Verso Libre

Feria del libro, feria de la vida

Ya está el Retiro de Madrid lleno otra vez de mundo, de gente y de libros. Garcilaso y Quevedo vuelven abrazarse. Por no hacer mudanza en su costumbre, la primavera nos permite dialogar con los difuntos, una buena forma de mantener la conversación sobre la vida.

Veo en una caseta El cuento de la criada de Margaret Atwood. La novela se cierra con un capítulo que lleva la historia terrible al Duodécimo Simposio de Estudios Gileadianos celebrado en la Universidad de Denay, Nunavit, el 25 de junio de 2195. Después de haber leído la dureza de una existencia cotidiana marcada por la opresión y el dolor normalizado, una forma de barbarie convertida en leyes capaces de violar las intimidades más profundas, la palabra del historiador analiza con objetividad los testimonios de un tiempo que fue vida y ahora es pasado remoto: "La sociedad gileadiana se encontraba bajo una fuerte presión, demográfica y de otro tipo, y sujeta a factores de los que nosotros mismos estamos libres. Nuestra misión no consiste en censurar, sino en comprender".

¿Es posible que el conocimiento y la comprensión de la historia queden al margen de la obligación ética de censurar la injusticia? El profesor que clausura el congreso de Nunavit en la novela de Atwood se acoge a una tranquilidad demasiado consoladora. La historia está hecha de experiencias personales que merecen un respeto. Analizar causas no supone evitar la responsabilidad, sino buscar un compromiso entre la verdad, la razón y los sentimientos. La historia de esa criada sigue formando parte del presente, nos interpela desde su dolor.

Resulta imposible no recordar aquí la vitalidad desesperada de Walter Benjamin y la metáfora del Ángel de la historiaÁngel de la historia, su tesis basada en un dibujo de Paul Klee. El huracán del progreso empuja hacia el futuro a un ángel de alas abiertas y con la mirada vuelta hacia el pasado. Ve los escombros, siente la historia como una catástrofe única. Cualquier tentación de inocencia es negada por la comprensión de una herida perpetua. No poder resucitar a los muertos no significa desentenderse de su dolor. Significa ser conscientes de lo que puede ocurrir, convertir el pensamiento en una forma de precaución.

El 5 a las 5

¿Inocencia? Más que la tranquilidad del profesor de El cuento de la criada, quizá sea necesario recordar la cita de Sartre con la que Mario Vargas Llosa abrió La ciudad y los perros. Habla el actor Kean con voz shakesperiana: "Jugamos a ser héroes porque somos cobardes y a ser santos porque somos malvados; jugamos a ser asesinos porque nos morimos de ganas de matar al prójimo, jugamos porque somos mentirosos de nacimiento". A solas con nuestra libertad y nuestra conciencia, las preguntas ¿quién soy? y ¿qué debo hacer? son inseparables de otras: ¿qué hemos hecho? y ¿qué podemos hacer?

La inocencia y la responsabilidad tienen mucho más que ver con el presente y el futuro que con el pasado. Se trata de justificar la barbarie para convivir con ella o de conocerla para tomar decisiones sobre la realidad que tenemos en nuestras manos, una herencia que llamamos siglo XXI. Son consideraciones que me hago con frecuencia al pensar en la historia, las conquistas, los imperios, las lenguas, los campos de concentración, los golpes de estado, las tumbas de los dictadores, las fosas comunes, esa catástrofe única que le dolía al ángel de Benjamin.

Pero creo que todo el dolor se queda sin horizonte y sin reparación si no somos capaces de volver la cabeza hacia el futuro. Mirar con cuidado el futuro es vivir la historia por dentro, una forma de responsabilidad. Y vivir la historia por dentro es la gran experiencia de la literatura. Frente a la mercantilización del tiempo de usar y tirar, el tiempo que olvida el pasado para no comprometerse con el futuro, la voz del relato convierte la conversación de los difuntos en una alianza con la vida. Aquí se unen conciencia, razón y sentimientos. Nadie que haya habitado el corazón de una criada, su amor, su maternidad, su humillación, su miedo, podrá pensar que comprender no significa censurar la barbarie. Por eso, y por la primavera de todos los años, la feria de los libros es la feria de la vida.

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