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Bastante poco pasa en Cádiz

El mismo favor que le ha hecho el botarate Trump al prejubilado Wolff vendiéndole el libro que quería prohibir, le están haciendo los corifeos del autodesterrado Puigdemont al glorioso Carnaval de Cádiz por su rasgado de vestiduras con la chirigota de los verdugos.

Resulta realmente insólito que haya aun gente que no sepa que cuanto más ruido haces para prohibir algo, más atraes su atención sobre ello y, por tanto, más lo haces crecer. Es de primero de sentido común que si quieres despertar la atención sobre algo no tienes más que hacer ruido alrededor.  Creo que hasta los neandertales de Atapuerca cazaban haciendo sonar armas y piedras para atraer a sus presas.

En pleno siglo XXI hay gente que todavía no lo ha aprendido. Y resulta divertido ver las consecuencias de su ignorancia. El iracundo, incontrolado, infantiloide y, por todo ello, peligrosísimo presidente de los Estados Unidos va a tener que contemplar cómo el libro Fuego y Furia del periodista Michael Wolff se vende en todo el mundo más que si lo regalaran. La editorial, que de eso de comunicación y ruido sabe mucho, adelantó tres días la publicación del libro, para pegarla a la jornada de fuego y furia con la que Trump anunció que le molestaba muchísimo y que intentaría prohibirlo. Tres días de ventas y reparto por internet (ya me han llegado dos por correo) que hacen que el libro vaya a ser lo más vendido del año, circule por todo el mundo para que todo el mundo lo lea y se haga la idea de Trump que Trump no quiere que tengamos,  y que su autor pueda retirarse con una buena renta gracias a la estulticia desmedida del protagonista de la historia.

Trump dice que él es un genio. Pero, como dijo Stephen King en su cuenta de Twitter, un genio jamás diría que lo es. Por cierto, King se pregunta también por qué demonios querrían los noruegos emigrar a Estados Unidos con los servicios públicos y el nivel de vida que tienen en su país. Pregunta pertinente después de que Trump soltase otra de sus deposiciones en una reunión privada, llamando "países de mierda" a El Salvador o Haití de donde llegan decenas de miles de emigrantes a Estados Unidos, y sugiriendo que le gustaría más que emigraran los noruegos. ¿Por qué no lo hacen?, se preguntaba.

Es el ganado que tenemos en este tiempo en el que tanto empeño hemos puesto en darle la vuelta al sistema político, en echar a los de siempre,  que lo colocamos en manos de personajes así.

Supongo que Trump no conocerá el Carnaval de Cádiz. Quizá le llegue algo ese año o se entere por Twitter porque hasta donde sé vuelve a ser protagonista de unas cuantas chirigotas. No sé si tan sangrantes –con perdón– como la chirigota de "La Familia Verdugo" que tanto parece haber irritado a algunos medios catalanes como Nacional.cat o Nació Digital o no se qué asociación más de éstas del soberanismo supremacista que han puesto el grito en el cielo. Con tanta estridencia, que el ruido ha convertido ya a la chirigota y su parodia en estrellas del Carnaval y al propio encuentro carnavalero en más noticia de lo que es habitualmente. Lo cual resulta altamente saludable.

Porque estamos hablando de humor, de incorrección política, de sátira brutal que no hace prisioneros. Como pasa cada año con todas las instituciones, con todos los políticos, con todo lo que tenga relevancia social y se le pueda sacar punta.

Hay que agradecerle al puritanismo independentista catalán el haber puesto a Cádiz y el Carnaval en lo más alto de la atención informativa. Siempre hay un tonto útil presto a dar cuartelillo al enemigo por la vía del escándalo. Quizá la diferencia en esta ocasión está en que los del incendio son precisamente medios de información que de espanto deberían estar ya curados. O por lo menos alguna noción de lo que es publicidad deberían tener.

Aunque, claro, bien visto, seguramente el problema está en que información y propaganda no son lo mismo, y que la comunicación de una sola dirección y para un solo cliente limita bastante la capacidad de entender otros mensajes.

En Cádiz le están muy agradecidos a estos censores que ni saben ni entienden lo que es el Carnaval. Pero tampoco creo que se molesten en invitarles y explicárselo.

¿Cómo van a reaccionar de otra forma que no sea tomarse en serio la chirigota, arrebatarle al humor la inteligencia, otorgarle trascendencia de realidad sin aristas ni matices, cuando comulgaron con firme convicción de histórica trascendencia con la marcianada del uno de octubre?

Marcianada, dicho sea de paso, de la que sus impulsores y responsables –salvo el autodesterrado– han abjurado sin miramientos y en público dejando con las vergüenzas al aire y supongo que los ojos como platos a quienes se creyeron la milonga que les habían contado.

En manos de quién estamos. Cuanta insolvencia entre quienes les sostienen. Bastante poco pasa en Cádiz.

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