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Telepolítica

Hablemos claro de los indultos

José Miguel Contreras nueva.

¿Os imagináis la situación? Cabría la posibilidad de que en las próximas semanas un mismo día se pudiera convocar a la misma hora una manifestación en la Plaza de Colón de la derecha españolista y otra del secesionismo unilateral catalán en la Diagonal pidiendo lo mismo: “No a los indultos”. El debate sobre los indultos lo complican quienes quieren impedirlos. Todo lo discutible es cuestión menor.

Lo único realmente trascendente es decidir si queremos avanzar o no en reducir el conflicto entre quienes defienden la independencia de Cataluña y el resto de catalanes y españoles. Todo lo demás es secundario. ¿Queremos que la confrontación se agrave o que avancen mínimamente la distensión y el reencuentro? Los que viven de explotar la confrontación están contra los indultos. Los que defienden un camino de solución pacífica están a favor. No es difícil de entender. Todo lo demás son intentos de quienes buscan agravar el conflicto para sacar un inmerecido rédito electoral.

Extraños compañeros de trinchera

El lío de los indultos se va aclarando poco a poco. Hasta los más reticentes a definirse han tenido que ir haciendo pública su postura. Básicamente, el territorio partidista es el que define las posiciones. Hay curiosas coincidencias que, por otro lado, ya han repetido afinidad en otros momentos. La política a veces crea escenarios realmente enrevesados. La derecha más reaccionaria, partidaria de buscar la máxima agitación social, desea lo mismo que el independentismo irredento y soberbio. Ambos comparten la lucha contra un intento de distensión nacional. Ambos buscan la agudización de la crisis y el agravamiento de la enfermedad.

La contradicción es que les une el mismo interés y, a la vez, nada les perjudica más que la posición del otro. Es muy poco llevadero para quienes reivindican la defensa de su particular patria española coincidir en la estrategia con quienes ansiosamente luchan por acabar con la unidad territorial en España. Lo mismo ocurre a la inversa. Resulta complicado para los independentistas más radicales pelear por lo mismo que los españoles más anti-independentistas. Luchan esforzadamente en el mismo bando y, a la vez, nada les perjudica más que eso.

La Plaza de Colón y la secesión unilateral se encuentran

La derecha de Colón ha vuelto a reagruparse tras meses de significativas diferencias. Se anuncia una dura competencia entre sus líderes para ver quién siente mayor dolor ante lo que se avecina. Es un momento idóneo de políticos y opinadores, metidos a actores noveles, para representar la tragedia de escenario en escenario. Hay que prepararse para el luto, el grito desgarrador y una nueva llamada a la insurrección ciudadana.

El independentismo más radicalizado lo tiene claro. Para ellos, el indulto supone un serio problema. Son conscientes de que su aplicación les hará perder importantes atalayas desde las que lanzar sus soflamas. Como ha expresado la líder de la ANC, los indultos les hacen perder la base de su discurso contra el supuesto Estado represor español. La distensión no les beneficia. La fuerza de su empuje se alimenta del conflicto y la confrontación emocional.

Toca posicionarse

Frente a este curioso panorama, resulta desoladora la posición de quienes eluden cobardemente posicionarse para no perjudicar otros intereses que ahora no toca evaluar. Quienes deseen acabar con este Gobierno tendrán posibilidad de hacerlo en las urnas en su momento. No es de recibo la posición de los líderes y opinadores que resumen su discurso en eso de que “estoy a favor de los indultos, a pesar de Pedro Sánchez”. No toca ese juicio. Ahora es el momento de posicionarse hacia la reconciliación o el enfrentamiento nacional.

Hasta la rabia antigubernamental de algunos debería aplacarse durante un tiempo. Especial gravedad plantea la irresponsable postura de algunos presuntos progresistas incapaces de superar su antisanchismo en esta encrucijada. No pueden reconocerse como gente de paz y de concordia aquellos a quienes su inquina personal hacia los actuales gobernantes les impide ver la importancia histórica del momento que vivimos. Ese sentimiento no es un posicionamiento político, es un desequilibrio mental.

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