Cuando sea todo privado, seremos privados de todo

Eso era lo que decían las personas que este domingo salieron a las calles de Madrid a protestar contra Isabel Díaz Ayuso y la política sanitaria del Gobierno de la Comunidad Autónoma que preside, que en ese terreno no es más que una extensión de la que llevó a cabo su antecesora, Esperanza Aguirre: es decir, un ataque calculado y feroz, por tierra, mar y aire, contra los servicios públicos y una apuesta descarada y desalmada por la privatización, que ahí es donde está el negocio, sobre todo para algunos. En este mundo los contratos con las administraciones valen su peso en oro y, al final, todos los favores se pagan. El resultado de ese trasvase es tan catastrófico para los más débiles, los que no tienen dinero para una mutua, que imagino que la imponente mayoría absoluta obtenida en las últimas elecciones por la actual presidenta derivará del hecho de que todos y cada uno de sus votantes tienen un buen seguro, porque si no esto no habría quien lo entendiese. A mí eso, tener una aseguradora, me parecería muy bien si fuera voluntario, el problema es que se está volviendo casi obligatorio, porque las listas de espera de la Seguridad Social crecen y crecen, los enfermos sufren meses de demora para entrar al quirófano o recibir tratamientos complejos, las Urgencias están abarrotadas y no hace falta ser un lince para deducir que muchos incluso morirán en ese espacio de tiempo, pudiendo haberse salvado o, al menos, prolongar su existencia, y otros vivirán un calvario a cámara lenta, atrapados en una red burocrática, sin lograr en ocasiones ni hablar con el especialista de turno, porque las centralitas también están saturadas, aguardando hasta cuatro meses para recibir una sesiones de rehabilitación… Quien se siente mal sabe hasta qué punto eso es algo obsesivo, que lo ocupa y anega todo, amarga cada minuto del día y de la noche, espanta cualquier atisbo de tranquilidad… Un espanto ahí donde más duele: en la salud.

La Comunidad de Madrid es la que menos fondos destina a la sanidad pública y, a su vez, es la más privatizada, según datos de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. La merma de las plantillas es incesante, los ambulatorios están en los huesos, los que no han cerrado, y no hay médicos y enfermeros ni para dotar del personal necesario ni siquiera al Zendal, que supuestamente era su proyecto estrella. Sin embargo, hay gente que matiza esos datos, los niega directamente o los atribuye a la supuesta campaña de desprestigio que sufre la lideresa. Pero, ¿no vimos en la pandemia lo que les pasó a los ancianos que estaban en una residencia y no tenían un seguro privado? En el instante de silencio que se guardó en la Plaza de Cibeles durante la marcha de este fin de semana, se volvieron a cantar el número 7291 y el lema: “No son muertes, son asesinatos.” Lo repito, el neoliberalismo ultra que defiende esa élite sólo tiene un artículo en su reglamento: cada cual tendrá los derechos que pueda costearse. Y a quienes no tengan liquidez, que Dios les pille confesados. No hay más que ver los menús que les sirven a los ancianos en las pocas residencias públicas que existen, comida en mal estado, mejunjes incomestibles. El Gobierno quiere regularlos y controlarlos, igual que los colegios. Ya veremos quiénes se oponen.

Oyes hablar a muchos altos cargos del presupuesto que se destina a financiar la Sanidad o de la famosa hucha de las pensiones que vació M. Rajoy y te da la impresión de que consideran las prestaciones sociales una limosna que ellos reparten generosamente

Lo que están haciendo en el PP con la Sanidad y van a seguir haciendo salvo que se les quiten las llaves de esas cajas fuertes es, además de un crimen, un robo, dado que le están quitando a las y los contribuyentes lo que es suyo, les quieren volver a hacer pagar lo que la gran mayoría de ellos ha pagado ya por adelantado con sus impuestos, en cuatro o cinco décadas de trabajo. Sin embargo, oyes hablar a muchos altos cargos del gasto farmacéutico, del presupuesto que se destina a financiar la Sanidad o de la famosa hucha de las pensiones que vació M. Rajoy y te da la impresión de que consideran las prestaciones sociales una limosna que ellos reparten generosamente; y hasta podría parecer en ocasiones que ven a sus beneficiarios como unos egoístas que envejecen lo que no está escrito y no se quitan de en medio para dejar pasar al siguiente en edad de trabajar. Que se aparten y usamos su sitio para meter a otro turista que gaste en los bares, que son la libertad. 

Somos una especie optimista, nos movemos de espaldas a lo que nos espera, a todas y a todos porque la biología nunca descansa, y haciéndonos creer que eso de las enfermedades es algo que, al parecer, le ocurre a los demás. Defender la Sanidad pública consiste en que cuando nos despertemos el hospital todavía esté ahí.

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