Felipe, Alberto y José María cantan a coro una del Trío Calaveras

"Mi ex", dice mucha gente para referirse a su antigua pareja, de la que, salvo en algunas raras excepciones, no suele tener buenos recuerdos, y en algunos casos se lamenta de no poder librarse de ella o él, que siguen presentes desde la distancia, atados a ellos por los hijos, las propiedades en común o cualquier otra circunstancia que impida la separación real y el olvido. "He empezado una nueva vida", decimos también, como si de verdad fuera posible tener más de una, pero hasta contarse esa mentira es más difícil cuando el pasado llama cada diez minutos a tu puerta o te canta al oído esa canción de Andrés Calamaro que dice: todo lo que termina, termina mal.

Con algunos ex presidentes pasa lo mismo, se marchan pero no se van, se invisten a sí mismos de una superioridad moral que les permita mirar por encima del hombro a quienes les suceden en el puesto y se dan a sí mismos el título de ideólogo de la tribu y la categoría de oráculo. Por lo general, hablan con absoluto desprecio de los adversarios y con cierto desdén paternalista de los suyos, a quienes tratan condescendientemente e imparten lecciones de todas las materias habidas y por haber, les advierten de las consecuencias que tendría desobedecer sus consejos y, en general, hablan con la arrogancia de quien está seguro de que un gesto suyo y el país entero les pediría de rodillas que volviesen, que bajaran otra vez a la arena para arreglar esto, que España se nos va de las manos y tal y tal.

El PSOE tiene a Felipe González, al que no le valen ni Zapatero ni Sánchez ni el sursuncorda y que nunca está de acuerdo con su partido. Para expresarlo en público deja un rosario anual de entrevistas en las que pone puntos sobre las íes y desliza mensajes que se convierten en eslóganes de la derecha; y para hacer vayan ustedes a saber qué en privado, pasa un fin de semana en su finca de retiro con el líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, como se han encargado de recordar estos días medios y redes.

En el PP tienen a Aznar y eso son palabras mayores, dado el carácter de ese hombre que habla para sentar cátedra, examina con lupa a los jefes de la derecha y con fierezas de inquisidor a la izquierda, echando en saco roto cualquier mérito que pueda atribuírseles y ofreciéndose después a coser el agujero. Sin embargo, tiene mala memoria o se lo hace: no se acuerda de que sus Gobiernos tienen la mejor marca de ministros corruptos de nuestra democracia, y mira que ahí la competencia era feroz, y en sus últimas declaraciones, siguiendo en eso, igual que en tantas cosas, el manual de la ultraderecha, vaticina que Pedro Sánchez tratará de adulterar los resultados de las próximas elecciones. Lo dice él, que en uno de los actos más despiadados de nuestra historia reciente trató de convencer a tirios y troyanos de que los atentados del 11M los había cometido ETA, cuan todo el mundo, incluido él, sabía que había sido el terrorismo islamista. Ahí demostró ser cobarde, porque trató de escurrir el bulto a sabiendas de que aquellos trenes los había puesto en la diana su apoyo a la invasión de Irak, su foto de las Azores y su calumnia de que el régimen de Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva; y también demostró un cinismo doloroso al dividir a los asesinos en buenos y malos, los que te convenían para ganar en las urnas y  los otros.

Nadie le puede negar a Aznar ni su derecho a opinar lo que quiera ni su experiencia en adulterar elecciones

Eso sí, nadie le puede negar a Aznar ni su derecho a opinar lo que quiera ni su experiencia en adulterar elecciones: sus mentiras sobre el 11M y las tramas de corrupción que demuestran que su PP hizo trampas financiándose ilegalmente le avalan. Por decir algo. Yo creo que al próximo finde en la finca, González tiene que llevárselo también a él, con el que suele compartir mesas redondas, conferencias y, por lo que parece, ideas regeneradoras. Felipe, Alberto y José María: la juerga padre. Qué bonito imaginárselos a los postres, cantando a coro una del Trío Calaveras:

Si nos dejan

buscamos un rincón cerca del cielo.

Si nos dejan

haremos con las nubes terciopelo.

Y ahí juntitos los dos

cerquita de Dios,

será lo que soñamos.

Si nos dejan

te llevo de la mano, corazón,

y ahí nos vamos.

"Mi ex", dice mucha gente para referirse a su antigua pareja, de la que, salvo en algunas raras excepciones, no suele tener buenos recuerdos, y en algunos casos se lamenta de no poder librarse de ella o él, que siguen presentes desde la distancia, atados a ellos por los hijos, las propiedades en común o cualquier otra circunstancia que impida la separación real y el olvido. "He empezado una nueva vida", decimos también, como si de verdad fuera posible tener más de una, pero hasta contarse esa mentira es más difícil cuando el pasado llama cada diez minutos a tu puerta o te canta al oído esa canción de Andrés Calamaro que dice: todo lo que termina, termina mal.

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