Nuestro cuerpo de batalla

Váyanse a otro lado a abortar”. No sabemos a quiénes se dirigía la presidenta de la Comunidad de Madrid, si a las diputadas de la izquierda, si a sus congéneres, todas nosotras, si a una adolescente, si a una mujer embarazada tras una agresión sexual, si a quien libremente y en su derecho decide interrumpir una gestación. El aborto es un derecho ganado. Y un debate social que ya fue superado. Pero el desprecio a las formas es alto. A las madrileñas, a las mujeres, a todas aquellas que se dejaron el cuerpo mientras esos derechos se conquistaban. También al Estado. Una pérdida del diálogo y un aviso de salto de la ley al negarse al requerimiento de crear un registro de objetores de conciencia a la práctica del aborto. Nunca lo haré, dijo. “España dentro de España” se está convirtiendo en un territorio autocrático que desacata las normas, menos las leyes del capital, en el que se derriban derechos a conveniencia y se pueden decir cosas así. Una frase para la historia. Si hablamos de esto, no hablamos de lo demás. 

Váyanse a otro lado a abortar. 

A dónde. ¿A la sanidad privada? 

¿A otra región?

¿A otro país otra vez las que puedan?

O quizá el mensaje iba más allá. Y entonces da igual lo que se pisotee con tal de escorar un poco más el discurso y recuperar votos de la extrema derecha.

“España dentro de España” se está convirtiendo en un territorio autocrático

Hace una semana, el alcalde de Madrid también aprobaba una propuesta de Vox para informar sobre un falso síndrome a las mujeres que quisieran interrumpir sus embarazos. Un síndrome que no reconoce ninguna ciencia. Enfermedades inventadas por la ultraderecha y las mismas asociaciones pro-vida de los embriones y contra-vida de las mujeres que se van a las puertas de las clínicas a llamarlas asesinas en un proceso clínico que no es fácil nunca y que debería contar con la seguridad y los medios sanitarios públicos. Ahí nadie se preocupa del impacto que puede producir escuchar esas palabras, vivir esa situación. ¿Se preocupan de nuestra salud mental posterior, pero no de la seguridad física de las personas que se someten a una interrupción voluntaria del embarazo? 

Otra pregunta para estos días: ¿De quiénes son las vidas con las que se ha jugado en el escándalo de las mamografías de Andalucía que ha generado esa crisis sanitaria? Nuestras también. Espero que el presidente de la Junta de Andalucía no pase un solo día de incertidumbre esperando un diagnóstico que puede cambiarle la vida. No le deseo que la falta de recursos para esa sanidad pública que va dejando en los huesos se cebe jamás con su propia salud. 

“No olvidéis nunca que bastará una crisis política, económica o religiosa para que vuelvan a cuestionarse los derechos de las mujeres. Nunca se trata de derechos adquiridos”, respondió Simone de Beauvoir en una entrevista del siglo pasado. 

A los del feminismo, pero. A los del feminismo, pero no tanto. A los del feminismo, pero no así: no nos expliquen más cómo, cuando, día tras día, la batalla cultural e ideológica, la contienda interna de poder dentro de sus grupos, de sus estrategias, se libra sin cuartel y menosprecio una vez más sobre el campo de batalla que es el cuerpo de las mujeres

Nuestro cuerpo.

Váyanse a otro lado a abortar”. No sabemos a quiénes se dirigía la presidenta de la Comunidad de Madrid, si a las diputadas de la izquierda, si a sus congéneres, todas nosotras, si a una adolescente, si a una mujer embarazada tras una agresión sexual, si a quien libremente y en su derecho decide interrumpir una gestación. El aborto es un derecho ganado. Y un debate social que ya fue superado. Pero el desprecio a las formas es alto. A las madrileñas, a las mujeres, a todas aquellas que se dejaron el cuerpo mientras esos derechos se conquistaban. También al Estado. Una pérdida del diálogo y un aviso de salto de la ley al negarse al requerimiento de crear un registro de objetores de conciencia a la práctica del aborto. Nunca lo haré, dijo. “España dentro de España” se está convirtiendo en un territorio autocrático que desacata las normas, menos las leyes del capital, en el que se derriban derechos a conveniencia y se pueden decir cosas así. Una frase para la historia. Si hablamos de esto, no hablamos de lo demás. 

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