Al presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro, le preguntaron por qué estuvo durante un año sin cortar al ex número dos de Interior, Francisco Martínez, que le pedía información sobre las pesquisas secretas de la causa de Kitchen, en la que terminó siendo imputado. Su respuesta fue un tanto inquietante: que le estaba dando “largas” porque vio que era una persona “desvalida”. Es la explicación que ha dado esta semana a la Cadena Ser tras la revelación de un chat de whatsap entre ambos que, en realidad, habla del desvalimiento de los millones de españoles que no tienen contactos en las altas esferas de la judicatura ni pueden pagar una botella de Vega Sicilia, el vino con el que el imputado promete agasajar al juez la próxima vez que cenen

Los tribunales tendrán que dilucidar si hubo delito pero, como poco, este episodio ilustra una alarmante falta de ética que engorda la lista de las razones de muchos ciudadanos para desconfiar de casi todo. Porque la actualidad sirve argumentos para todos los gustos, desde los pagos del FC Barcelona al vicepresidente de los árbitros, la trama que supuestamente lidera un general de la Guardia Civil (condecorado por encima de sus posibilidades) y las fotos con prostitutas de un diputado canario que militaba en el PSOE, un partido abolicionista. Y luego está lo del pseudoperiodismo, dispuesto a hacer el juego al que la diga más gorda, con o sin pruebas. 

Tras años encadenando crisis económicas, políticas e institucionales, los abusos y la corrupción funcionan como un peligrosísimo disolvente social, veneno puro para la convivencia democrática

Jueces, políticos y altos cargos que tendrían que extremar la ejemplaridad de sus comportamientos en sus ámbitos de decisión pero que provocan todo lo contrario, una sociedad cada vez más enferma de desafección y más desconectada de los protagonistas de la esfera pública. Tras años encadenando crisis económicas, políticas e institucionales, los abusos y la corrupción funcionan como un peligrosísimo disolvente social, veneno puro para la convivencia democrática, que actúa con mucha más eficacia después de todas las promesas de regeneración que no han llegado a cristalizar. En algunos casos por incapacidad de aplicar medidas valientes y en otros por la resistencia numantina de quienes tienen la sartén por el mango

El ejemplo más clamoroso de esto último es el bloqueo de la renovación de la cúpula del Poder Judicial que, a nueve meses de que se celebren elecciones generales, sigue sin representar a la mayoría que salió elegida en las anteriores, en 2019. La camaradería de los mensajes del presidente de la Audiencia Nacional y el ex alto cargo popular da pistas sobre las motivaciones para el atrincheramiento de los conservadores en el Consejo General del Poder Judicial. Al PP le quedan unas cuantas causas pendientes. 

¿”Desvalido” Francisco Martínez? Desvalida se queda la sociedad cuando duda de la neutralidad de su sistema judicial. Cuando pierde la fe en las instituciones. Desvalidos nos quedamos todos cuando la antipolítica se extiende como el hongo de The Last of Us, la serie apocaliptica de moda, y cuando caemos en la cuenta de que quizá Pedro Pacheco fue un visionario al proclamar aquello de que "la justicia es un cachondeo”. Desvalida se queda la democracia si no se lanzan mensajes claros de que existen herramientas para que el bien común prevalezca sobre los intereses de unos pocos. Francisco Martínez no está desvalido. Él juega un partido en el que conoce a los árbitros.

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