Escribir no es normal

Sí, hay fachas y viven entre nosotros

En la madrugada de este 12 de octubre se escucharon unos crujidos en la nave central de la iglesia más gore de la cristiandad. Los guardias de seguridad descubrieron minutos después, frente al altar mayor, claveles blancos y rojos pisoteados y esparcidos por el suelo. Los monjes de la Orden de San Benito, ya desayunados y debidamente alertados, se santiguaron trece veces. Sí, el Ausente había aprovechado el Día de la Raza para darse una vuelta por ahí. 

[“Me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. Con mis periódicos bajo el brazo, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba”. Estas palabras, resumidas más que menos, no son del Ausente, sino de un patriota español y genio universal, Luis Buñuel. Se pueden leer casi al final de Mi último suspiro, que más que sus memorias son un devocionario ateo de gran utilidad para guiarse en estos turbios años 20]. 

El Ausente se acercó a un quiosco de Collado Villalba. Ojeó el desfile de titulares de papel. El Ejercito español se rearmaEl 77% afirma que se siente ‘orgulloso’ de ser español. Rusia daña la red eléctrica de Ucrania. “¡Rusia!”, se estremeció la momia. La familia de Primo de Rivera pide su exhumación. Releyó incrédulo este último titular. Ya no regresó al agujero con los diarios bajo el brazo. Desapareció. Hay quien asegura haberle escuchado el otro día en una tertulia de la Cope hablando de los tres males que corroen España: separatismo, partidos y lucha de clases. O quien creyó adivinar el jueves su camisa vieja en un escaño vacío del Congreso. O quien sospechó verle la otra noche abroncar de forma violenta a un mantero que se había subido al metro sin mascarilla en Sol. El Ausente anda suelto. Ténganlo presente.

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