La UE, mejor sin la madrastra norteamericana Javier de Lucas

No sé cómo explicarle a mi abuela por qué unos señores en el Congreso de los Diputados han votado que no a subirle la pensión. Tampoco sé qué decirle a mis amigos. El miércoles me enviaban por WhatsApp la advertencia de que, si me daba prisa, estaba a tiempo de recargar el bono de transporte rebajado. Antes de que, al día siguiente, por culpa supuestamente de un palacete en París, se triplicase su precio.
La verdad es que me resulta tan arbitrario y difícil de entender que no tengo una respuesta clara. Somos muchos los que defendemos que es importante seguir la actualidad, confiar en las instituciones, que no todos los políticos son iguales, que la política es un motor de cambio social. Y que, ante esta ola populista de extrema derecha que amenaza con llevarse por delante consensos democráticos básicos, es importante estar unidos.
Pero, entonces, vienen Junts y el Partido Popular y te desmontan el discurso en un momento. Y, ale, a volver a empezar con la pedagogía. Después de su decisión de tumbar el decreto ómnibus del Gobierno que incluía la revalorización de las pensiones y las ayudas al transporte (entre otras medidas de calado social sobre la dana, el SMI o a los desahucios) es complicado defender estos argumentos.
Después de los indultos, la amnistía, las prebendas fiscales a Cataluña y la insoportable pleitesía a Carles Puigdemont, ¿qué más quiere Junts para dignarse a ser un socio fiable? ¿Podrán pensar en los ciudadanos alguna vez y dejar de chantajear a diestro y siniestro?
A Vox no lo incluyo en la ecuación porque el “no a todo” es su modus operandi habitual. Pero el PP y Junts se parecen cada vez más al partido de Abascal. El capricho político que comparten los tres es desgastar a Pedro Sánchez a cualquier precio. Aunque suponga sacrificar el bienestar de una mayoría social —entre los que, ¡oh sorpresa!, también hay catalanes y votantes de la derecha—, que ven aliviado su bolsillo en la época en la que la precariedad de los salarios y el acceso a la vivienda es, con diferencia, el mayor problema económico.
¿De verdad al PP le merece la pena fastidiar a 12 millones de pensionistas? ¿Hasta qué punto obtienen rédito electoral con esta estrategia de ahogar al Gobierno? Si todo es cuestión de relato, ¿no ven un error transmitir que les importan más sus intereses partidistas que la gente? Después de los indultos, la amnistía, las prebendas fiscales a Cataluña y la insoportable pleitesía a Carles Puigdemont, ¿qué más quiere Junts para dignarse a ser un socio fiable? ¿Podrán pensar en los ciudadanos alguna vez y dejar de chantajear a diestro y siniestro?
Claro que el Gobierno podría haber optado por otro tipo de formulación parlamentaria o presentar los decretos por separado para intentar que saliesen adelante uno por uno, pero que Isabel Díaz Ayuso haya sido la primera en considerar que, por sentido común, hay que mantener las ayudas al transporte dice mucho del tipo de oposición que se hace en España. ¡Y menos mal que alguien en la oposición piensa en el bien común!
En fin, sigo sin saber cómo explicarle a mi abuela por qué no le suben la pensión. Ella que precisamente ha ido cambiando su voto por este motivo. Pero es que me muero de pena si tengo que decirle que el motivo no es el palacete, ni Sánchez, ni que todo vaya junto en un decreto. La razón profunda es que hay una oposición que pone sus intereses partidistas por encima de las personas vulnerables. La política del capricho y del chantaje. La política inútil. Qué vergüenza.
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Marta Monforte Jaén¡Hola, !
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