Diario de una confinada

No seremos los mismos, pero quedará algo de nosotros

Raquel Martos

Querido diario, hoy me he marcado un viaje en el tiempo como si me hubiera alquilado el Delorean… Pensando en mi cita diaria contigo he ido a buscar a tus antecesores y me he reído lo mío, que buena falta me hace.

Sí, yo fui niña de escribir diario. Hubo dos antes que tú, uno verde y uno rojo, ambos forrados de un material sintético con aspiraciones a cuero. ¿No te lo dije? Ya lo ves, todos tenemos un pasado…

Yo fui niña de escribir diario ya suena cursi como titular, pero si conocieras el contenido completo de ambos documentos –cosa que no va a suceder, mientras yo pueda impedirlo– lo confirmarías. Más cursi que la película La historia interminable que, por cierto, ayer cumplió treinta y seis años… Aunque para historia interminable e inenarrable esta en la que estamos ahora.

Pero volvamos al diario. El primero comencé a escribirlo con diez años, (exactamente un día antes de cumplir los once) y he observado que entonces ya tenía cierta tendencia a fijarme en la noticia del día, a contar historias y a apostar por la brevedad, como si fuera a comunicar en la radio. De hecho, mi primera entrada dice así:

“Hoy me han regalado este diario y estoy muy contenta. Una niña de clase se ha desmayado y nos hemos llevado un buen susto ya que creíamos que había muerto. Hoy es el cumpleaños de mi hermano y mañana será el mío”.

Lo que viene a ser un tuit al que le sobran 29 caracteres, cuatro informaciones en un solo mensaje: eso es economía del lenguaje.

Releer lo que escribías hace tantos años, además de ser divertido, es en realidad un ejercicio muy completo, porque recuerdas cómo te sentías por dentro:

“Hoy estoy enfadadísima con mi hermana porque se ha reído de mi canción y no me ha dejado tocar la guitarra” .

Cuán distinto era el mundo en el que vivías:

“Mi hermano se irá pronto a la mili, aún no se sabe dónde le tocará, en fin, como a él le da igual, que al fin y al cabo es lo importante, pues…”

Y también te da una idea clarísima de que los problemas diminutos para otros eran colosales para ti. Tanto, que pedías ayuda a las más altas instituciones.

“Mañana nos piden el trabajo de Geografía y no lo tenemos acabado, ayúdame Dios, por favor”.

Resulta cómico verse con la perspectiva del paso del tiempo, aunque al tiempo se tiña todo de nostalgia por lo que ya no es, por los que ya no están. Sí, me he reído lo mío, que falta me hace, pero también me lo he llorado, que tampoco me viene mal.

Lo más esperanzador de este viaje en el tiempo ha sido constatar, en esos trazos naif de viejo boli Bic cristal y Bic naranja, que no hay bien ni mal que cien años dure y que, por tanto, también esta pesadilla presente pasará.

Seguiré revisando mis diarios, porque hoy solo me ha dado tiempo a hojear el primero de los dos. Curioso, por cierto, que en varios pasajes por los que he pasado veloz, he observado que me dedico un reproche insistente: no ser constante, no escribir cada día. Es decir, que algo de mi autoflagelación de adulta ya se fraguaba en la niñez, menos mal que mi pasión por la música también:

“Después de tantísimo tiempo, aquí me tienes. Ya no pongo que voy a escribirte todos los días, pues pienso que un diario se escribe cuando a uno le apetece verdaderamente o cuando tiene algo muy grande que contar, como ahora, que estoy escuchando el Himno a la alegría y no sabes lo que siento”.

Los trazos de Bic me dicen que cuando esta pesadilla nuestra acabe no seremos los mismos, pero también que es muy probable que quede algo de nosotros: pase lo que pase, nos pase lo que nos pase.

El Himno a la alegría.Himno a la alegría La Filarmónica de Rotterdam confinada. Sí, son de Países Bajos, la música siempre va por otro carril…

Más sobre este tema
stats