#SoloQuedaVox

“Vox vota en contra de eliminar la palabra “disminuidos” de la Constitución porque es una maniobra del Gobierno para quitarles visibilidad”. El titular es de El Mundo Today, pero esconde mucho de cierto.

En efecto, cuesta entender por qué Vox se opuso –y finalmente se abstuvo– a una votación abrumadoramente mayoritaria para reformar el artículo 49 de la Constitución y cambiar la palabra “disminuido” por “personas con discapacidad”, salvo que sea para llamar la atención. La clave es comprender que no es un elemento aislado ni un caso de marketing puntual, sino la base de su estrategia. El hashtag que ellos mismos usan a menudo en las redes, #SoloQuedaVox, define su línea: mostrarse únicos y por tanto distintos al resto de fuerzas políticas. Cualquier cosa que se perciba como mainstream, que se crea instalada en la sociedad o que forme parte del sentido común del momento, será combatida por la ultraderecha. Sólo así consiguen tener un espacio propio y diferencial.

Esta semana, tres estudios del CIS nos han ofrecido abundantes ejemplos de esto. El barómetro de enero de 2024 comienza preguntando por la preocupación de los españoles ante el cambio climático. Si bien hay una cierta correlación ideológica, que hace que los votantes de partidos de izquierda se muestren más inquietos ante la crisis climática que los conservadores, la suma de quienes se sienten “muy” o “bastante” preocupados por el cambio climático oscila entre el 70,1% de votantes del PP y el 94% de los de Sumar. Sólo un grupo se sale de esta horquilla: Apenas el 28% de los votantes de la ultraderecha dicen sentirse muy o bastante preocupados por la crisis climática.

La clave de la ultraderecha no es que se sitúe en posiciones más conservadoras, sino que se sitúa fuera de los consensos que van generando las sociedades y eso, a su vez, les hace diferentes y únicos

En el estudio Percepciones sobre la igualdad entre hombres y mujeres y estereotipos de género hay dos ejemplos sumamente interesantes. Cuando se pregunta si se prefiere vivir en “Una sociedad con personas de diferente origen, cultura y religión” o en “Una sociedad en la que la gran mayoría de la gente tenga el mismo origen, cultura y religión” nuevamente se ve la influencia de la variable ideológica, pero sólo un grupo se decanta mayoritariamente por la homogeneidad y rechaza la diversidad. En efecto, el 63,7% de los votantes de Vox optan por la segunda respuesta, frente a un 27% que dicen preferir una sociedad diversa. En el caso del PP la preferencia por las sociedades diversas supera –aunque sea por sólo cuatro puntos– a la opción por sociedades homogéneas. 

El siguiente ejemplo ha sido motivo de polémica toda la semana. La pregunta 6 de este estudio del CIS interrogaba sobre el acuerdo con la frase “Se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”. Es cierto que la redacción de tal planteamiento no es excesivamente rigurosa porque induce a valorar varias cosas a la vez y da por hecho al mismo tiempo que se ha avanzado demasiado en igualdad y que eso perjudica a los hombres. No obstante, los datos son escandalosos. El 38% de los encuestados cree que esta idea es cierta, aunque a renglón seguido el 96% coincide en que “La igualdad entre hombres y mujeres contribuye a hacer una sociedad más justa”.  

Con todas las precauciones de las dudas sobre la formulación de la pregunta, y pese a estas incoherencias, conviene tomarse en serio esta percepción. Pero también hay que mirar un poco más allá, porque no es una percepción instalada en la sociedad sino en la parte derecha de la misma, y de forma muy especial, en la ultraderecha. El 87% de los votantes de Vox, el 69% de UPN, y el 60% de los del PP, respaldan esta idea. Entre el resto de partidos, el apoyo oscila entre el 18% y el 8%. Claramente la ideología define estas percepciones, pero la ultraderecha bate todos los récords. Podría pensarse que esto es coherente con su forma de entender el mundo, pero cuando se analizan preguntas que tienen más que ver con aspectos de la vida cotidiana, como el tiempo dedicado a los cuidados, por ejemplo, la diferencia no es tal. 

La clave de la ultraderecha no es que se sitúe en posiciones más conservadoras, sino que se sitúa fuera de los consensos que van generando las sociedades y eso, a su vez, les hace diferentes y únicos; a pesar, no se olvide, de que la derecha convencional compra parte de sus mantras por simple simpatía reaccionaria y para sostener su posición electoral a salvo de las incursiones ultras. Por si alguien tiene alguna duda, en el tercer estudio publicado esta semana sobre Hábitos democráticos los votantes de Vox son, con diferencia, los que menos creen que “La democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno” y los que más están de acuerdo con que “En algunas circunstancias, un gobierno autoritario es preferible a un sistema democrático”. Nada queda al márgen de su cuestionamiento. De ahí que, en efecto, El Mundo Today tenga razón. Y no es la primera vez.

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