Buzón de voz

Cuando oigo hablar de cultura, echo mano al Presupuesto

Varios artistas presentan el Foro de la Cultura

La frase (desgastada) tiene al menos tres padres, ninguno bueno: "Cuando oigo hablar de cultura, echo mano a la pistola". Se adjudicó a Joseph Goebbels, ministro de Propaganda y amigo íntimo de Hitler. Presumió de ella otro prominente nazi, Hermann Wilhelm Göring, que soltó otra no menos despreciable: "¡Yo decido quién es judío y quién no!". Y también se ha dicho que fue rebuznada por Millán Astray, fundador de la Legión. Quienes han buceado más en el asunto sostienen que su verdadero padre es un tal Hanns Johst, autor de una obrita teatral estrenada para festejar un cumpleaños de Hitler. Uno de los personajes principales exclamaba: "En cuanto oigo hablar de cultura, le quito el seguro a mi Browning" (pistola de 9 milímetros inventada en 1923). Lo demás parecen imitaciones, versiones copiadas, "intertextualidad" sobrevenida. No es erudición, ni siquiera podemos asegurar la cita como definitiva, Cuando no existía internet costaba mucho más contrastar el gato con la liebre. Ahora es más fácil aproximarse a la verdad, si se busca. Eso también es cultura.

Algo avanzamos los que perdemos mientras ganan los de siempre. Lo que antes eran balas, hoy son fondos de alto riesgo. Los Presupuestos disparan como pistolas. Se empieza por desprestigiar la cultura y se acaba condenándola por inanición.

La cultura es crítica con el poder o es otra cosa, sirviente o prostituta. Para que no sea crítica, plural, nada mejor que robar su independencia, y una democracia sin cultura crítica será otra cosa, no democracia.

"Monedas en enjambres furiosos"

En los últimos días han coincidido en Madrid varios acontecimientos que respiraban la misma angustia: están ahogando la cultura. Se ha celebrado la Feria Internacional del Libro, Liber, y allí se ha hablado de crisis, de piratería, de desconcierto, de agonía de las letras como industria. Se ha presentado en el Auditorio Marcelino Camacho el Foro por la Cultura, y se han escuchado versos de García Lorca: "A veces las monedas en enjambres furiosos..." El dinero (su nefasta distribución) se lo lleva todo por delante con la inestimable ayuda de la resignación general.

¿Quién va a preocuparse de los libros cuando faltan alimentos? Con 630.000 hogares sin ningún ingreso, ¿quién se atreverá a reivindicar su derecho a saber? Si más de 300.000 familias sobreviven gracias a la pensión de un abuelo o abuela que perderá el próximo año en torno a un 1,25% de poder adquisitivo, ¿cómo pueden quejarse esos "vagos" que dicen ser artistas? Si recobran por la medicación a los enfermos de cáncer, ¿cómo reclamar que bajen los impuestos al teatro? Se trata precisamente de eso: de que las víctimas no se quejen o de que su lamento no haga demasiado ruido.

Primero se instaló que el cine vivía del cuento y la subvención, luego se implantó el IVA más alto de Europa a la cultura y ahora se vuelve a recortar el Presupuesto. Con el agravante de que se anuncia lo contrario, como ocurre con tantas otras cosas. El dinero público destinado a la cultura por el Estado sumó 1.051 millones de euros en 2011; 937,4 millones en 2012; 721,7 millones en 2013, y figuran 716,4 millones para 2014. Los ministros de Hacienda y de Cultura dicen que no, que no bajan la partida, que la suben. Y Montoro añade que hay que acabar con el "mantra" del IVA cultural: "Lo que se ha subido es el coste de la asistencia al espectáculo". Sonaría a chiste si no estuvieran enviando al paro a un montón de gente (más). Y si no se estuviera alimentando la ignorancia como tragadera del discurso único.

Las cifras necesitan letras que las expliquen. Detrás de los números hay personas. Se tacha de demagogos a quienes no aceptan una receta económica supuestamente infalible. Incluso cuando resulta fallida, o cuando se hace lo contrario de lo que se anuncia, algunos pretenden tener siempre la razón. La cultura no interesa, porque sirve para discutir, para no dejarse engañar, para atender a múltiples razones. Para no resignarse. 

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