Segunda vuelta

Agitar la calle cuando lo que arde es el PP

En tiempos en que todo se filtra, para algunos todo vale. El vicepresidente del gobierno andaluz, Juan Marín, fue meridiano en la grabación difundida esta semana. En plena salida de la crisis covid, aprobar unos presupuestos es un mero artefacto e instrumento electoral. La frase fue redonda: “Es estúpido. Ningún Gobierno lo hace en el último año de legislatura. No porque no pueda, sencillamente no interesa”. Y en un intento de justificarse ha dado luz a una acusación casi más grave. La filtración, según deja entrever Marín, sale de Génova 13 para forzar el adelanto electoral.

Un señalamiento tan creíble como la propia grabación. Si Teodoro García Egea compró la voluntad de los diputados de Ciudadanos en Murcia para frenar la moción de censura, por qué no iban a pulsar el botón nuclear del adelanto andaluz, aunque esto suponga poner en riesgo los presupuestos de Andalucía a mayor gloria de la carrera electoral. O acelerar la entrada de la ultraderecha en un gobierno autonómico e ir calentando el terreno al PP nacional.

No sorprende. Ya en la peor ola de pandemia votaron en contra del estado de alarma por lucir desmarque político, continúan cargando en Bruselas contra los intereses de España por beneficio propio a riesgo de los fondos europeos, y comparan la justicia española con la húngara para después colocar a Enrique Arnaldo en el Constitucional, más ‘idóneo’ en incompatibilidades que en méritos.

Las insinuaciones de Juan Marín son un suma y sigue en ese PP que arde en su propia guerra. Pablo Casado está forzando tanto la maquinaria interna para subirse a la ola de Madrid, Galicia o Andalucía que más que subir se hunde con las ya tradicionales malas praxis del partido. Que Cayetana Álvarez de Toledo, para promocionar su libro o por sintonía con Ayuso, acuse a la dirección nacional de buscar material incriminatorio contra la presidenta de Madrid pone los pelos de punta: por la capacidad de buscar indicios de irregularidades a modo de chantaje y por deslizar la sospecha de que algo puede haber. La conocida dinámica siciliana de los dosieres y los vídeos para doblegar al disidente o forzar dimisiones.

Y todo con el ruido de fondo del juicio por la corrupción, otro más, en el municipio madrileño de Boadilla del Monte, zona cero de Gürtel, Gürteldonde el PP se juega una cuarta condena por beneficiarse con la financiación ilegal del cobro de comisiones de sus antiguos cargos. Al tiempo que los acusados se confiesan y señalan a cargos activos del PP, entre ellos Pío García Escudero, presidente del partido y senador. Casado dice que no va con él, pero la columna de humo de sus causas judiciales sigue activa.

Para llegar a 2023, si es 2022 mejor, todo es posible y todo vale. Pero no se entiende esta carrera de Casado por adelantar la cita. El partido está on fire, las tendencias son volátiles y la letra pequeña de las encuestas no le ayuda. El último CIS coincide con el resto de encuestas en la valoración de líderes. Los tres políticos con mejor nota son del bloque de izquierdas, por orden, Yolanda Díaz, Pedro Sánchez e Iñigo Errejón. Y Casado, desde la oposición, genera más desconfianza que el presidente del Gobierno, un 85,9% frente al 66,6%, casi veinte puntos más de descrédito sin el desgaste que supone gobernar.

Por más que Casado utilice las encuestas favorables para forzar un estado de opinión y un fin de ciclo, por más que pretenda agitar la calle, lo que indican los distintos barridos demoscópicos no es que la gente quiera ir a votar, sino que la política solucione sus problemas. Según este CIS, al 92,2% de españoles les preocupa la subida de la luz y un 69,3% defiende la intervención pública para controlar el precio, justo lo contrario de lo que propone el PP.

Incluso con buenos datos de empleo y de crecimiento, más lentos de lo previsto pero en ascenso, el 67% de los españoles cree que la situación económica es mala o muy mala. De estos mismos encuestados, el 61,6% define su situación económica personal como buena o muy buena. Es decir, las cosas no están tan mal, pero lo parecen. El malestar es real, la intranquilidad y la incertidumbre también.

Claro que hay sectores e industrias que están sufriendo, desde el norte de Lugo a la bahía de Cádiz, a miles de trabajadores les sobran razones para salir a la calle. De nuevo, piden reformas, subidas de salarios, mejoras del convenio, jubilarse dignamente, que sus hijos trabajen. Políticas reales, no urnas a mitad de legislatura. Desde dentro de la M-30, ese nuevo concepto para definir lo obtusos que podemos llegar a ser desde este ombligo, puede resultar entretenido valorar adelantos electorales y posibles resultados en el vacío. Pero la salida de la crisis no va de eso y también lo dicen las encuestas.

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