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El regreso del Señor Abismo del Partido Socialista

Juan Antonio Gil de los Santos

Corría septiembre del año 1979, varios meses después de la espantá de Felipe González en el XXVIII Congreso del PSOE, cuando, ahora sí, en un congreso extraordinario, el dirigente socialista se salió con la suya y desprendió al PSOE renovado de su capa marxista. Empezó entonces una carrera, que dura hasta nuestros días, para descafeinar al Partido Socialista Obrero Español. Una suerte de lucha contra sí mismo en la que se ha ido desprendiendo de otras muchas capas; la última de ellas: la de la ilusión por cambiar las cosas. Ha sido un proceso largo que le ha llevado a lucir hoy día esa capa de óxido sobre la que no queda ni rastro de lo que un día fue aquel PSOE que sedujo a nuestros abuelos y a nuestros padres.

Han sido muchos los que han perseverado, y lo han hecho con ahínco y diligencia, hasta lograr hacer brotar esa pátina de herrumbre al que fuera el gran partido socialdemócrata español. Entre los actuales y más aplicados está la Faraona de AndalucíaFaraona de Andalucía, la gran lideresa fiel escudera de su señor, el eterno jefe, que ha logrado arrastrar al partido hasta el filo de lo irreconocible.

¿Podían empeorar las cosas? Pues en esta que reaparece ese a quien podríamos llamar Señor Abismo. Viejo adalid y abanderado de los más débiles, de esos que han sufrido como nadie la gran crisis del Siglo XXI. Me refiero, por supuesto, a las oligarquías económicas capitaneadas por el IBEX 35. Esas compañías que tan mal lo han pasado durante estos años de crisis en que, a pesar de todo, han seguido batiendo récords de beneficios. Esas empresas conocidas por su bondad y sensibilidad para con aquellos que lo han perdido todo, para con aquellos que son desahuciados de sus casas o se encuentran sin poder asearse o conservar sus alimentos en el refrigerador porque ya no pueden hacer frente al recibo de la luz o el agua. Esas a las que el Partido Popular ha tenido a bien brindarles con una ley mordaza que les proteja de la maledicencia del populacholey mordaza. Eso sí, con el firme propósito de defender la paz del reino. Todo antes que permitir que las penurias causadas por la crisis pueda poner en peligro la estabilidad social.

Hay tantas similitudes entre lo uno y lo otro que han llegado a ser casi la misma cosa. Tal vez ahí está la explicación de que el jefe eterno pida el gran acuerdo con su antes antagónico Partido Popular, ahora convertido en el partido hermano.

Socialdemocracia teórica, liberalismo práctico

Buena parte de la grandeza de los líderes históricos ha sido la de saber retirarse a tiempo, dejando tras de sí el recuerdo de sus logros. Quienes no han sabido dar ese paso atrás, son los que han acabado arrastrados por su propio ego hasta convertirse en caricaturas de sí mismos.

En este Partido Socialista involucionado, en el contexto de un momento histórico, con una posiblidad real de cambio, se libra estos días una intensa batalla entre quienes intentan dirigir esa transformación hacia la esencia de sus orígenes, frente a los que pretenden arrastrarlo en su huida hacia adelante a una verdadera metamorfosis kafkiana. O lo que es lo mismo, entre aquellos que quieren borrar el óxido y recuperar el brillo, frente a los fieles seguidores de un jefe decrépito que confunde el interés nacional con el suyo propio, arropado por una cúpula de históricos e histéricos, cuya única preocupación es mantener bien engrasados los goznes de las puertas giratorias.

Y es en estas lides que retomamos la perspectiva perdida por allá del año 1979. Un año en el que el posibilismo hizo poner en primer término la pervivencia de un partido, por delante de las personas. Esta vez el viaje ha llegado a su fin y estamos delante del abismo. Un paso en falso y no solo el flamante presidenciable y todo su equipo se dará un batacazo de proporciones bíblicas, sino que detrás nos daremos el mismo golpe millones de familias a las, tal vez, no les interesa lo más mínimo saber cuál es el siguiente paso en la mutación del otrora partido del pueblo. Unas familias a las que, por el contrario, sí les interesa que haya altura de miras y se gire, por primera vez después de cerca de cuarenta años, hacia la gente.

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