Buzón de Voz

Okupas, alarmas y el verdadero 'milagro Ayuso'

Jesús Maraña nueva.

No sé si lo recuerdan, dada la velocidad de estos tiempos acelerados en los que cada noticia (real o inventada) aguanta menos en la agenda pública que Toni Cantó en un partido político. Durante semanas o incluso meses, los principales programas informativos y de debate, las redes sociales y los grupos de whatsapp de cuñados, vecinos y excompañeros de trabajo alertaban cada día de la multiplicación de okupaciones de viviendas en Españaokupaciones. Mientras duró el confinamiento domiciliario, el objetivo de los miles y miles de okupas eran las segundas residencias propiedad de los confinados. Cuando empezó la desescalada, el peligro acechaba detrás de cada puerta. "Te vas el fin de semana o el puente y a la vuelta te han ocupado la casa", repetía insistentemente en la radio el anuncio sin fin de una de las principales empresas de instalación de alarmas. Era imposible no escucharlo más de una vez en lo que dura una ducha. Apuesto la segunda residencia (que no tengo) a que ha crecido muchísimo más el negocio de las centrales de alarmas que el de las okupaciones. El negocio del miedo es rentabilísimo, en la empresa y en la política.

Más allá de la irritante publicidad engañosa, la cifras oficiales señalan que el número de denuncias de ocupaciones de viviendas ronda el 0,056% de los inmuebles residenciales en España; y el de denuncias tramitadas en los juzgados, según el CGPJ, se queda en torno al 0,016% (ver aquí). En 2019, sin embargo, se ejecutaron 147 desahucios al día en España. Es tan falso el supuesto fenómeno de la okupación galopante y delincuencial como el de las denuncias falsas por violencia machista. Haberlas haylas, pero convertirlas en el problema es simplemente desinformar para no aceptar o desviar la atención del gran problema. Consiguen equiparar en la discusión denuncias falsas y violencia machista, okupaciones y desahucios.

Traigo el asunto a colación por la pereza infinita que me produce la avalancha de falsedades, medias verdades, distorsiones intencionadas y mentiras como catedrales que vamos a leer y escuchar hasta el 4-M y más allá. Es cierto que la verdadera clave de las elecciones en Madrid está en la disputa entre la democracia y el nacionalpopulismo autoritario. Ayuso dice "comunismo o libertad" cuando en realidad se trata de "democracia o neofascismo". Me niego a utilizar la palabra "fascismo" porque creo que es banalizar el significado histórico y el carácter criminal del mismo. Lo de Ayuso y Vox, o viceversa, tiene más que ver con el trumpismo, con los regímenes de democracia llamada iliberal o autoritaria, con el componente castizo heredero del franquismo y con la defensa de privilegios económicos de ese capitalismo de amiguetes tan asentado. El sinónimo de neoliberalismo no es libertad sino exclusividad: la concepción de Madrid y de España como cortijo particular. A la mano invisible se le termina viendo siempre el mismo cuerpo.

No utilizan armas de fuego ni tanques para masacrar a las izquierdas (aunque hay militares retirados –"los nuestros", según Vox– a los que la idea aún les pone), pero usan con enorme eficacia el más moderno armamento de la desinformación y los bulos. Ayuso convocó elecciones anticipadas en Madrid usando la falsa excusa de que había una conspiración en marcha para descabalgarla del poder mediante una moción de censura. El PP y sus altavoces mediáticos niegan que lo ocurrido en Murcia con tres diputados de Ciudadanos sea transfuguismo, y para ello manipulan sin complejos lo que dice de forma meridiana el Pacto Antitransfuguismo ampliado y firmado hace sólo unos meses (ver aquí). Y sobre todo colocan en la misma balanza del debate una herramienta parlamentaria y democrática como la moción de censura y una de las prácticas más vomitivas y dañinas para la credibilidad de la política como el transfuguismo.

