Necesitamos la poesía

El balance del año que se va resulta muy negativo. No es la primera vez que ocurre. La cultura puede recordar otras épocas de la historia en las que unas reacciones oscuras pusieron en crisis los valores fundados por el humanismo o las promesas de justicia y felicidad sostenidas por la razón ilustrada. A principios del siglo XX, también la poesía contemporánea tuvo que dar respuesta a la quiebra ética que sufrieron palabras como tecnología y progreso. Pienso en el viaje a Nueva York de Federico García Lorca en 1929, cuando la ciudad norteamericana representaba ya el espacio literario de la Metrópoli que durante años había cumplido París. La arquitectura moderna se llenó de humo y contaminación. Compañero de viaje de Fernando de los Ríos, su maestro en el socialismo humanista, García Lorca se encontró con un mundo dominado por huracanes de monedas furiosas, sin nadie capaz de repartir el pan y el vino, con unas multitudes manipuladas, un mar lleno de cadáveres a causa de las guerras y una sociedad conducida hacia el racismo y el machismo. La Segunda Guerra Mundial estaba al acecho.

Seguro que hay argumentos sociológicos y análisis racionales que nos permitirán buscar una respuesta y salir de este tiempo oscuro. Pero el triste final de año que vivimos me invita ahora a buscar la poesía

El 2025 pasa de largo con un horizonte marcado también por las amenazas y el desamparo. Hemos intentado no acostumbrarnos a la violencia que día a día marcó la vida en Gaza, Ucrania, las costas de Venezuela y Nigeria. Hemos intentado no caer en la indiferencia ante la injusticia para seguir defendiendo el valor de la democracia, aunque algunos manipuladores del derecho a la libertad hayan convertido las buenas causas en una excusa para robar petróleo, hacer negocios en bolsa o intentar establecer nuevas reglas comerciales en el mundo. Hemos comprobado que el patriotismo ruso puede legitimar la barbarie y la identidad judía puede justificar un genocidio. Hemos asistido al ascenso de la extrema derecha en Europa, apoyada por un presidente de los EEUU que se ha puesto sin pudor al servicio de los huracanes de monedas furiosas, confundiendo la libertad con la ley salvaje del más fuerte y el espacio público con un circo virtual de representaciones impudorosas. Es el balance triste de 2025, y lo hemos visto día a día.

Seguro que hay argumentos sociológicos y análisis racionales que nos permitirán buscar una respuesta y salir de este tiempo oscuro. Pero el triste final de año que vivimos me invita ahora a buscar la poesía. Recuerdo a Federico García Lorca y repito la palabra amor contra la violencia implacable y la humillación de los seres humanos. En el “Grito hacia Roma”, la poesía se enfrentó a las lenguas militares, a las cadenas forjadas para apresar a los niños que estaban por nacer y a los teléfonos de diamante que daban órdenes sin escrúpulos. La poesía se acercó a las personas desgarradas por el hambre y la sed, a las mujeres ahogadas en aceites minerales, a los adolescentes que debían ocultar bajo las almohadas su beso prohibido y a los cuerpos que se abrían la ropa en espera de una bala.

La poesía levantó la voz para repetir amor, amor, amor. El poeta se sintió desamparado, una palabra herida en un mundo ajeno, pero no quiso traicionarse a sí mismo, ni esconder junto a la multitud los valores en los que creía. Sobre la dinamita y los cuchillos, entre la nieve y el fuego, quiso gritar la palabra amor, amor, amor, porque estaba convencido de que la palabra amor es la raíz de la convivencia y porque ninguna avaricia comercial, ningún espectáculo de negociantes, ningún cacique, iba a hacerle olvidar el valor de las palabras y la única verdad digna a la hora de pensar el mundo: queremos que se cumpla la voluntad de la tierra, que da sus frutos para todos. 

El balance del año que se va resulta muy negativo. No es la primera vez que ocurre. La cultura puede recordar otras épocas de la historia en las que unas reacciones oscuras pusieron en crisis los valores fundados por el humanismo o las promesas de justicia y felicidad sostenidas por la razón ilustrada. A principios del siglo XX, también la poesía contemporánea tuvo que dar respuesta a la quiebra ética que sufrieron palabras como tecnología y progreso. Pienso en el viaje a Nueva York de Federico García Lorca en 1929, cuando la ciudad norteamericana representaba ya el espacio literario de la Metrópoli que durante años había cumplido París. La arquitectura moderna se llenó de humo y contaminación. Compañero de viaje de Fernando de los Ríos, su maestro en el socialismo humanista, García Lorca se encontró con un mundo dominado por huracanes de monedas furiosas, sin nadie capaz de repartir el pan y el vino, con unas multitudes manipuladas, un mar lleno de cadáveres a causa de las guerras y una sociedad conducida hacia el racismo y el machismo. La Segunda Guerra Mundial estaba al acecho.

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