Muros sin Fronteras

Pablo Iglesias, genialidad o suicidio

Ramón Lobo nueva.

Me llamó la atención en los años 80, cuando vivía y trabajaba en Washington DC, el título de un libro de Herman Kahn sobre el riesgo de una guerra nuclear: Pensando sobre lo impensable. Nunca lo leí, solo me gustaron sus posibilidades filosóficas aplicadas a las decisiones de la vida cotidiana, un cambio de trabajo o la compra de una casa. Pensar en lo impensable y tener una solución evita sorpresas y aumenta las posibilidades de éxito. Lanzarse a un proyecto desde el “todo va a salir bien” suele ser garantía de fracaso. También lo es construir un plan sobre el “y si...”: y si pasa esto, o aquello, y si Más Madrid se suma a la candidatura unitaria (ya sabemos que no), y si los votantes de izquierda se movilizan como en los mejores tiempos, y si Isabel Díaz Ayuso (IDA) no logra la mayoría absoluta.

La decisión de Pablo Iglesias es arriesgada. Puede acabar bien o muy mal. Se supone que nace de la reflexión y el debate entre personas sensatas que han analizado las consecuencias y todos los escenarios. No cabe pensar que se trata de un calentón o una ocurrencia; tampoco, un plan maquiavélico para rematar a Íñigo Errejón y Más Madrid y quedarse como la única izquierda posible más allá del PSOE, aunque en el empeño muera (políticamente) el líder.

Desde su nacimiento en enero de 2014, Podemos tuvo una virtud extraordinaria que perdió con el tiempo, las deserciones y las purgas: la de leer el estado de ánimo de la ciudadanía días, semanas o meses antes de los demás partidos. Era la consecuencia de su comprensión de las causas que provocaron el 15M. Cuando el PSOE se daba cuenta de la dirección del viento se encontraba que Podemos se había sentado en su silla.

El problema de aquel Podemos audaz es es que no sabía hacer política. Tras el error de 2016, el de no abstenerse ante un posible Gobierno PSOE-Ciudadanos y echar al PP del poder, llegó la ruptura con los errejonistas y más tarde con los anticapitalistas. La negación de ese error, que aún subsiste en sus dirigentes y seguidores, explica en parte el declive de aquel impulso que pareció que iba a conquistar los cielos. La falta de autocrítica unida a una feroz campaña contra el partido les ha dejado aplastados bajo el síndrome de la ciudad asediada. Han perdido la magia, el contacto con la ciudadanía. Tal vez uno de los propósitos de Iglesias en Madrid es recuperar ese toque. No sabrá hacer política, pero es un vendaval en campaña.

Aquel Ciudadanos de Albert Rivera de 2016 aún jugaba a ser centrista. Luego se echó al monte hasta dejarse el futuro en la foto de Colón. Podemos perdió la habilidad de anticiparse aunque siguió sin saber hacer política, que no deja de ser el arte de ser flexible y responsable. Estar en el Gobierno debería ser una universidad de pragmatismo y sutileza, esenciales para sobrevivir como fuerza relevante, capaz de influir en la política nacional.

¿Golpe maestro?

Así me lo pareció después del anuncio, sin reflexionar demasiado sobre los efectos colaterales, algo frecuente en las redes sociales. Ya no estoy seguro de que sea una jugada extraordinaria. Es evidente que Pablo Iglesias no se sentía cómodo en el Gobierno de coalición. Llevaba meses rozando el límite de la crítica expresada en público. Era un ejercicio un tanto esquizofrénico, el de estar dentro y fuera a la vez; dentro para los aciertos y fuera para todo lo demás.

Salir del Ejecutivo de Pedro Sánchez le permitirá ejercer con libertad el papel que más le gusta, ser un agitador en el mejor de los sentidos. Es bueno que haya gente que se sale del patrón del aburrimiento y del debe ser. Dicen que Pedro Sánchez se enteró poco antes del anuncio. Me lo imagino eufórico corriendo con los brazos extendidos por los pasillos de La Moncloa. Para él es una excelente noticia, aunque también tiene su letra pequeña.

Yolanda Díaz es más flexible, no necesita proyectar firmeza en cada plano y cada tuit. Sabe hacer política porque viene entrenada del mundo sindical. Lo ha demostrado en el Ministerio de Trabajo. Es más peligrosa a largo plazo para Sánchez. Es una mujer con rasgos anguitianos, es decir que gusta fuera de su ámbito ideológico.

¿Unidad de la izquierda?

¿Se trata de una retirada por etapas de Iglesias o una pausa? ¿Significa que ha recuperado el olfato de los primeros años? ¿Se siente quemado y trata de revitalizar aquel Podemos? Por ahora, tenemos más preguntas que respuestas.

Si pretendía reconstruir en Madrid una casa común a la izquierda del PSOE no le ha salido bien. Quizá el método no ha sido el más adecuado: anunciar su candidatura por sorpresa y pedir que los demás se pongan detrás. ¿Aceptaría Iglesias una candidatura unida con Mónica García de número uno? La respuesta obvia es no. Ofrecer unas primarias en las que dominan los inscritos de Podemos es una trampa en el solitario. Más que una propuesta era una OPA hostil.

