Feijóo: No debería pasar, pero pasa

Al presidente ultraderechista de las Cortes de Castilla y León le debió de parecer muy ocurrente la excusa del ahorro energético para justificar su decisión de no iluminar la Cámara en homenaje a las víctimas de la violencia machista, como es tradición allí con motivo del 25N. No es nuevo el negacionismo de Vox pero sí que empiezan a ser alarmantes los efectos tóxicos de esa lluvia, fina y ácida, con la que pulverizan consensos y contaminan el discurso del PP que, echado ya en brazos del 'todo vale', ha aprovechado este Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer para intensificar su ofensiva contra el Gobierno a cuenta de la aplicación de la Ley del sólo sí es sí

Ocurrió con las víctimas del terrorismo y está pasando con las de la violencia machista: los populares no se han resistido a la tentación de utilizarlas con fines partidistas. En las Cortes de Castilla-La Mancha, donde no está representada la extrema derecha, ha sido imposible un pronunciamiento unánime contra la violencia machista ante la negativa del PP. En Andalucía sí que está Vox en la Cámara y se puede señalar a la ultraderecha como responsable de que no haya declaración institucional, pero la consejera de Igualdad de Moreno Bonilla se situó esta semana en una posición incompatible con los consensos tradicionales. Le  preguntaron si estaba más cerca de Vox o del PSOE. “Los extremos son malos”, respondió con soltura. Y hasta llegó a argumentar su reflexión: “Cuando Vox me pide que elimine el Instituto Andaluz de la Mujer le digo claro que no, igual que cuando el PSOE me pide que elimine el Teléfono de la Violencia Intrafamiliar”. 

No debería pasar lo que está pasando y será imposible combatir los estereotipos que cronifican el machismo sin un abordaje estructural, desde un verdadero consenso de las administraciones que vaya más allá de las palabras

Se resisten los populares andaluces a derogar esa herencia de la violencia intrafamiliar del primer mandato de Moreno Bonilla, que fue cuando lanzaron una campaña contra los malos tratos que terminó siendo todo un insulto a las maltratadas: utilizaban fotos de mujeres sonrientes y felices sacadas de un banco de imágenes que ya habían sido usadas en anuncios de dentaduras postizas. El planteamiento del mensaje, que ponía la carga sobre las mujeres, era muy parecido a lo que acaba de hacer la Xunta gallega con esos carteles en los que se lee Non debería pasar, pero pasa, como si la violencia contra las mujeres fuera un castigo divino caído del cielo. Y en Galicia tampoco tienen a Vox en el Parlamento. 

No debería pasar, pero pasa. Todo vale en la refriega política y la estrategia de crispación. A Pedro Sánchez lo ha acusado el PP estos días de provocar un “efecto llamada” para los agresores sexuales y una diputada innombrable de Vox ha señalado a la ministra Irene Montero como “libertadora de violadores”, además de otra sarta de barbaridades. Se permiten el exceso verbal después de mucho tiempo de caricaturización del feminismo como un movimiento radical, que es lo que realmente hace Núñez Feijóo cuando reivindica un feminismo “del sentido común”. Se ha producido, en definitiva, una banalización de las políticas de igualdad por mucho que el PP siga identificándolo como un asunto de Estado. 

Hay muchos datos y ninguno es tranquilizador. Pensando en la sociedad que queremos ser, preocupa mucho la última investigación sobre masculinidad del Centro Reina Sofía sobre adolescencia: uno de cada diez jóvenes cree que la violencia machista no existe y que un hombre de verdad tiene la última palabra en relación con la pareja. No debería pasar lo que está pasando y será imposible combatir los estereotipos que cronifican el machismo sin un abordaje estructural, desde un verdadero consenso de las administraciones que vaya más allá de las palabras. Y grandes dosis de responsabilidad política. 

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