Verso Libre
El día 7 tenemos una cita
Hace dos años participé en un programa de Hora 25 que se emitió desde una casa de acogida para mujeres maltratadas. Pude comprobar que una parte decisiva del trabajo consistía en devolver a las víctimas su identidad y su autoestima. No se trataba sólo de defenderlas de la violencia física, había que reconstruir un sentido digno de la vida, un ámbito de convivencia familiar, un mundo en el que volvieran a sentirse personas.
¿Quién puede hacernos daño? La gente que forma parte de nuestra vida tiene la potestad no ya de criticarnos o atacarnos, sino de dejarnos sin suelo existencial para sostenernos. Cuando aceptamos a alguien en nuestra intimidad nos enriquecemos por dentro. El descubrimiento del número dos es un requisito indispensable para crecer como individuos. Pero cuando alguien entra en nuestro ser puede también, si se comporta de manera injusta, deshabitarnos, horadarnos, desarticularnos.
Esta experiencia llega darse en muchas relaciones: grupos políticos, comunidades de vecinos, padres e hijos, hermanos… Quizás merezca una meditación social el daño del veneno interno en algunas de estas relaciones. Pero la única que exige una respuesta social y política inmediata es la experiencia desatada por la violencia machista. Los datos son impresionantes. En lo que llevamos de 2015 han muerto asesinadas más de 70 mujeres. Una barbarie crónica: más de 800 cadáveres en los últimos 10 años.
El movimiento feminista ha convocado una manifestación de carácter nacional, en Madrid, el próximo 7 de noviembreel próximo 7 de noviembre, para protestar contra la violencia machista. El carácter nacional no se debe sólo a que se espera la participación de gente de muchos lugares, sino también a que se quiere plantear la gravedad de esta violencia como una cuestión de Estado. Sobran los motivos para salir a la calle y acudir a la cita.
Los años electorales acentúan la inclinación de los políticos a extender la idea de que una sociedad soluciona todos los problemas a través de los votos. No es verdad. Sin restarle importancia a los resultados electorales, la movilización de la ciudadanía resulta imprescindible para crear alternativas y abrir procesos constituyentes en una sociedad. Igualdad es hoy la palabra clave en España si queremos pensar en una realidad distinta. Igualdad económica, igualdad de género, igualdad ante la ley. Las alternativas transformadoras caen en una trampa grave cuando renuncian a la movilización social y se convierten en una oferta electoral en las pantallas de los televisores, presentándose como el bálsamo de Fierabrás. Votadnos a nosotros y se acabarán todos vuestros problemas.
Esa lógica da fruto en el mundo de las rabietas y las barras de los bares, pero se aparta de la realidad política. Un proceso democrático en España necesita que la gente se movilice y tome conciencia de que no se puede tejer la realidad de un país en la inercia de la desigualdad machista. La violencia es sólo su efecto más grave. Si analizamos el mundo laboral, el desempleo, el desmantelamiento de la sanidad pública, la exigencia de cuidados, es fácil comprobar las huellas y el humo de la desigualdad.
Hay muchas cosas por hacer
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Pero la violencia es el efecto más grave. Por eso el amparo de las víctimas y la prevención (jurídica, educativa, cultural) son demandas que están hoy en el corazón herido de nuestra democracia.
La poesía del siglo XX nos ha enseñado que es imposible sostener los sueños públicos en una plaza si no asumimos antes la emancipación en la vida cotidiana y en la intimidad. ¿Quién te puede hacer más daño? ¿Qué decimos al decir soy yo? La historia pasa por las guerras, las constituciones, los inventos tecnológicos, los descubrimientos científicos, los acuerdos internacionales, pero también por el ruido de una lágrima, por el sentido de un abrazo o por la manera con la que decimos soy hombre, soy mujer, somos.
Cuando fui a la casa de acogida me emocionó la manera en la que una mujer maltratada contó el proceso de reconstrucción de su dignidad, la historia de una cita nueva, la tarde en la que se sintió capaz de sentarse delante de un espejo, pintarse los ojos, pintarse los labios, sonreír otra vez y salir a la calle. Sobran los motivos para salir. El día 7 de noviembre la democracia española tiene una cita. Debemos salir a la calle.