Da igual el tamaño o el territorio de la mentira. Confían (y tienen desgraciadamente razones demoscópicas para hacerlo) en que España se ha instalado en una polarización similar a la provocada en Estados Unidos con Trump. Cada cual vive en su burbuja ideológica o partidista y no distingue la verdad de la mentira, entregados todos a la discusión sobre "realidades paralelas", sin separar los hechos de las opiniones, los datos de las creencias. Si Ayuso sube y Vox baja es no sólo porque sus discursos y programas sean casi idénticos, sino sobre todo porque su prioridad y la que siempre han sembrado en la ciudadanía es el miedo a la izquierda. Ser antisanchista o antiPodemos o antiErrejón une más que cualquier matiz ideológico. Gabilondo tiene de socialcomunista lo que yo de trompetista. Da lo mismo. Iglesias ha renunciado a la vicepresidencia del Gobierno (a la que decían que se había aferrado hasta que lo echaran los GEO) para convertir a Gabilondo en Nicolás Maduro y para expropiar quizás los centenares de inmuebles comprados por el exilio venezolano en el barrio de Salamanca. Hay cosas que darían risa si no sirvieran para ocultar tanto dolor.

Reconozco que entiendo entre poco y nada (cada vez menos) de estrategias electorales y tacticismos políticos. Como periodista y como ciudadano me preocupa sin embargo cada día más la espectacularización de la política y del periodismo, que contribuye a seguir debilitando el crédito de dos servicios públicos imprescindibles para una democracia "plena". Respeto aunque me aburren las teorías sobre la ocupación del centro político, sobre la competencia entre distintas fuerzas progresistas o los beneficios de situar en no sé qué lugar de una lista a un señor o una señora con un "perfil" determinado. Considero que lo importante, lo trascendente ante unas elecciones en mitad de la pandemia, consiste en denunciar por tierra, mar y aire la incompetencia negligente demostrada en la gestión del Gobierno de Ayuso sobre las residencias de mayores (ver aquí), su incapacidad para superar ninguna de las olas de contagios (ver aquí), su persistencia en el desmantelamiento de la sanidad pública y la atención primaria (ver aquí) y sus demagógicas medidas sobre la hostelería al tiempo que Madrid era la única comunidad que no impulsaba ayudas directas a bares, restaurantes y hoteles afectados (ver aquí).

A estas alturas todos sabemos que nadie tiene soluciones fáciles para problemas complejos. Pero frente a cada mentira, un dato. ¿Que Ayuso promete una gran bajada de impuestos? Dudo que la mejor respuesta desde la izquierda sea decir "nosotros no los subiremos". Mejor divulgar todos los datos sobre las consecuencias de la política fiscal de la derecha: Madrid es la comunidad que menos gasta por habitante en sanidad y educación (ver aquí). Madrid no es un paraíso de libertad, sino el paraíso particular de quienes gozan de instrumentos para pagar menos impuestos o ninguno porque su dinero vuela cómodamente y bien encriptado entre Madrid y las Islas Caimán, por ejemplo (ver aquí). Defender la progresividad fiscal no es cosa de comunistas, sino simplemente de demócratas y de ciudadanos decentes que aún creen en algunos principios constitucionales (ver aquí).

Disculpen los lectores que no viven en Madrid. Asumo que pecamos de madrileñismo en la información y el análisis (también condicionados por nuestros limitados recursos). Pero tengan en cuenta esta vez que lo que ocurra el 4-M trasciende a los intereses de los madrileños. Es quizás la última oportunidad de frenar un movimiento nacionalpopulista que utiliza la desinformación como herramienta para proteger los intereses de los sectores que menos sufren las crisis y que más se esfuerzan por instalar la cultura individualista del "sálvese quien pueda". Si Ayuso arrasa, se llevará por delante cualquier posibilidad en España de una derecha liberal, europea, moderna y civilizada. El verdadero milagro Ayuso sería que consiguiera movilizar –por una vez– a todos los votantes progresistas.

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