Pornopolítica

Mientras se trabaja en regular el acceso de los menores al porno, los políticos nos sorprenden cada día con una nueva práctica, más propia de una peli XXX que de una sociedad civilizada que quiere servir de ejemplo para las nuevas generaciones. Las pasiones más primarias mandan sobre la lógica, no hablemos ya de eso que denominamos "bien común". No es que sea nuevo, pero el grado de exhibicionismo es hardcore. Los asuntos urgentes que resolver se amontonan y la pornopolítica proyecta sus efluvios. 

Lo de Junts es sexo de alto riesgo. Puigdemont oscila entre el masoquismo y el onanismo. Es algo así como encontrar placer en infligirse daño primero y luego autorrecrearse, observando la atención mediática del acto perpetrado. La excitación al escuchar el "no" por boca de los siete diputados de Junts en el Congreso debió ser orgásmica el pasado martes 30 por la tarde. Así pretenden mantenernos entretenidos, dilucidando si han llegado ya al clímax un día y otro día. Puede que resulte aburrido para unos, pero hay espectadores que prefieren prescindir de guión como en las pelis eróticas, porque lo que les pone es la repetición. 

No hace falta que algunos líderes se quiten la ropa para demostrar que el sexo duro es lo suyo. Te los imaginas poniendo todo tipo de órganos sobre la mesa de negociación, menos el cerebro. Porque cada vez con más frecuencia uno tiene la sensación de que esto es cuestión de huevos y de ovarios. Los tiempos en los que identificábamos el exhibicionismo con una gabardina abierta frente a la parada del bus son el pasado. Ahora se lleva sacar el metro delante de una cámara y medirse la extensión y el contorno en vivo y en directo. Luego si eso, ya emitirá el partido una disculpa, que para algo hay barra libre de barbaridades. 

Contemplas a Vox o a Podemos trajinándose a los suyos y piensas que estás en Onlyfans. Lo mismo te cepillas a cinco diputados del partido ultra en Baleares de una tacada, como si fueras Nacho Vidal, que te pasas por la piedra a Monedero. Pero esto qué es, ¿incesto? Hay a quien le gusta que le den de su propia medicina, como al penúltimo de los fundadores que quedaba en el partido de Iglesias, quien con una sumisión a la que no estábamos acostumbrados ha agradecido la patada. Lilith Vestringe, en cambio, ha cogido el látigo y les ha dejado sin un escaño. Las insinuaciones maliciosas de Montero y Belarra sobre su bienestar sólo encierran la frustración por no haberla sacrificado ellos antes. Si de verdad estuviera enferma, te coges una baja y no dejas en ropa interior a tu partido.

Te imaginas a algunos líderes poniendo todo tipo de órganos sobre la mesa de negociación, menos el cerebro. Porque cada vez con más frecuencia uno tiene la sensación de que esto es cuestión de huevos y de ovarios

Como en toda buena peli porno, la ficción supera a la realidad. En el capítulo de parafilias, los dirigentes de la comunidad y el ayuntamiento de Madrid van bien servidos. Su dendrofilia, o atracción irrefrenable por árboles y plantas, es tan fuerte que han decidido talar los mejores ejemplares y solazarse con ellos en la intimidad. Quizá por eso el alcalde cesó el lunes a la jefa de patrimonio mundial que no estaba de acuerdo en la tala de la única zona de la capital protegida por la Unesco, y abandonó después el pleno del ayuntamiento al preguntarle la oposición por este despropósito. Tampoco es cuestión de confesarse públicamente. 

Para rarezas, la mecanofilia, que no tiene que ver con escribir, aunque sí con las máquinas. Y mejor si son monoplazas de carreras. Esos que han hecho ver las estrellas de placer a las altas esferas de la comunidad madrileña. Tal es el frenesí que ha provocado el anuncio de la F1, que se habla de la creación de 10.000 puestos de trabajo y unos ingresos de 450 millones de euros con la libertad de decir lo primero que se te pase por la cabeza. Quién no se acuerda de cuando en 2012 el gobierno regional anunciaba la creación de 250.000 empleos gracias a la construcción de Eurovegas. Los mismos sueños húmedos que ahora. 

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