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Verso Libre

Sinceridad política

Los valores son la guía y la respuesta más honrada en épocas de confusión. Las sobreactuaciones, las tácticas y las estrategias son inevitables cuando se pone en marcha una representación. Pero el espectáculo siempre adquiere un sentido último si llega la hora de la verdad. La sinceridad del pensamiento necesita encarnarse en las palabras que no quieren mentir. La sinceridad de la política se encarna en los actos que quieren representar unos valores. Buscar la perfección está de más. Se trata de buscar la máxima cercanía posible con aquello que uno quiere ser.

La hora de la verdad empieza en épocas de confusión con esas divinas palabras que Valle-Inclán utilizó para cerrar y titular una de sus obras maestras: “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. El sacristán Pedro Gailo las pronunció en latín, porque Valle creía en el poder mágico de las palabras. Yo prefiero escribirlas en español, aunque me consta que en este debate político hay mucha gente que sabe latín. Pero es que ha llegado el momento de la verdad… y las argucias son ahora frivolidades.

¿Quién está libre de culpa? No es extraño que se hayan cometido muchos errores en un tiempo confuso, precipitado, difícil, en el que la degradación de la economía y la democracia española han abierto la posibilidad de un cambio de sistema en España. El bipartidismo consolidó durante años muchas perspectivas que afectan a la política, la economía, la justicia, los medios de comunicación, las organizaciones sociales y las instituciones. Romper esta dinámica o intentar perpetuarla crea situaciones de desorientación y a veces de desmesura. Todos, además, llegamos con tres heridas (la del amor, la de la muerte, la de la vida) y todos nos sentimos con derecho a odiar y a amar. ¿Cómo no van a cometerse errores? ¿Quién tira la primera piedra?

Llegados a la hora de la verdad, dejando a un lado sobreactuaciones y errores, queda una realidad: una decisión de Pedro Sánchez y el PSOE. O se atreve a liderar una transformación de la democracia española, o decide acomodarse al sistema establecido por las élites económicas y mediáticas. Podemos soportar todavía multitud de interpretaciones, análisis, ocurrencias, comentarios, exégesis, tonos de voz, juegos de manos, glosas, lecturas y paseos entre las candilejas y el proscenio, pero la cuestión última es que el PSOE tiene que decidir entre favorecer un gobierno de izquierdas o dejar que haya nuevas elecciones, es decir, procurar que fracase la ilusión de un tiempo bueno. Es su poder y su responsabilidad.

¡Es que Podemos…! Lo sé. ¡Es que los nacionalistas…! Lo sé. ¡Es que Europa, el déficit y las dificultades…! Lo sé. También sé lo de Felipe, Aznar, Rajoy y hasta lo de Primo de Rivera. Lo sé todo. Me sé ya todos los cuentos y todas las verdades a medias. Pero ahora se trata de que nada cambie o de que las cosas empiecen a cambiar. Y para esto hace falta un gobierno a la izquierda con dos requisitos que son posibles:

1) Un acuerdo PSOE, Podemos, Compromís e IU 

2) Que algunos partidos nacionalistas permitan con su abstención un gobierno de progreso no capacitado para tomar decisiones inmediatas sobre la organización territorial, pero sí dispuesto a abrir el marco de diálogo y respeto que nos saque de una situación llena de ofensas, desprecios y afirmaciones o negaciones irracionales.

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El pacto en la izquierda no es una sopa de letras. Significa en todo caso tomarse en serio una democracia parlamentaria en la que no se podrá gobernar por decreto y soberbia, sino a través de debates y acuerdos para conformar sucesivas mayorías. No vendrá nada mal este cambio de hábitos en una política oficial que se ha distanciado con frecuencia de la realidad de la ciudadanía.

Esto es lo que hay. Quienes miran el futuro con inquietud, deberían volver por un momento los ojos hacia el pasado inmediato, detenerse en la degradación laboral, la justicia partidista, la corrupción, la pobreza, la violación de los derechos humanos, los privilegios fiscales, el desmantelamiento de los servicios públicos y la realidad de un país condenado a que los hijos vivan peor que sus padres y sus madres. Cáritas acaba de publicar un estudio que afirma: “La pobreza se hereda”. Eso significa que esta España de ayer y hoy ha liquidado la movilidad social, la raíz última de cualquier democracia. La ilusión de labrarse un porvenir ha sido cancelada por un regreso al clasismo.

¿De verdad da más miedo la España de mañana? En esta coyuntura, la irrupción de nuevos factores políticos ha puesto la suerte del futuro en manos de una discusión interna de los dirigentes del PSOE. Esperemos su decisión hasta el último minuto.

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