Cobarde con causa

Julios en agosto

Juan Herrera

El julio, además de un cantante esquemático y padre de Chaveli, es una unidad de medida. En matemáticas, en julio y en agosto, el julio es la unidad de medida del trabajo. ¿Y a que equivale un julio de trabajo?

Raudos acudimos a los que saben y leemos que un “julio” es la energía necesaria para lanzar una manzana pequeña un metro hacia arriba. La energía liberada por una persona en reposo en una centésima de segundo. La centésima parte de la energía que una persona puede recibir bebiendo una gota de cerveza. La energía cinética de un humano adulto que se mueve a una velocidad de alrededor de 20 cm/s.

Es decir, que matemáticamente, el trabajo no es una maldición bíblica, sino el resultado del producto de una fuerza aplicada, en newtons, por la distancia recorrida, en  metros. Pero para el gobierno de Rajoy, el trabajo es otra cosa. El trabajo para ellos es “el misterio del pequeño hombre menguante”. La ministra Bañez, con su pelo oblongo, acaba de decir que, a pesar de haber disminuido el paro, el número de personas inactivas ha crecido en casi 300.000. Si a este asombroso dato le sumamos otro reciente que dice que la economía española ha alcanzado el nivel de PIB de la precrisis, pero con dos millones menos de empleos, llegaremos a la conclusión de que el trabajo medido en Julios, Albertos, Eloísas y Paz Padillas está desapareciendo.

Y el fenómeno no es coyuntural. Según los expertos del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) ningún trabajo que pueda ser sustituido por la acción de un algoritmo sobrevivirá. El trabajo, como  los supositorios, está dejando de ser necesario.

Mientras, nosotros discutimos si somos o no somos lo que somos. La revolución robótica está al caer y el paro, según la mayoría de los expertos en la materia, va a empezar a aumentar inexorablemente antes de la década de los 30. Según Bill Gates, en una reciente conferencia ofrecida en New York, podría llegar a alcanzar el 30%. Mientras este tsunami laboral se nos viene encima, la izquierda estupefacta se hace nacionalista, mete la cabeza de pensar debajo del ala y se olvida de las utopías para tratar de capear el temporal. Es lo que hay.

Juan Herrera: "La paz no está conseguida, es un trabajo y un anhelo"

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En esa línea, el 17 de julio pasado, el Gobierno recurrió la jornada de 35 horas que Susana Díaz aprobó para sus 270.000 empleados públicos. El tribunal dio la razón al Gobierno, a pesar del argumento de la lideresa socialista, según el cual la jornada de 35 horas crea unos 12.000 puestos de trabajo para mantener el nivel de servicios.

Como vemos, los argumentos de la izquierda en defensa de las 35 horas no pueden ser más razonables. ¿Pero acaso ante el tenebroso panorama que se nos avecina, la izquierda, debe ser tan razonable? ¿Si la izquierda europea hubiera sido siempre tan moderada, se habrían logrado la educación gratuita y obligatoria, la indemnización por despido, las vacaciones remuneradas, la jornada de ocho horas y la cobertura universal de la Seguridad Social?

Si el trabajo humano es sustituido en sus tres cuartas partes por la robótica y la inteligencia artificial, ¿dónde queda Don Carlos Marx? ¿Dónde su concepto de plusvalía? ¿Dónde la fuerza coercitiva de la huelga? Si con la llegada de la  inteligencia artificial, el trabajo humano se convierte en una “actividad extraescolar”, ¿quién va a pagar la fiesta? ¿Quién va a soportar el mantenimiento del llamado “Estado del bienestar"? ¿Por qué van a pagar las empresas impuestos, si no tienen trabajadores que se los exijan? Si la izquierda abandona el internacionalismo y la utopía, ¿quién velará por una vida digna y no subsidiada para todos? ¿Podrá Don Julio volver a cantar La vida sigue igual?

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