Su partido obtuvo en 2019 menos votos y escaños (181.231 y siete diputados) que Más Madrid (475.672 y 20 escaños) y el PSOE (884.218 y 37 escaños). Carece de un argumento aritmético y político para reclamar esa unidad con él de jefe supremo. Su partido se salvó de milagro hace dos años al superar por seis décimas el corte de la barrera del 5%. La excusa de la deserción de Errejón ya no explica que Podemos siguiera anclado en el 5% de intención de voto. Quedarse fuera de la Asamblea hubiese sido un golpe mortal para el partido en toda España. Con Iglesias se irá a los dos dígitos y tendrá representación. Se trata de un rescate.

No es grave ir en listas separadas en un sistema de circunscripción única, puede ser hasta favorable, si los tres partidos de izquierda superan la barrera del 5%. El PSOE seguirá con Ángel Gabilondo al frente porque no quiere hacer experimentos y porque es posible que Margarita Robles haya dicho no. Gabilondo es un candidato difícil que sería un excelente presidente. Veremos si Podemos queda delante de Más Madrid y del PSOE. Lo segundo parece improbable. ¿Aceptaría Iglesias apoyar o estar en un Gobierno presidido por Gabilondo? ¿Va a cambiar la vicepresidencia del Gobierno por la de la Comunidad de Madrid? ¿Lo apoyaría si incluyera los restos de Ciudadanos? El precedente de 2016 no invita al optimismo.

¿Movilización de los puristas?

Uno de los objetivos de Iglesias es recuperar la izquierda desilusionada que se desenganchó de IU, primero, y de Podemos, después, para votar opciones extraparlamentarias, como el Pacma, (obtuvo 24.446 votos y cero escaños) o quedarse en casa. En la izquierda abunda el purista de salón, al que llamo (por fastidiar) “izquierda divina concepción”. Suelen ser jóvenes de clase media que no han visto a un pobre en su vida y consideran que todos los que no piensan como ellos son unos “putos fachas”. Es posible que Iglesias logre sacarles de la apatía para llevarlos a las urnas. Hay décimas en juego que pueden resultar esenciales.

¿Es malo para Ciudadanos y bueno para Ayuso y Vox?

Isabel Díaz Ayuso —la presidenta IDA, para entendernos— tiene un mago de las tinieblas como principal asesor. Miguel Ángel Rodríguez (MAR) podrá ser muchas cosas, pero ante todo es un tipo inteligente que sabe lo que hace. No conviene despreciarlo. Miren lo que logró con Aznar, que aún va por ahí pavoneándose como presunto líder mundial. La fábrica de maldades de MAR había lanzado el lema “Socialismo o libertad”. Tras el anuncio de Iglesias, corrigieron a la mayor: “Comunismo o libertad”. Por Whatsapp circula una divertida enmienda: “Socialismo o libertad (condicional)”, por los numerosos casos de corrupción del PP.

El verdadero dilema no es socialismo o libertad, el problema es democracia o extrema derecha y los portadores del virus extremista son los gobiernos de Hungría y Polonia, aliados de VOX y del PP extremado de Ayuso y Casado. Lo dicen el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa. En la UE hay gobiernos de izquierda, solos o en coalición, en Alemania, Dinamarca, Estonia, Finlandia, Portugal, Suecia y República Checa.

Iglesias es el malo perfecto para el trumpismo de bolsillo de IDA. No sé si ayudará a movilizar a una derecha que ya está hipermovilizada, pero radicalizará el discurso con menciones a ETA, Hugo Chávez y a quien haga falta. IDA debería preocuparse por la subida de VOX, que puede ser la sorpresa en ese flanco ideológico.

Ciudadanos se juega su desaparición en Madrid si no supera el 5%. En las elecciones de 2015 obtuvo 629.940 votos y 26 escaños. ¿Puede pasar de 26 a la irrelevancia? Que se lo pregunten a UCD. Sus votos podrían dividirse entre PP y VOX (dos tercios) y el resto quedarse en el actual Ciudadanos y en la abstención. Pocos irán a un PSOE que tendrá que pactar con Iglesias.

Para Pablo Casado es un escenario endiablado: pase lo que pase, pierde. El enemigo lo tiene en casa y se llama Isabel Díaz Ayuso. Tiene varias ventajas sobre él: jamás cambia su discurso, no es alguien moderado los martes y radical los jueves. Está mejor asesorada y no parece una buena persona, es de las que no hace prisioneros. Algo se le ha pegado de la dueña de Pecas.

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Aún falta mucho hasta el 4 de mayo. El PP ha conseguido con el adelanto electoral que se deje de hablar de lo ocurrido en las residencias de ancianos, de su gestión frentista en la pandemia y su obsesión por los bares y sus donantes. Tampoco se habla de la Caja B ni de Bárcenas. Queda el factor sorpresa.

IDA acaba de decir en televisión: “que te llamen fascista significa que estás en el lado bueno de la historia”. Además de un disparate impropio en un cargo público que cobra de los impuestos de todos, es casi un delito, de odio o de estupidez. No se puede blanquear con tanta ligereza una ideología totalitaria que provocó la muerte de millones de europeos.

El problema de fondo es que estas butades apenas tienen impacto en una sociedad dominada por la desmemoria, el simplismo y los bulos. Díaz Ayuso representa una derecha mojigata que combina la incultura enciclopédica con la chulería de quienes no temen al ridículo. Muera la inteligencia, vivan las cadenas, que siga la fiesta de la corrupción. Al procés catalán le ha salido un imitador castizoide que tampoco teme a la desmesura del lenguaje. Son dos despropósitos políticos que se retroalimentan y animan. Feliz supervivencia.

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