“¡Cómetelo todo, hay niños que mueren de hambre!”. Era el toque de atención de tu madre para que dejaras de tontear con la cuchara. A veces, contraatacabas lloriqueando con un “se me hace bola”, aunque la bola, en realidad, la habías hecho tú a base de darle vueltas a un bocado que no querías tragar.
Hemos crecido tanto que ya somos capaces de ver un genocidio por la tele o en la pantalla del móvil mientras comemos. Visionamos el horror con la misma tranquilidad con la que vemos perros haciendo yoga o gente limpiando alfombras llenas de mierda. Como mucho, al ver a esa gente corriente caminar por el infierno, susurramos “esto es insoportable”, traducción al adulto del “se me hace bola” infantil, pero continuamos tragando. No hace falta que nos recuerden que están matando a niños de hambre para que nos animemos a mojar pan en la salsa y a disfrutar de un buen salseo.
Hace unos días, una de las personas más buenas que conozco sacó su rabia en el salón de mi casa. Él, que abraza la calma hasta en las situaciones más desesperantes, tornó en iracundo al brotar el genocidio de Gaza en nuestra conversación. Lo que incendiaba sus ojos y agitaba su voz era una mezcla de impotencia, rabia, dolor y vergüenza, un coctel explosivo para quien no traga con el sufrimiento ajeno, se le hace bola.
Hemos crecido tanto que ya somos capaces de ver un genocidio por la tele o en la pantalla del móvil mientras comemos
Antes de que mi amigo abandonara mi casa hicimos intercambio de regalos, él me dejó albóndigas de su madre y yo le di un túper con helado de pistacho que acababa de preparar, aunque nuestra conversación debería haber terminado con una buena raja de sandía. La sandía, esa fruta que en mi infancia simbolizaba la alegría veraniega, representa también la resistencia y el apoyo al pueblo palestino, es un vericueto para ondear los colores de la bandera y decir que esta ignominia se nos hace bola.
¿De haber existido redes sociales entre el 1933 y el 1945, los que estaban por el mundo entonces habrían puesto emojis de estrellas en sus perfiles para declarar que condenaban el Holocausto? Cuánto nos ha extrañado siempre pensar que aquellos no sabían, que cómo pudieron no saberlo…
Nosotros sí sabemos lo que está ocurriendo en esa zona de interés e intereses que es Palestina, pero aquí seguimos: leyendo libros bonitos, cocinando recetas saludables, amando, escuchando música, haciendo chistes, viendo series, sufriendo por nuestros problemas, abriendo el grifo, acudiendo al médico, quejándonos del puto calor… viviendo.
Algunos publicamos nuestra sandía en redes como un grito de tres colores un poco naif… para demostrar que no todo nuestro corazón está dormido, que dedicamos una parte de él a darnos cuenta, a ser conscientes, a dolernos, a rompernos con la certeza de que algún día alguien dirá de nosotros ¿Si sabían que estaba sucediendo, cómo pudieron permitirlo?
En Gaza mueren humanos, pero al otro lado está muriendo la humanidad. Si nos da igual, estamos acabados.
“¡Cómetelo todo, hay niños que mueren de hambre!”. Era el toque de atención de tu madre para que dejaras de tontear con la cuchara. A veces, contraatacabas lloriqueando con un “se me hace bola”, aunque la bola, en realidad, la habías hecho tú a base de darle vueltas a un bocado que no querías tragar.