Feijóo y la impotencia

Este domingo se vivió en Madrid una nueva movilización, y van ya siete, de la extrema derecha y la derecha extremada. Una vez más, se anunció el fin del mundo, se pidió la dimisión del presidente del Gobierno, se acusó a los socialistas de ser una mafia y Ayuso, en la hipérbole continua a que nos tiene acostumbrados, advirtió de que ETA está a punto de dar un golpe en Euskadi y Navarra. Sólo faltó el apocalipsis zombi. Sin embargo, mirado más de cerca, se puede observar que algo no cuadra en todo esto.

Un partido político que ha gobernado España y aspira a volver a hacerlo conoce perfectamente las formas de llegar a la Moncloa: conseguir una mayoría parlamentaria que apoye una investidura. Si esto es lo que ansía el Partido Popular para librar a España de las siete plagas que le amenazan invocadas por los pérfidos socialistas y sus aliados, hasta el punto de llamar por séptima vez a la ciudadanía a manifestarse, ¿por qué no ha puesto en marcha los mecanismos que le conduzcan a Moncloa? Si España se hunde bajo las garras de la mafia socialista, lo coherente sería que los patriotas nos salvaran de la debacle. Para ello sólo hace falta aunar los apoyos parlamentarios precisos. Sin embargo, ni con Junts ni con el PNV han tenido los populares una estrategia desde el pasado julio de 2023 destinada a reforzar las relaciones y conseguir un apoyo a una eventual moción de censura. Saben, por tanto, que no hay un cambio viable.

Se ha dicho insistentemente que la presencia de Vox en la ecuación haría inviable ese acuerdo con fuerzas nacionalistas vascas y catalanas, pero las matemáticas parlamentarias no son como las demás, y aunque difícil no sería imposible una moción de censura de carácter instrumental aupando a un candidato o candidata con una aceptación suficiente por parte de quienes tendrían que votarle, para a renglón seguido convocar elecciones. Sin embargo, no hemos visto ningún gesto, ninguna estrategia, ningún acercamiento por parte de los populares que señale en esta dirección. Más bien todo lo contrario.

Un partido sistémico incapaz de articular una moción de censura llama a la movilización para parecer que hace algo, cuando en realidad no hace lo que tiene que hacer para configurar la alternativa que demanda

En este contexto, las movilizaciones a las que acuden miles de seguidores de los populares se convierten en una demostración de impotencia. Un partido sistémico incapaz de articular una moción de censura llama a la movilización para parecer que hace algo, cuando en realidad no hace lo que tiene que hacer para configurar la alternativa que demanda. 

Presionando de forma cada vez más firme, VOX está siendo capaz de recoger el descontento de la derecha y algo más, sacar a votantes de la abstención y obtener el apoyo del 20% de los jóvenes. Sabedores de que su estrategia es ganadora, la ultraderecha ha hecho suya esa máxima de la iglesia católica que consiste en renunciar al poder para conseguir la influencia. Lo han hecho en Valencia, imponiendo sus postulados para la investidura del sustituto de Mazón en materias como la política ambiental y migratoria, lo harán en Extremadura y en todas y cada una de las elecciones en las que acaben siendo esenciales para que los populares gobiernen, es decir, en todas. El viento de los tiempos les es favorable, sólo necesitan no equivocarse y seguir recogiendo los réditos de un descontento creciente. Máxime cuando el Partido Popular, en una estrategia errática y confusa, favorece este trasvase de votos. ¿Qué tienen en común los votantes del PP que optan por Vox? Que están enfadados, ven en el futuro un sitio aterrador (muy interesante este estudio del CIS al respecto), les hierve la sangre cuando ven a Sánchez en televisión, sienten que el futuro es un horizonte apocalíptico y proyectan su rabia contra los socialistas. Justo lo que los populares alientan en cada movilización, con Isabel Díaz Ayuso marcando línea ideológica.

Mientras tanto, en el PP el nerviosismo crece. Ven a su contrario en horas bajas, muy bajas. A las izquierdas, desarticuladas y con pésimas expectativas electorales. Todas las encuestas les meten en Moncloa, y sin embargo… Sin embargo, algo falla. Y hay quien, o quienes, empiezan a pensar que quizá sea el candidato. O la estrategia. O la incapacidad de hacer frente a Vox parando la transferencia de voto que no cesa. O una mezcla de todo esto.

El caso es que los populares ven que tienen todo a favor, pero no saben cómo llegar a la Moncloa. Cada manifestación en la calle es una demostración de impotencia.

Este domingo se vivió en Madrid una nueva movilización, y van ya siete, de la extrema derecha y la derecha extremada. Una vez más, se anunció el fin del mundo, se pidió la dimisión del presidente del Gobierno, se acusó a los socialistas de ser una mafia y Ayuso, en la hipérbole continua a que nos tiene acostumbrados, advirtió de que ETA está a punto de dar un golpe en Euskadi y Navarra. Sólo faltó el apocalipsis zombi. Sin embargo, mirado más de cerca, se puede observar que algo no cuadra en todo esto.

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