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Investidura de Feijóo: querer desgastar y desgastarte

Sobre un clima de alta temperatura política, el PP no se moverá de la oposición por derribo. No hace falta esperar a que decaiga la candidatura de Alberto Núñez Feijóo para saber qué movimientos esperan. Pasada la investidura, habrá que distinguir -más y mejor si cabe- entre los debates reales y los incendios provocados. Diferenciar la discusión de los pactos, de los apocalipsis que anuncian la destrucción de España. No hay demolición constitucional cuando hay consenso. Esa es la legitimidad del sistema parlamentario. Quien suma 176 apoyos es investido. Y cualquier iniciativa, con esa mayoría, es reflejo del apoyo social. El filtro del Constitucional es el árbitro, el protector de las garantías, pero el espejo de esas mayorías son las Cortes. Precisamente por eso Feijóo no parece que vaya a ser investido, por la reacción del votante a una mayoría con VOX y la lectura de los partidos de sus propios resultados.

Feijóo llega a la investidura con una propuesta encallada en el fracaso del 23-J. No ha sumado un solo apoyo más. Pero los números en este caso no son lo importante. Podría haber lucido resultado a falta de cuatro escaños en cuatro provincias. El problema es de origen y de fondo. Si al PP le sobran 33 diputados, si VOX le arrastra a la soledad parlamentaria, el discurso de investidura debería responder a cuál es la propuesta de gobierno del PP más allá de la alianza ultra. El discurso de Feijóo debe aclarar si está atrapado en el nacionalismo español y quiere ir de la mano de Santiago Abascal hasta que sumen; si su contrincante es el PSOE, Sumar, ERC, Junts, PNV, Bildu, etc. En definitiva, tiene que decidir si VOX es un socio accidental o natural. Hoy es lo segundo.

El líder del PP es el máximo responsable de elegir la dirección del partido y llega a la cita de investidura confundido. Hay dos momentos significativos esta semana. Tras el primer debate parlamentario sobre el uso de las lenguas cooficiales, consumado el show de VOX en el hemiciclo, los de Feijóo se quejaban de cómo les habían dejado solos. El PP mira a su derecha para hacer ruido y acaba reduciendo las lenguas comunes a la frivolidad del ‘pinganillo’. A la contradicción de Borja Sémper, que no es otra cosa que la del propio PP.

Sabía que apenas tenía opciones, que el combo VOX-PNV-Junts no tenía sentido, pero quiso desgastar a Sánchez y se ha desgastado él

Un segundo momento. La manifestación o acto reconvertido en mítin previo a la investidura, Borja Sémper ha invitado a los socialistas ‘buenos’ y no a VOX, evitando una foto que contradice sus alianzas parlamentarias y de gobierno. En esa confusión, entre ‘Borjas y Cayetanas’, como ironizaba en 'Hoy por Hoy' el sociólogo Víctor Sampedro, llega Feijóo a una investidura que se empeñó en tener. Sabía que apenas tenía opciones, que el combo VOX-PNV-Junts no tenía sentido, pero quiso desgastar a Sánchez y se ha desgastado él.  

El capítulo 1 de la investidura del próximo martes se escribió entre las elecciones autonómicas y las generales. Feijóo aceptó los pactos con Abascal y nadie en el PP pudo cambiar la narrativa porque en política los hechos se imponen al relato. El capítulo 2 viene ahora. La posible investidura de Sánchez tiene ocho semanas para definir una nueva temporada y sus protagonistas. Después del 26-S, habrá que poner el foco en el contenido de unos pactos que deben ser transparentes. Llevarán implícitos encendidas discusiones en lo político, en lo social y en lo territorial.

Las coaliciones elevan la tensión, pero también responden a un modelo de país y a la dirección de toda una legislatura acordada entre todas las partes. Las peticiones de Junts tocan muchos nervios, posiciones enfrentadas, un procés no resuelto y un encaje judicial complejo si se quiere aprobar una amnistía para quienes no se beneficiaron de los indultos. Ir más allá de ‘una ley, por unos votos’ no será fácil para el PSOE ni está escrito cómo acabará. Pero aunque el PP anuncie el fin de la democracia, lo que ocurra en las próximas semanas tiene legitimidad democrática.

Sánchez ha prometido ‘franqueza y transparencia’ una vez reciba el mandato del rey. Va a hacer falta para conocer en qué se traducirá la posible amnistía, qué calado tendrá, qué ofrecerá a Cataluña y País Vasco manteniendo la igualdad territorial propia de un partido progresista, qué políticas y carteras sociales acordará con Sumar compatibles con el ala conservadora de Junts y el PNV… Con cinco pactos para cinco partidos y una hoja de ruta coherente con una legislatura, será imprescindible decodificar cada conversación para diferenciar la señal del ruido.

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