No hace tanto tiempo que Isabel Díaz Ayuso, a la que esta semana pasada escuchábamos decir esa infame frase: “Váyanse a otro lado a abortar”, se paseaba por tertulias de televisión defendiendo, precisamente, la necesidad de que se abriera el debate dentro de su propio partido con la cuestión del aborto.
Lo del “a otro lado”, por cierto, como si no fuera ya exactamente lo que pasa. Y es que en Madrid, menos del 0,5% de los procedimientos de aborto se realizan en la sanidad pública, en contraposición al 70% que se realizan en otras comunidades como Cantabria o Galicia.
Podría parecer que el Partido Popular mira con nostalgia aquella época en la que las mujeres pudientes sorteaban las leyes españolas yéndose a abortar a Londres. O más bien parece que cuando recordaron que decenas de miles de mujeres invirtieron grandes cantidades de dinero en esos viajes y procedimientos, se les encendió la bombillita, como pensando: “¿Y nosotros por qué no estamos rentabilizando esto? ¿Vamos a dejar que el hecho de que unas cuantas mujeres se piensen poseedoras de sus propios cuerpos nos estropee el negocio?”
Conocen perfectamente testimonios de mujeres que necesitaban una interrupción de un embarazo que no solo no saldría adelante, sino que ponía en riesgo su propia vida, y que han tenido que realizarse sin un médico presente porque los que había de guardia en aquel momento eran objetores de conciencia. Les da igual el trauma, el dolor físico y emocional o incluso la supervivencia de aquellas mujeres de una clase social inferior a la suya, que son las que no entran dentro de su baremo de quién merece tener derechos de los que ellas siempre han disfrutado.
Cualquiera diría que esta crueldad de proporciones inimaginables viene de la misma Ayuso que, en ese programa de televisión, defendía la pluralidad de opiniones con respecto al aborto o la eutanasia. O la misma de aquellos tuits de hace unos años en los que defendía la existencia, validez y protección de las infancias trans, a quienes, años más tarde, llamaría “modas extranjeras y dañinas”, poco antes de efectuar el primer recorte en derechos LGTBIQ+ de la historia de la democracia de este país.
Cualquiera diría que esta crueldad de proporciones inimaginables viene de la misma Ayuso que, en ese programa de televisión, defendía la pluralidad de opiniones con respecto al aborto o la eutanasia
Es curioso ver a Isabel Díaz Ayuso pasar de hablar de abrir el debate del aborto dentro de su partido, a hacer el papelón de su vida defendiendo que se increpe a mujeres en las puertas de las clínicas o hablando de “un millón de personas abortadas”, como si se abortase a gente que ya está cotizando y no tuviera como máximo las 14 semanas de gestación.
Esto nos sirve no solo para, una vez más, ver cómo el debate político y los posicionamientos han girado cada vez más a la derecha en los últimos años.
También nos sirve para recordar, con tristeza, cómo muchas de las personas que encabezan las instituciones que nos gobiernan defienden ideas que ni siquiera entran dentro de sus propias convicciones.
Que la sociedad por la que luchan es una que ni ellos mismos creen justa, que ni ellos mismos creen buena para el pueblo. Que las ideas que defienden son las que piensan que les diferenciará más de su oposición, con las que van a poder hacer mejor negocio, o las que piensan que deben mantener para que no les quite el electorado el partido que les adelanta por su derecha.
Saben perfectamente el mal que hacen a miles y miles de mujeres. Saben que ponen en riesgo sus vidas. Saben que es peligroso, doloroso, injusto. Y saben que no es lo que querrían para ellos mismos, para sus familias, para sus hijas. Todo eso da igual si pueden hacer negocio de ello. La pregunta es la de siempre. ¿Por qué seguir dejando que decida por ti quien ve una forma de ganar dinero hasta en si sobrevives o no? Es una pregunta que llevamos años haciendo. Quizá sea hora de que, de manera colectiva, uniendo luchas y teniendo claro lo que tenemos enfrente, respondamos más alto que nunca.
No hace tanto tiempo que Isabel Díaz Ayuso, a la que esta semana pasada escuchábamos decir esa infame frase: “Váyanse a otro lado a abortar”, se paseaba por tertulias de televisión defendiendo, precisamente, la necesidad de que se abriera el debate dentro de su propio partido con la cuestión del aborto.