad a la que funciona (intencionadamente) la trituradora del panorama político nacional me impide dedicar este artículo a lo que más debería importarnos en este momento de nuestras vidas: la denuncia por tierra, mar y aire del genocidio que cada día y noche practica el gobierno israelí de Netanyahu sobre el pueblo palestino en Gaza y en Cisjordania. En algún instante del futuro (no lejano) tendremos que mirarnos al espejo y soportar la vergüenza de no haber hecho todo lo posible por frenar los crímenes de guerra que estos bárbaros intentan disfrazar acusando a quienes los denuncian de antisemitas o cómplices del terrorismo. Un genocidio es un genocidio es un genocidio...

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